domingo, 28 de diciembre de 2008

CONCIERTO

Concierto
MANUEL VICENT 28/12/2008

Recordar sin desgarro ni melancolía, suave y armoniosamente, las cosas agradables que te hayan sucedido este año, como quien sale al huerto de atrás a recoger los frutos que ha dado cada estación, puede ser un ejercicio necesario de supervivencia cuando todo parece que se desmorona a tu alrededor. No pasa nada por ponerse tierno alguna vez. Al fin y al cabo a Bogart se le perdonó que se emocionara al oír de nuevo el piano de Sam. Pese a todo, no se te habrán negado ciertos momentos de felicidad en medio de la ruina general. El placer de la lectura de un libro apasionante durante una convalecencia te recordó aquellos días de la niñez en que el sopor de la fiebre se llenaba de piratas y aventureros. Seguramente habrá habido también este año algunas mañanas de primavera en que te has sentido feliz sin saber por qué, tal vez porque te bastaba con que el sol estuviera en la ventana para salir a pasear y que te obedeciera tu perro. Tampoco habrás olvidado el viaje que hiciste durante el verano. Abriste el mapa, señalaste un punto azul y de la yema del dedo surgió una ciudad, una isla, una playa unida al nombre de una amiga, de un compañero, de un viejo o nuevo amor con el que te pusiste en camino. Dulces fueron aquellas tardes en que la discusión acalorada se estableció en torno a una copa sobre el tema que no importaba nada, salvo el gusto por llevar la contraria para demostrar que te sentías vivo y en plena forma con toda la inteligencia bombeando sangre en las sienes y después sucedía el silencio con un poco de música en la que siempre estabas de acuerdo. Probablemente habrán sucedido algunos desastres en tu vida. El puesto de trabajo sigue estando en el aire, te han rechazado algunos proyectos en los que te habías embarcado, la desconfianza que genera la crisis ha terminado por calarte los huesos y parece que en el horizonte se ha instalado un muro que no vas a poder saltar. Pero la vida es como un concierto de Mozart en que las malas noticias hay que recibirlas en el interludio. Cualquier golpe duro en ese momento puede ser diluido en la memoria con el movimiento más excelso de la partitura que has oído y después quedará la segunda parte para que un solo de clarinete te haga olvidar por un instante cualquier desgracia.

domingo, 21 de diciembre de 2008

MAFIAS

Mafias
MANUEL VICENT 21/12/2008

Coinciden estos días en la cartelera dos películas sobre la mafia. Una trata de la mafia de calzoncillos sucios, compuesta por toda esa morralla humana que se mueve por los barrios devastados de Nápoles buscándose la vida entre revólveres con hedor a herrumbre, prontos a soltar plomo contra cualquier pequeña banda rival que les dispute la parte de la longaniza que les corresponde. Se llama Gomorra. La otra se refiere a la mafia de la alta política italiana establecida entre tafetanes y reclinatorios alrededor del viejo líder de una Democracia Cristiana entreverada de banqueros, cardenales y refinados asesinos. Se llama Il Divo, sobrenombre con que se conocía a Giulio Andreotti. Aunque no es lo mismo una pobre rata de la Camorra cebada de cocaína hasta el rabo, cosida a balazos al pie de un basurero de extrarradio que un banquero divinamente ahorcado en un puente de Londres, ambas películas son complementarias. La diferencia sólo está en la caspa. Un elegante cardenal adorna con su púrpura la mesa de un magnate donde cualquier crimen se desencadena mediante un guiño. Un rústico con chaleco y la gorra ladeada metido en un gallinero da órdenes a la organización de la Cosa Nostra con versículos del Eclesiastés. Cada mafia tiene su estilo y su música. Al contrario de lo que sucede en cualquier episodio de la mafia siciliana en que nunca deja de sonar un aria de Verdi que hace llorar a los matarifes, en la película de la Camorra no se oye ni una simple tarantela. Aquí no hay glamour sino barrigas sudadas. Su única música la producen las pistolas roñosas y los escapes de las motos cabalgadas por los sicarios. En cambio, la música de la Democracia Cristiana la constituyen los pasos blandos sobre las alfombras, las puertas de madera noble de los despachos, las frases cínicas que se ahogan en los terciopelos, el silencio mortal que sigue al crimen de Estado, el sonido que produce en la mejilla de Andreotti el beso del padrino Totó Riína. A esta gente tan fina le basta media jaculatoria precedida por un disparo para convertirte en un excelente cadáver. Lo dijo Michael Corleone: "He tratado de regenerar mis negocios, pero cuanto más alto he subido en la escala social más mierda he encontrado".

lunes, 15 de diciembre de 2008

DISPARO

Disparo
MANUEL VICENT 14/12/2008

Ante la crisis actual sólo cabe una actitud sensata, aunque poco gallarda: la misma que adoptan los futbolistas cuando el árbitro ordena cerca del área un tiro a puerta. Los jugadores contrarios forman una barrera, pero más allá de la posibilidad de que se produzca el gol o de que el portero pare el balón, cada uno se protege con las manos los genitales para que el disparo no se los aplaste. Así hay que afrontar la crisis y después Dios dirá. Pero cualquier cosa que uno crea que ha dicho Dios, es falsa, como afirmó un sabio sufí. Lo mismo podría afirmarse de la física cuántica porque, según el Principio de Incertidumbre de Heisenberg, en el mundo microscópico la acción del observador altera por sí misma el sistema observado. Si este principio se aplica a la filosofía resulta que la famosa frase de Descartes pienso, luego existo, no resuelve la duda metódica, puesto que nuestra existencia cambia por el hecho de pensarla. Si se aplica al periodismo una noticia pierde veracidad por el hecho de publicarla. Si se aplica a la política la opinión de un líder nunca es auténtica ya que su sentido se modifica por el hecho de pronunciarla. Si se aplica a la economía ningún pronóstico sirve de nada porque el propio dictamen del experto distorsiona el problema por el hecho de formularlo. Si Dios, la física cuántica y la economía no permiten que ningún analista, aun tratándose de un profesional muy solvente, acierte en la diana, no quiera usted saber el desastre que se produce cuando el teólogo es un fanático, el filósofo un estúpido, el periodista un golfo, el político un corrupto y el economista un ignorante, algo muy habitual. En este supuesto en lugar de dar en las proximidades de la diana, la flecha puede perderse en las nubes o atravesar el pie del que la dispara. Contra la ley de la óptica los problemas se ven más grandes de lejos que de cerca, de modo que cualquier opinión que se refiera a la próxima hecatombe nunca será acertada. Ésta es la base del optimismo antropológico. Nadie puede demostrar de antemano que el disparo a puerta llegará a la red o lo parará el portero. Ante esta incertidumbre sólo queda una actitud: protegerse los genitales con las manos para que no salten por los aires.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

DEGRADANTE

Degradante
MANUEL VICENT 07/12/2008

Si en cualquier aeropuerto del mundo me obligan a quitarme el cinturón con el riesgo de que se me caigan los pantalones; si además tengo que pasar descalzo por el escáner como si entrara en una mezquita; si el altavoz repite continuamente que vigile mi equipaje de mano para que nadie coloque en él una bomba; si cada vez que se sienta a mi lado en el avión un individuo con rasgos árabes pienso que voy a saltar por los aires, debo deducir que esta paranoia es parte sustancial de la victoria de Bin Laden. Uno soporta esta humillación en beneficio de la propia seguridad y la de todos. Hasta aquí nada que objetar, salvo que estas normas extraen de nuestra pobre alma lo que en ella hay de oveja churra o merina. Pero en esta guerra existe otra degradación más alarmante. En la civilización occidental los derechos humanos han sido arduamente conquistados a lo largo de la historia. El Habeas Corpus del imperio romano, la Carta Magna que el rey Juan sin Tierra otorgó a los nobles ingleses en el siglo XIII, la Declaración de Independencia y la Constitución Norteamericana, la Revolución Francesa han sido hitos de un duro camino lleno de sangre hacia la justicia y la libertad. Como meta de esta conquista del espíritu, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas se proclama que nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos y degradantes. Más que en los misiles, la fortaleza de nuestra civilización se funda en esta lucha idealista por la dignidad. Si el terror de unos islamistas fanáticos nos impulsa a meter en jaulas en Guantánamo a prisioneros como si fueran animales, si en la prisión de Abu Ghraib, en Irak, los soldados norteamericanos usan perros para vejar sexualmente a presos desnudos, si un Gobierno español acepta que hagan escala en nuestro territorio aviones cargados de prisioneros que serán torturados, está claro que Bin Laden está ganando la partida, puesto que nos obliga a abdicar de la raíz histórica que nos había hecho indestructibles. El Habeas Corpus, la Carta Magna, la Constitución Norteamericana, la Revolución Francesa es hoy papel de váter. Uno se quita ese cinturón y se le caen los pantalones.

domingo, 30 de noviembre de 2008

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MANUEL VICENT 23/11/2008

Conocer a fondo el alma humana, no sorprenderse de nada, estar de vuelta de todo, pero conservar siempre la virginidad en la mirada ante cualquier tragedia, villanía, heroísmo o golpe de fortuna que acontezca en la vida y contarlo como si sucediera por primera vez: ésta es, a mi juicio, una regla de oro para un escritor. Así me gustaría contar la historia de Jan Krugier, coleccionista de arte. No puedo decir que fuera mi amigo, aunque me trataba con mucho afecto, más allá del interés que ponía en que le comprara un boceto a lápiz de una cabeza de mujer, según él, de una supuesta novia de Matisse, que el pintor dibujó obsesivamente hasta el final de sus días. En la trastienda de su galería de Ginebra, rodeado de cuadros de Picasso, de Cézanne y de Degas, este judío polaco, pequeño, elegante, vestido de lino blanco, me contó que él había sido un niño con el pijama a rayas en Auschwitz, donde fue fusilado dos veces sin éxito. Cuando ya se oían a lo lejos los cañones de los rusos, los nazis comenzaron a pasar por las armas de forma masiva y aleatoria contra un muro a cuantos prisioneros andaban sueltos por el campo de exterminio. La primera vez, ante el pelotón de fusilamiento el adolescente Jan Krugier cayó desmayado una fracción de segundo antes de que le alcanzaran las balas. Logró escabullirse por debajo del montón de cadáveres y se confundió entre los supervivientes que campaban por los pabellones. Cazado de nuevo en otra redada fortuita y puesto ante los fusiles de los esbirros, esta vez se tiró al suelo en el instante preciso inspirado sólo por el instinto. Su padre, que había sido también coleccionista de arte, antes de morir gaseado en el mismo campo le había dado un consejo: "Cuando estés desesperado y ya no encuentres salida, piensa en algo bello, en algo noble y el mundo se volverá a iluminar". Ante el segundo pelotón de fusilamiento Jan Krugier recordó la figura de aquella bailarina de Degas, pintada al pastel, que su padre le mostraba de niño como un tesoro. La pasión por la belleza está unida al instinto de conservación. Jan Krugier siempre pensó que sólo por ella había salvado la vida. Ahora ha muerto, puesto que de la tercera descarga de fusilería nadie sale vivo.

ÉXITO

Éxito
MANUEL VICENT 30/11/2008

En los países anglosajones el deporte es la base de la educación. El esfuerzo, la audacia, el juego limpio, no dar nunca nada por perdido hasta el final, aceptar la victoria o la derrota con elegancia son valores que se desarrollan primero en el patio de los colegios, se transforman en conocimiento en las aulas y de ellos se nutre luego la moral ciudadana. En la cultura anglosajona el pensamiento se genera a través de la acción. Con esta regla crearon su imperio. En la educación latina, en cambio, queda establecido que en el principio era el verbo, que siempre termina haciéndose carne. España ha sido tradicionalmente un país verborreico, tierra propicia para leguleyos, abogados, tribunos, predicadores y sacamuelas. Durante el franquismo, un mando falangista daba la asignatura de formación del espíritu nacional en la escuela. Con soflamas patrióticas, que eran puro flato, llevaba a los alumnos por el imperio hacia Dios y desde los luceros se bajaba después al recreo donde un instructor desganado y fondón dirigía una tabla de gimnasia rudimentaria con un bocadillo de chorizo en la mano. Los charlatanes apenas han cambiado de tarima, pero de forma casi milagrosa España ha generado hoy una floración de campeones del mundo en el deporte. Mientras este país sigue produciendo, en general, políticos, artistas, escritores y científicos sin ningún significado en el orden internacional, unos deportistas de élite no cesan de generar victorias que obligan una y otra vez en cualquier parte del planeta a tocar el himno e izar en el mástil la bandera española, que aquí ha representado lo más rancio y nefasto del patriotismo. El éxito mundial en el deporte comienza a ser una costumbre en esta tierra de perdedores. Los jóvenes han comenzado a asociar la patria, no con un desfile militar ni con un acto político institucional, sino con la figura de cualquiera de nuestros campeones subido en lo más alto del podio. En Grecia se solía derribar parte de la muralla de una ciudad para que entrara con todo esplendor el atleta que había triunfado en los juegos olímpicos. Pero eso sucedía cuando en el principio era la acción y el verbo no se había convertido todavía en nuestra carne.

domingo, 16 de noviembre de 2008

ABISMO

Abismo
MANUEL VICENT 16/11/2008

La cara oculta de la sabiduría la constituyen todos los manuscritos de la antigüedad que se han perdido, los cuentos que fueron narrados de viva voz en las plazas orientales y las melodías creadas por millones de pastores con una flauta de caña junto con las canciones que también se disolvieron en el aire, las danzas que ni siquiera quedaron grabadas en las vasijas o en los frisos de los templos. Sólo una pequeña parte de la creación del mundo clásico se ha salvado, pero existe un vaso oscuro de la memoria colectiva donde se guardan las cenizas de la biblioteca de Alejandría, los papiros que se pudrieron bajo las aguas del Nilo, los versos que Safo no pudo terminar, otro teorema grabado por Pitágoras en las letrinas de Éfeso, que el tiempo ha hecho indescifrable y parte de las enseñanzas de Sócrates que Platón no recordó. Ser sabio consiste en navegar ese mar desconocido, imaginar el tesoro que la historia ha sumergido y rescatar del fondo del abismo, cada uno por su cuenta y riesgo, una parte de ese tesoro que no existe. La cultura desaparecida no está en las cátedras ni en las tribunas ni en los libros, sino en las palabras de las gentes sencillas. Cuando oigas a un marinero o a un campesino decir cosas salidas directamente de su pensamiento sin adherencia alguna, no debe admirarte que hablen con tanto rigor sin haber leído nunca nada, puesto que en su mente fluye con naturalidad la sabiduría que sólo han leído en el aire. Desde el fondo de los tiempos, pasando por el corazón de todos los mortales ya muertos, llegan por el aire cánticos insonoros, versos rotos en mil pedazos, cuentos de lobos o de hadas, alfombras mágicas invisibles, aforismos de filósofos anónimos, que las gentes sencillas respiran y los aposentan en su carne. De no ser así, no se explica que un marinero analfabeto sentado en la borda de su barca te cuente un naufragio con la misma cadencia de los hexámetros de Virgilio. O que un campesino se mueva con la azada entre los cuatro elementos, la tierra, el fuego, el aire y el agua, que según los presocráticos componen la naturaleza y haga con ellos unos pimientos, tomates, calabazas y melocotones con los que se puede coronar las cimas más altas del espíritu humano.

domingo, 9 de noviembre de 2008

PODER NEGRO

'Poder negro'
MANUEL VICENT 09/11/2008

Ahora se ha visto que el verdadero poder negro tenía poco que ver con aquellas panteras de Harlem, conducidas por Malcom X, quien fue abatido a tiros en 1965. Ni tampoco con el gesto de los atletas Tommie Smith y John Carlos, que levantaron el puño enfundado en un guante negro en lo alto del podio durante los Juegos Olímpicos de México. Puede que el sueño de Martin Luther King, baleado igualmente en Memphis en 1968, haya servido de sedimento moral al triunfo de Barack Obama, pero los peldaños que lo han conducido hasta la Casa Blanca han sido construidos por una larga seducción estética de la gente de esa raza, que al margen de la rebeldía, ha aflorado ahora políticamente desde el inconsciente de la sociedad norteamericana. Los blancos de Estados Unidos ya habían entregado su alma al jazz desde el inicio del siglo pasado. Louis Armstrong, Billie Holliday, Duke Ellington, Ella Fitzgerald, Ray Charles, Charlie Parker y muchos más, pese a vivir machacados, fueron héroes y su música aceptada como expresión de la libertad acompañó a los marines hasta Europa en la II Guerra Mundial. El swing está asociado al desembarco de Normandía. El mítico atleta negro Jesse Owens, nacido en Alabama, ya conquistó cuatro medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 y obligó a Hitler a abandonar la tribuna. Cassius Clay pasó del boxeo a la mística sufí, Magic Johnson y Michael Jordan han demostrado que el cuerpo puede volar, Carl Lewis batió todos los récords de velocidad, las hermanas Venus y Serena Williams han sido imbatibles en tenis, Tigre Woods es el número uno en golf. La admiración que los deportistas de esa raza han despertado entre sus conciudadanos blancos ha terminado por pasar desde la musculatura al cerebro. Barack Obama se ha elevado en el último peldaño del podio político como un atleta más, en sus mítines ha sido aclamado como lo fueron los grandes del jazz después de un concierto memorable. La música negra es el alma de Norteamérica. No ha sido la rebeldía social sino un estilo el que ha triunfado. Puede que el mundo se hunda, pero en la fiesta del 20 de enero, cuando entre Obama en la Casa Blanca, sonará el leve milagro del swing y va a parecer que todo se ha salvado.

domingo, 2 de noviembre de 2008

DELACIÓN

Delación
MANUEL VICENT 02/11/2008

Existe un catálogo de odios humanos según el grado de su refinamiento y perfidia. El más intenso es el odio teológico, que se produce entre sectas religiosas. Por la distinta interpretación de una sola palabra revelada a un profeta han sido degollados millones de creyentes. Al de los teólogos le sigue el odio entre eruditos e historiadores, capaces de los peores navajazos personales en su disputa acerca del número de sandalia que calzaba Alfonso X el Sabio. En tercer lugar está el odio entre poetas, artistas y escritores, que va desde el pellizco de monja a la insidia más ruin. Este odio suele ser, a veces, tan melifluo que es difícil distinguirlo de la envidia. El odio libera, pero la envidia ata. Por eso su mezcla es explosiva. La envidia es el único vicio que no produce placer. Se trata de un gen muy doloroso, asentado en el hígado, que puede llevarte a cometer grandes felonías y sólo por eso está catalogado como pecado capital, aunque no se trata de un pecado sino de una enfermedad amarilla. La calumnia y la puñalada por la espalda son los remedios clásicos, que el portador de ese gen utiliza para sacudirse de encima el sufrimiento por el bien ajeno. Sólo las personas que no conocen la envidia son realmente libres. Estar siempre dispuesto a alegrarse por el éxito de un amigo, no experimentar un secreto regocijo ante cualquiera de sus fracasos constituye una cumbre del espíritu, que no es diferente de la dicha de vivir, un don que el estómago agradece con digestiones felices y el cerebro con sueños profundos y sosegados. El niño chivato del colegio, el empleado soplón de la empresa, el confidente de la policía de bajos fondos se mueven en un estrato psicológico en el que la envidia todavía duele. Pero existe un nivel más profundo de la perfidia, allí donde la envidia, el odio y el fanatismo se unen, ocupado por la figura del delator político, quien llega a creer que la traición, junto con el veneno, es el arte protagonista de la historia. Con la húmeda suavidad del reptil, sus palabras se deslizan hasta el oído del inquisidor. No espera recompensa. Después de la delación se siente bien pagado por el bálsamo muy dulce que le invade todos sus cartílagos con sumo placer hasta el fondo de los sentidos.

domingo, 26 de octubre de 2008

BETSABÉ

Betsabé
MANUEL VICENT 26/10/2008

Ésta es la historia de Betsabé. Un día de verano se levantó de la siesta el rey David y desde la azotea de palacio vio a una joven de extraordinaria belleza que se estaba bañando desnuda en el jardín de su casa. El rey David quiso saber quién era aquella muchacha. Le dijeron que se llamaba Betsabé, la hija de Eliam, mujer de Urías. El rey mandó a un mensajero que le hablara de su parte, la hizo venir a palacio y llegada a su presencia la poseyó sin más preámbulo, durmió con ella, la cual después se purificó de su inmundicia y volvió preñada a casa. Betsabé le mandó recado al rey. "He concebido", le dijo. En ese tiempo, Israel estaba en guerra con los ammonitas y tenía sitiada la ciudad de Raba. El rey David llamó a Urías, marido de Betsabé, lo sentó a su mesa, lo agasajó con un gran banquete y trató de embriagarle. Después ordenó a Joab, jefe del ejército, que lo colocara en el lugar más peligroso de la primera línea de combate para que fuera herido y muriera, cosa que sucedió tal como pensaba. Desde lo alto de la muralla lo mató un ballestero y el rey David fingió gran dolor, pero enseguida tomó a Betsabé por esposa y ella parió un hijo, que no fue del agrado de Yavhé por ser fruto de adulterio. De hecho, la criatura fue sacrificada. Con un poco de penitencia, el rey obtuvo el perdón y a continuación David consoló a Betsabé, durmió con ella y de esa coyunda nació el sabio Salomón. El Antiguo Testamento está lleno de facinerosos, empezando por el propio Yavhé, cuya perfidia a veces no conocía límites, como es bien sabido. En el Museo del Prado se puede contemplar ahora el desnudo de Betsabé, de carnes plácidas, pintado por Rembrandt. Recién salida del baño y atendida por una vieja criada, tiene en su mano una carta del rey David y su rostro expresa una profunda resignación frente a la maldad humana, compartida con la morbosa tentación. Cerca del Prado, en el Museo Thyssen, se exhibe la exposición La Vanguardia y la Gran Guerra. Por mucha distorsión y desgarro de formas con que el expresionismo anunciaba la tragedia que iba a venir, ninguna violencia es comparable con la tortura que Rembrandt supo extraer de los ojos de Betsabé junto al placer y el tenebroso destino que le esperaba.

domingo, 19 de octubre de 2008

FÁBULA

Fábula
MANUEL VICENT 19/10/2008

Era un pueblo tranquilo, feliz y muy próspero. Los niños jugaban en la calle y sus gritos eran un paisaje sonoro similar a un fondo de golondrinas. Los vecinos nunca se alteraban cuando veían correr a un niño y tampoco si lo hacía un chaval o algún joven deportista; en cambio, un día se sorprendieron al ver que un hombre muy mayor cruzó la plaza a la máxima velocidad que le permitían sus años. Nadie supo por qué lo hizo. Es un loco, dijeron algunos, pero esa misma mañana en aquel pueblo próspero y tranquilo empezó a cundir la alarma cuando se vio correr al médico forense con un maletín en la mano. Y eso fue sólo el principio, porque al médico forense le siguió el cura dando grandes zancadas por otra acera con el viático. Al oír por la ventana un bullicio creciente el director de la Caja de Ahorros abandonó el despacho, salió a la calle y preguntó a la gente qué desgracia había sucedido. Nadie sabía nada. A continuación llegaron al pueblo varias ambulancias y algunos coches de bomberos con todas las sirenas sonando. No se había oído ninguna explosión, nadie veía fuego por ninguna parte, todos los habitantes de aquel pueblo parecían estar sanos y salvos, pero probablemente había sido algo muy grave. La confusión fue en aumento cuando los vecinos comprobaron que el médico corría en una dirección y el cura lo hacía en la contraria, los bomberos iban hacia el este y las ambulancias se dirigían hacia el oeste. Nadie supo a qué atenerse hasta que el médico, el cura, los bomberos y las ambulancias, perdidos por las calles, confluyeron finalmente ante la Caja de Ahorros y al ver tal despliegue el director instintivamente cerró las puertas y este acto irreflexivo desató el nerviosismo en la gente. Alguien gritó que estaba en peligro su dinero y al oír este terrible augurio el público, lleno de pánico, derribó las puertas, asaltó el banco, destripó la caja fuerte y destruyó a zarpazos todo el dinero por miedo a perderlo. Al terminar el asalto, la gente se sorprendió al comprobar que la calle se hallaba muy tranquila. Se oía el martillo del herrero y la flauta del afilador. El médico estaba en la consulta, el cura en la iglesia, las ambulancias y los bomberos en las cocheras. En la calle sólo corría un niño huyendo.

domingo, 12 de octubre de 2008

FUSIÓN

Fusión
MANUEL VICENT 12/10/2008

De la Gran Depresión de los años treinta se salió con el New Deal, el nuevo compromiso económico, propuesto por el presidente Roosevelt para animar la producción por medio de grandes inversiones públicas, según la teoría de Keynes. Para levantarse hoy de esta nueva caída del capitalismo, tan grave como la que siguió al crack de la Bolsa del 29, no bastará un nuevo pacto económico con alucinantes y agónicas inyecciones de dinero a los bancos: será necesario que brote de este marasmo una nueva conciencia social. Los primeros indicios de esta actitud moral ante el futuro se están dando ya en las principales universidades norteamericanas. De ellas habían salido la mayoría de los ejecutivos golfos que ha arruinado con su codicia el sistema financiero, pero de un tiempo a esta parte un estudiante de Harvard, de Princeton o de Chicago, por muy elitista que se crea, no ya puede obtener un gran expediente académico si no ha demostrado un interés práctico por la sociedad y se ha comprometido en alguna labor social desinteresada. Realizar actos positivos por los demás comienza a considerarse elegante, una asignatura fundamental. En la génesis de la nueva conciencia Barack Obama aporta un valor simbólico. El hecho de que sea mulato, una síntesis entre dos razas hasta ahora antagónicas, indica que la fusión va a ser un índice significativo en la historia del siglo XXI. La aleación ha funcionado de forma espléndida en los metales y en las artes. Con ella los metales logran su mayor fortaleza y lo mismo sucede con la creatividad moderna, que alcanza su grado más alto cuando funde raíces y tendencias dispares en un solo espíritu. Si esta conquista ha dado un resultado excelente en la estética y en la metalurgia, parece que va a marcar también ahora el destino político de la historia. No hay nada maravilloso en este planeta que no sea producto de una fusión: la música que oímos, la danza y la pintura que contemplamos, la literatura que leemos, la materia de todos los objetos que usamos. Un presidente mulato al frente del Imperio de Occidente es una consecuencia lógica de esta deriva de la humanidad, pero más allá del dinero y su codicia, esta fusión no servirá de nada si no va acompañada de una nueva conciencia moral.

lunes, 6 de octubre de 2008

SEDUCCIÓN

Seducción
MANUEL VICENT 05/10/2008

"Estoy sintiendo tu perfume embriagador", cantaba un falso Sinatra en El Padrino, mientras un compinche le cortaba la cabeza a un caballo de carreras y la introducía entre las sábanas de su dueño que se estaba portando mal con la familia. Ese mismo perfume exhalaba, tal vez, la humeante infusión que en la alcoba más íntima del Vaticano le fue ofrecida al papa Luciani para ahuyentarlo a toda prisa de este perro mundo. Poco después, el banquero Roberto Calvi se balanceaba con la soga al cuello en un puente de Londres y el falso Sinatra cantaba esa misma melodía, que suena ahora en todas las bodas y bautizos, pero nunca en ciertos funerales. Quisiera saber por qué ese perfume embriagador, que llega directamente de aquel Chicago de la Ley Seca, mantiene todavía intacta su seducción, hasta el punto que cuatro fiambres humanos colgados de un gancho de carnicería en un matadero entre terneras desolladas están llenos de glamour si esa acción la realizan unos mafiosos italianos y nos parece repugnante cuando la ejecutan unos colombianos o mexicanos con todo su bigotón. La fascinación se debe, sin duda, a que los crímenes de la Mafia participan aún de la estética que les inocularon los Borgia en el Renacimiento y que el cine ha convertido en mitología. ¿Qué es más seductor, morir baleado con media cara enjabonada en una barbería de Brooklyn y que a continuación llegue Scorsese con las cámaras, o que el cadáver hecho un colador se pudra al sol bajo una nube de moscas en la terrosa frontera de Tijuana, aunque después los hermanos Cohen tomen cartas en el asunto y se gasten medio presupuesto de la película en zumo de tomate? La delincuencia de nuestra época está llena de violentos patanes. La fascinación del crimen organizado ya no existe. Pese a que algunos se disfrazan a la manera siciliana con una camisa oscura, la corbata rosa y la hombrera cuadrada, a nuestros criminales no hay novela policíaca ni cine negro que los pueda salvar de la caspa. Una sociedad se define también por la calidad de sus asesinos y hoy el más sanguinario no aguanta la crónica de sucesos de un par de telediarios. Tiempos aquellos en que el tambor del revólver de los mafiosos servía de batería a la orquesta de Tommy Dorsey en la que cantaba el auténtico Sinatra.

martes, 30 de septiembre de 2008

CRACK IS CRACK

'Crack is crack'
MANUEL VICENT 28/09/2008

La época de la Gran Depresión, que siguió al crack del 29, conserva algunas imágenes evanescentes. Cuando en Norteamérica la codicia estaba a punto de romper el saco, el Gran Gatsby aun se creía inmortal sentado en un descapotable con el traje color manteca. Los invitados a sus fiestas de Long Island eran los que se habían hecho millonarios en un solo día especulando en la Bolsa. Llevaban sombreros el ala blanda y los pantalones con muchos pliegues; sus chicas lucían el talle en mitad de las caderas y collares hasta la cintura. Entraban y salían de la mansión de Gatsby, se bebían su whisky, se bañaban en su piscina, bailan el foxtrot en sus salones y el anfitrión ni siquiera los conocía. Aquellas libélulas de oro creían haber conquistado el derecho a ser felices fluctuando en medio del dinero enloquecido. Maullaba en los garitos la gata Billie, las metralletas de los gángsteres hacían el contrapunto al clarinete de Benny Goodman, pero ¿quién iba a sospechar que el swing estaba presagiando tanta miseria? De pronto reventó la gloria. Algunos invitados a las fiestas de Long Island alquilaron suites en Waldorf Astoria para arrojarse al vacío y junto a su cadáver aplastado en el asfalto del Park Avenue los del carro de la leche ni siquiera volvían la cara. Las colas de los cines para ver al Gordo y el Flaco daban la vuelta a la manzana y eran idénticas en tamaño a las que formaban los parados con un cazo en la mano ante las perolas del Ejército de Salvación. Deme diez centavos, hermano. Glenn Miller grabó su primer disco en 1932 y Dorothy Parker le había escrito la letra: "Quién iba a saber que el amor era esto". ¿Dice usted amor? Para salir de aquel marasmo hubo necesidad de hacer una guerra mundial con 50 millones de muertos. El propio Glenn Miller fue uno de ellos. La Gran Depresión del 29 aún suena a jazz y Scott Fitzgerald nos transmitió su última seducción. Si las réplicas del actual cataclismo financiero acaban por reventar, como entonces, las calderas de la banca y se va todo al infierno, imagina qué clase de seducción tendrá nuestra época mañana si no es la misma codicia de siempre poblada esta vez de catetos del ladrillo y brokers bailando juntos alrededor de las hormigoneras.

domingo, 21 de septiembre de 2008

EL ÁRBITRO

El árbitro
MANUEL VICENT 21/09/2008

El teléfono móvil es un instrumento decisivo para los que han venido a este mundo a mandar, pero es un invento muy cruel si uno ha venido a este mundo a obedecer. La diferencia entre ricos y pobres, según Josep Pla, consiste en que los pobres se pasan la vida escuchando. Este principio se manifiesta hoy de forma muy plástica con la actitud física que adopta una persona ante ese aparato. Hay dos formas de hablar a través del móvil: con la cabeza levantada o con la cabeza inclinada. Es un acto reflejo. El primer caso indica que uno manda y el segundo que uno obedece. A partir de ahora fíjese en este detalle. Cuando suena la musiquilla del móvil la mujer comienza a escarbar muy nerviosa en el fondo del bolso y el hombre se palpa con sobresalto el pantalón y la chaqueta. El grado de descontrol que despierta ese sonido ya es una definición. Algunos se ponen instintivamente en pie. El jefe puede dar órdenes por el móvil a un subalterno a cualquier hora del día, sin que nadie ni nada le detenga. Lo hace hablando con el mentón hacía arriba y la mirada al frente para imponer su criterio. El subalterno deberá estar listo para atender su llamada en medio de un atasco, en la cama durante la siesta o mientras toma una copa en el bar con los amigos. Sin darse cuenta recibe la voz del otro lado con el tronco ligeramente doblado y la vista en el suelo, señal de que acepta lo que se le dice. La aparente rebeldía de llevar el móvil apagado sólo se la pueden permitir los que han venido a este mundo a mandar, no los que han venido a obedecer. Para una cantidad ingente de ciudadanos, que hasta hace poco se creían libres, la musiquilla del móvil les recuerda que siguen estando atados a su esposa o a su marido, a sus padres o a sus hijos, a sus jefes, a sus acreedores y a toda clase de pelmazos, y dependerá en qué lado estés para saber si ese instrumento ha venido a atarte o a liberarte. Pero este no es el caso. Aquí se trata de explicar que la actitud física que se adopta ante el móvil es una expresión de éxito o de fracaso en la vida. Cuando alguien habla de amor o de negocios por el móvil con la frente hacia lo alto, está ganando; si lo hace con el espinazo un poco abatido, es que ya ha perdido. El propio aparato es siempre el árbitro.

lunes, 15 de septiembre de 2008

ROSTROS

Rostros
MANUEL VICENT 14/09/2008

Hay rostros adultos que permiten adivinar al niño, al adolescente y al joven que llevan dentro todavía. El observador los puede imaginar uno debajo del otro, como sucede con las muñecas rusas. Con el tiempo este efecto desaparece. El niño, el adolescente y el joven, que duermen superpuestos en nuestro interior, finalmente se extinguen y durante un periodo más o menos prolongado el rostro adopta una personalidad estática sin que afloren en él las imágenes del pasado. Un día, el efecto de la muñeca rusa vuelve a funcionar, aunque en sentido contrario. En el rostro del adulto comienza a vislumbrarse el viejo que ya lleva en su interior, de modo que es posible imaginarlo con 60, 70, 80 años e incluso dentro de un féretro con las manos atadas con un rosario de cuentas. Este sortilegio no sólo es aplicable a la edad. También atañe a la moral y a la ideología. En el interior de algunas personas instaladas en las altas finanzas se puede divisar todavía el lejano perfil del crío mimado, del chaval repeinado y empollón, del licenciado por Harvard con una borla en la oreja, pero llega un momento en que este vestigio se pierde. De pronto cambia la fase y en la cara de este ser inofensivo se instala la silueta inconfundible del tiburón con tres filas de dientes en el paladar y así permanece por un tiempo hasta que esta figura atroz va tomando lentamente el diseño de un honorable caballero, de un anciano patriarca, de un benefactor de la patria. Por el lado contrario, baja empuñando el mástil de la bandera española, a modo de estaca, un reaccionario desdentado, que en su día fue un rojo muy puro, dispuesto a cambiar el mundo y que hoy arrastra los cadáveres del niño rebelde, del adolescente soñador y del joven inconformista. Nuestra muñeca rusa puede desarrollar también los momentos más bellos del pasado y todos los retos del futuro. La niña de oro, que al madurar obligaba a los hombres a volver la cabeza será una abuela feliz rodeada de nietos; el niño desnudo que pescaba cangrejos en la cala se convertirá en un joven atlético y en un viejo soleado mañana. Dentro está todo, el cobarde que un día mató un león con las manos, el perdedor nato que hizo saltar la banca y el aventurero que nunca salió de casa.

domingo, 7 de septiembre de 2008

ESCLAVOS

Esclavos
MANUEL VICENT 07/09/2008

Para levantar las pirámides fue suficiente un gran geómetra, pero se necesitaron infinitos latigazos. En el año 447 antes de Cristo en la acrópolis de Atenas un paseante se acercó a un picapedrero y le preguntó: "¿Quién eres?". El hombre le contestó: "Soy un esclavo griego que está levantando el Partenón". Toda la filosofía que se elaboró en Grecia no habría sido posible si Sócrates y Platón, después de pasar el día en el ágora parloteando dentro de una sábana, al volver a casa no hubieran encontrado la comida en la mesa. Los romanos veneraban a los dioses lares como protectores de la familia cuyo fuego sagrado ardía de forma perenne en el hogar. Se ha tardado veinte siglos en saber que los dioses lares eran los criados. Cuando éstos desaparecieron la familia quedó desestructurada. Hoy se ha recompuesto en torno al frigorífico. Nunca ha habido imperios sin esclavos. Todos los coliseos, acueductos, calzadas, murallas, castillos y catedrales se elevaron sobre musculaturas humanas sometidas a un ideal. Debajo de una gran epopeya siempre hay una gran ignominia. El imperio español iba directo hacia Dios, pero antes hubo que cazar negros a lazo, llevarlos a América y someterlos a trabajos forzados. Inglaterra era la dueña del mundo mientras en sus minas de carbón en el siglo XIX todavía trabajaban niños 16 horas diarias, lo que permitía a la aristocracia británica fundar todos los deportes y tomar el té rizando el meñique. En Estados Unidos fue abolida la esclavitud por Lincoln en 1862, pero son millones aún las hormigas sin papeles que duermen en sótanos clandestinos de la ciudad sometidas a la servidumbre de alargar la mano y agachar la cabeza. Generalmente se considera que el imperio de Norteamérica, que muerde más de lo que puede tragar, se halla en la fase final de su curva histórica. La civilización que más esclavos tenga será la que asuma el protagonismo del siglo XXI. El espectáculo de la apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín fue la demostración ante el mundo de que China está preparada para recoger el testigo. Son 1.300 millones de habitantes, de los cuales la mitad son abejas obreras del Estado. Si la esclavitud, bajo diversas formas, ha hecho la historia, vaya usted tomando nota.

domingo, 31 de agosto de 2008

LA FLOR DE LA PARANOIA


REPORTAJE: Cinco imágenes que cambiaron nuestra vida. - EL TERRORISTA SUICIDA
La flor de la paranoia
MANUEL VICENT 31/08/2008

El espectáculo de las Torres Gemelas derrumbándose ante el mundo entero envueltas en llamas se ha incorporado a la sustancia visual de nuestra era. Forma parte ya del catálogo de las hogueras más famosas de la historia junto con la quema del templo de Artemisa, del incendio de la biblioteca de Alejandría, de las cenizas de Constantinopla, del fuego del Reichstag, de las calabazas de Hiroshima y de Nagasaki y del napalm de Vietnam.
La fragilidad de la sociedad contemporánea va a la misma velocidad que su desarrollo
Como el virus crea el antivirus, un arma genera también la contraria. En el inicio de la historia el garrote del primate engendró la pedrada; la pedrada engendró el parapeto; el parapeto engendró la flecha incendiaria; la flecha engendró el escudo; el escudo engendró la lanza; la lanza engendró la muralla; la muralla engendró la catapulta, y así, sucesivamente, llegó el arcabuz, el fusil, la ametralladora, la trinchera, el mortero, el carro de combate, el bazuca, el cañón, el bombardero, el misil antiaéreo, el búnker y la bomba atómica. Más allá de la bomba atómica ha surgido ahora una nueva arma espontánea, imaginativa, adaptable a cada circunstancia, absolutamente diabólica y sin defensa posible. El ataque a las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, fue la presentación ante el mundo de esta última creación de la dialéctica bélica: el suicida humano, cebado con dinamita, dispuesto a inmolarse por un ideal.
El Pentágono derruido y las Torres Gemelas ardiendo fueron visiones escatológicas que durante mucho tiempo habían alimentado la imaginación de novelistas y cineastas, pero también el corazón de miles de terroristas. Norteamérica, que no concibe la vida sin espectáculo, aquel 11 de septiembre pudo comprobar hasta qué punto eran ridículas las películas de hecatombes. Hollywood había sido humillado. La ficción atrajo a la realidad y a partir de ese momento se produjo en el mundo una síntesis nueva de la maldad humana. Al parecer la alta tecnología había acudido por fin en ayuda de los desesperados.
El Pentágono es el lugar emblemático donde el Gran Gallo de Occidente asoma la cresta de acero y las Torres Gemelas eran los dos ventrículos del capitalismo que desde una esquina de Manhattan bombeaban dinero a todo el planeta. Los símbolos de Norteamérica habían saltado por los aires y, con ellos, el orgullo de una nación y la alta seguridad que lo amparaba. Además de la catástrofe física, la herida había sido profundamente espiritual. Una parte del alma de nuestra civilización quedó también bajo los cascotes y en la zona cero comenzó a crecer una enredadera que ha terminado por cubrir todo el planeta. La flor que echa esa planta es muy venenosa. Se llama paranoia.
Según la biología, un organismo es más vulnerable a medida que se hace más complejo. Esta regla es aplicable a la sociedad contemporánea cuya fragilidad va a la misma velocidad que su desarrollo, de modo que está a punto de llegar el día en que el mundo occidental dependa de un solo fusible a merced de la mano de un fundamentalista que apague la luz y nos mande a la Edad Media a comer higos chumbos. Cada vez va a ser más difícil llevar una vida dulce cerca de la gente humillada y mucho más ahora en que han hecho síntesis el odio y la química, la miseria y la electrónica, la pobreza y la crueldad, el fanatismo y la informática, la injusticia y la dinamita. En el subconsciente colectivo comienza a germinar como una pesadilla la cabeza nuclear de fabricación casera o el barril repleto de virus terroríficos que pueden ser arrojados sobre cualquier ciudad por un iluminado al que han prometido el reino de los cielos.
Ahora en los aeropuertos ordenan que te quites el calzado como si fueras a entrar en una mezquita. Te pasan el escáner por los genitales. Cualquier agente armado tiene poder para ponerte desnudo boca abajo sin que se atreva nadie a rechistar. En cualquier aduana o puesto fronterizo uno es juzgado de forma perentoria y sumarísima sólo por el rostro. Bastará con que seas moreno, con bigotón y de pelo rizado, o desafíes con la mirada al guardia o sonrías irónicamente al ser palpado para que te veas sentenciado. Pero no sólo se erigen en jueces los guardias jurados. También los propios vecinos de escalera o de barrio analizan a simple vista tu calaña envenenados por la paranoia que siguió a la hecatombe de las Torres Gemelas y desde el 11 de septiembre de 2001 existe además la obligación de mirarse en el espejo cada mañana en el cuarto de baño y juzgarse uno también a sí mismo antes de salir a la calle.
Mientras tanto, la dialéctica bélica continúa su marcha. Frente al suicida concreto, adornado con un cinturón de dinamita, se ha creado la figura del terrorismo abstracto, universal, que está en todas partes y en ninguna. Sobre ese fantasma caen ahora a ciegas las bombas de racimo.

domingo, 24 de agosto de 2008

LA GRAN INVASIÓN

REPORTAJE: Cinco imágenes que cambiaron nuestra vida - CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN
La gran invasión
MANUEL VICENT 24/08/2008

Sin que ningún cabeza de huevo, analista político o sociólogo de guardia lo anunciara siquiera tres días antes, la noche del 9 de noviembre de 1989 cayó el muro de Berlín. Después de 28 años, aquel costurón de cemento pintarrajeado con signos neuróticos fue derribado y comenzó a ser vendido como turrón a los turistas. Algunos vestíbulos de grandes bancos y empresas multinacionales se adornaron con fragmentos del muro en forma de esculturas, los intelectuales ensartaron algún cascote como emblema de la libertad en sus librerías y muchos de estos pedruscos se exhibieron sobre un terciopelo, compartiendo la seducción de las esmeraldas, en las vitrinas de las joyerías de la Kudam donde se reflejaban las prostitutas de superlujo y seres guapísimos de la terraza del café Möritz.
Por los primeros boquetes penetraron sin resistencia largas cuerdas de mendigos
El domingo 1 de julio de 1990, el Check Charlie Point fue allanado por las autoridades para que pudieran cruzar oficialmente los berlineses a uno y otro lado. Aquel día se produjo el hecho que durante la guerra fría tanto se temía: las tropas del Pacto de Varsovia comenzaron a invadir la Europa capitalista. A través de los primeros boquetes del muro, penetraron sin resistencia en Berlín Occidental largas cuerdas de mendigos rumanos, búlgaros y polacos a pedir limosna a los elegantes caballeros que salían de la Filarmónica y a las exquisitas damas de Charlottenburg que tomaban tartas de manzana. De noche, este ejército dormía en infames cajas de cartón o en carromatos de zíngaro. Era la primera avanzadilla. La gran invasión había comenzado.
En medio de una gran explosión de lujo, nuevas oleadas de pobres llegados de otros países del Este, que no habían conocido la libertad de comercio, levantaron tenderetes en la Puerta de Brandeburgo para vender cascotes del muro pintados de rojo, verde y azul junto con las cabezas degradadas de Lenin y de Stalin, y las gorras, estrellas y medallas de militares soviéticos a precio de saldo. Ese domingo, la casa Mercedes abrió distintas salas de exposiciones para que los berlineses del Este, que habían visto brillar durante años la estrella del coche en lo alto de un rascacielos como estandarte del capitalismo, pudieran acercarse con sus zapatones de plástico a acariciar la chapa de esas máquinas soñadas. Lo hacían como si fuera la piel de una amante mucho tiempo esquiva, dispuesta ahora a entregarse.
La invasión de las tropas del Pacto de Varsovia se extendió muy pronto por el resto de Europa sin otro gesto hostil que el hecho de bajar la cabeza. Lentamente, los túneles de las ciudades de Occidente, los jardines públicos y las escalinatas de los monumentos se convirtieron en deprimidos cuarteles de un ejército cuyos soldados tocaban el acordeón melancólico en la entrada de los supermercados o formaban orquestinas de viento con el sombrero de fieltro marrón hasta las orejas y un plato en los pies en las calles peatonales. La pobreza del Este había formado un solo río con diversos brazos que vertía su caudal en el espacio mantecoso de la Comunidad Europea, donde todo el firmamento era un tocino de cielo. Al principio traían la humildad de los mendicantes, pero mucha gente ya temía que cada uno de sus estómagos vacíos pudiera convertirse muy pronto en una bomba de espoleta retardada.
Muchos de estos invasores eran extremadamente cultos y se pusieron a servir en las casas como criados. En España, la chica polaca se colocaba los cascos para escuchar La muerte y la doncella, de Schubert, mientras fregaba los platos en la cocina. En ese momento, su señora estaba viendo un programa infecto de televisión en el que una golfa impresentable cobraría veinte millones por contar la tremenda paliza que le había propiciado su novio. El marido de la criada era ingeniero aeronáutico por la politécnica de Varsovia. Trabajaba para un millonario analfabeto de Somosaguas, que lo utilizaba de jardinero y mecánico, y también para pasear al perro. Hablaba cuatro idiomas y, si bien adoraba el alemán de Hermann Hesse, ahora estaba perfeccionando el castellano con los cuentos de Borges, que leía al volante del coche cuando su señorito, un distribuidor mayorista de tripas de res, lo dejaba esperando en segunda fila las tres horas que dedicaba a jugar al mus en una tasca con los amigos.
Primero fueron los mendigos, después los criados ilustrados, luego las prostitutas y las mafias; a éstas siguió una leva de mano de obra barata muy competente y servicial. Con la caída del muro se esfumó el enemigo comunista, pero las tropas del Pacto de Varsovia dejaron instalado en el seno de Occidente este principio revolucionario: a partir de ahora serán los trabajadores los que se explotarán a sí mismos, sin que el patrón intervenga, en la brutal batalla por un puesto de trabajo. Los rusos blancos que huyeron de la revolución soviética de 1917 acabaron en su día con todas las ostras de París. Los intelectuales agoreros se preguntan si habrá ostras para todos los nuevos esclavos.

domingo, 17 de agosto de 2008

EL CRISTAL ANTIBALAS...


REPORTAJE: CINCO IMÁGENES QUE CAMBIARON NUESTRA VIDA... El cristal antibalas
Wojtyla en concierto
MANUEL VICENT 17/08/2008

El papa Juan XXIII suprimió la silla gestatoria porque estaba muy gordo y creía que su peso no se correspondía con el exiguo estipendio que cobraban sus costaleros. Pudo haberles subido el sueldo, pero prefirió bajarse él de la peana. Juan XXIII fue el primer Papa que caminó con las manos en la espalda entre las hortensias y los rododendros del jardín del Vaticano con la misma actitud del campesino que observa las alcachofas de la huerta. Tenía 77 años cuando en 1958 accedió al papado. Los cardenales pensaron que sería un hombre de transición, pero Juan XXIII tenía una rareza: era un papa que creía en Dios. Y a causa de esta gracia estuvo a punto de hundir a la Iglesia. Con el Concilio Vaticano II los templos se llenaron de guitarras, el latín fue descabalgado de la liturgia, con lo cual los fieles comenzaron a entender lo que se mascullaba en el altar. En la mayoría de los casos se trataba de preces muy vulgares, sin aliento místico ni siquiera poético. Juan XXIII murió en 1963 después de desmontar el caparazón de oro de la Iglesia y dejar las sacristías infiltradas de marxistas.
Cumplió la doble misión que le encargaron a medias el Pentágono y el Espíritu Santo
Vino a poner orden un intelectual dubitativo, Pablo VI, que tenía el don de angustiarse en público. Mediante distinciones escolásticas muy sutiles logró que el diálogo entre cristianos y marxistas se estabilizara en el sexo de los ángeles. Después llegó el papa Luciani, en 1978, a quien le costó muy caro no haber sabido disimular su espanto al descubrir las cuentas e inversiones del Vaticano. Pocos días después de su elección se encontró de repente en presencia de Dios, gracias a un té con leche muy cargado.
Vistas las cosas que pasaban, esta vez a la hora de elegir a su sucesor, el Espíritu Santo consultó con la CIA y con el Pentágono antes de inspirar a los cardenales. En Washington le susurraron al oído que tenían preparado a un polaco, anticomunista visceral, para un alto destino. Era el Papa que necesitaba el Occidente. El 16 de octubre de 1978 fue elegido Wojtyla en la segunda votación, un hombre fuerte, de 57 años, que había sido actor en su juventud, trabajador en una fábrica, con una novia gaseada en un campo de concentración nazi. En ese momento los obreros de Polonia estaban a un punto de la rebelión. Las manifestaciones de protesta iban presididas por enormes imágenes de Wojtyla y de la Virgen María, que se reflejaban en las gafas negras del general Jaruzelski. La alta misión espiritual a la que fue llamado este Papa consistía en dar con un martillo de plata obsesivamente a un tabique deteriorado del imperio soviético cuya grieta pasaba por Cracovia. Si lograba partirlo, todo el tinglado se vendría abajo. Wojtyla comenzó a darle con el martillo y, de pronto, se acabó la historia, según Fukuyama.
Que la jugada era arriesgada se supo poco después cuando el KGB le mandó unas cartas credenciales al pontífice. El turco Mehmet Ali Agca en plena plaza de San Pedro lo baleó directamente en el estómago en medio de un revuelto de seglares y monjas que rodeaba su coche descapotado. Fue el 13 de mayo de 1981. La conexión búlgara tenía ramificaciones lejanas, muy misteriosas, puesto que el mismo día, un año después, en el santuario de Fátima, en lugar de aparecérsele la Virgen, se le acercó un sacerdote dispuesto a asestarle en el costado un cuchillo de cortar jamón.
A partir de entonces la fe dio un salto cualitativo: Dios también necesitaba guardaespaldas. La imagen de Wojtyla impartiendo amor divino a todo mundo dentro de una urna de cristal antibalas fue un arquetipo del final del siglo XX. El proyectil de Ali Agca le complicó el organismo, pero Wojtyla nunca olvidaría que de joven quiso ser actor. El encuentro con su frustrado asesino en la cárcel de Regina Coeli no lo hubiera mejorado Bertold Brecht. Tenía además a su disposición todo el boato de la liturgia con 2.000 años de experiencia. La sacristía de la basílica de Roma estaba llena de vestiduras de oro, terciopelos, sedas y damascos, a los que ahora había que añadir chalecos antibalas de Armani, muy flexibles. Ningún espectáculo mundial disponía de un atrezo semejante. Para que la Iglesia recuperara su antiguo esplendor se requería que entraran en acción las masas. Wojtyla se encargó de darles un aire de grandes conciertos de rock a las manifestaciones religiosas donde él oficiaba de Gran Mono Blanco de la tribu. Al final, con el cuerpo maltrecho, envuelto en un caparazón de oro, este actor representó su propia agonía ante el mundo y a su muerte dejó al catolicismo recargado con la electricidad estática que generan siempre las concentraciones fanatizadas, inoculándole el carácter de una gran secta planetaria. Wojtyla había cumplido la doble misión que le habían encargado a medias el Pentágono y el Espíritu Santo.

domingo, 10 de agosto de 2008

2. ADIÓS A LA TIERRA

REPORTAJE: CINCO IMÁGENES QUE CAMBIARON NUESTRA VIDA - Metales inteligentes
2. Adiós a la Tierra
MANUEL VICENT 10/08/2008

El 17 de febrero de 1600, en Campo dei Fiori de Roma, los servidores del Santo Oficio descargaron un carro de leña a media mañana para preparar la hoguera donde iba a arder Giordano Bruno, condenado por blasfemia, herejía e inmoralidad. Todo lo que había dicho este filósofo en su cátedra para merecer el fuego había sido que la Tierra ya estaba en el Cielo, puesto que navegaba por el espacio. En la tolerante ciudad de Venecia se creía a salvo, pero fue juzgado por la Inquisición, encerrado en las mazmorras del Vaticano durante siete años y finalmente entregado por el papa Clemente VIII al brazo secular para que lo mandara al infierno, puesto que no se retractaba. Lo que no sabía Giordano Bruno es que la tierra navega por el espacio a treinta kilómetros por segundo, una velocidad pareja al fanatismo y a la maldad de algunos hombres, como sabe cualquiera en nuestros días.
La imagen de nuestro planeta vista desde fuera ha revolucionado la conciencia humana.
Cuando las cenizas de Bruno fueron aventadas, Galileo tomó su relevo en el excitante enigma de los astros. Uno de sus primeros trabajos consistió en perfeccionar el telescopio holandés y cuando consiguió una lente de veinte aumentos convocó al Consejo de Venecia en la cima del campanile de San Marcos y la enfocó hacia la luna para mostrar a los clérigos y prebostes civiles los accidentes geológicos que había en su superficie. Este descubrimiento echó abajo la teoría física aristotélica que consideraba los astros como esferas celestes, puras, perfectas e inmutables. Galileo fue condenado a la hoguera y sólo un falso arrepentimiento de última hora le libró de convertirse también en un excelente asado.
Durante la Edad Media todo lo que se conocía del hombre se sabía a través de Dios, centro del Universo, pero en el Renacimiento el hombre ocupó su trono. El humanismo volvió la mirada a la antigua Grecia. El Pantocrator de las iglesias bizantinas fue sustituido por el David de Miguel Angel, los científicos comenzaron a enfrentar los experimentos a los dogmas y los astrónomos por su parte ensancharon el concepto del universo cada vez más profundo y misterioso. El impulso del humanismo duró varios siglos, hasta que finalmente una máquina rompió la atracción de la Tierra y puso al hombre a flotar por el espacio con los mismos movimientos neumáticos del feto en una nueva placenta.
La carrera espacial de rusos y norteamericanos no era sino la fuerza centrífuga de la humanidad, que de forma ciega la impulsaba a abandonar el vientre de la madre. La llegada del hombre a la luna el 20 de julio de 1969 fue realmente otro Renacimiento. La huella de Neil Armstrong sobre el polvo lunar era la señal que marcaba el inicio del fin de la naturaleza carbónica del hombre. El humanismo había terminado. A partir de esa bota de astronauta los metales comenzarían a ser inteligentes. Los replicantes estaban al llegar. Las naves que ardían más allá de Orión eran los reflejos de la hoguera de Giornano Bruno, que en forma de rayos T iban a alcanzar muy pronto la puerta de Tannhäuser.
La imagen de la Tierra vista desde fuera como un ente extraño ha revolucionado la conciencia humana. Somos pasajeros de una nave que navega por el espacio sometida a unas leyes inexorables del universo. Alrededor de la Tierra flotan ahora 6.500 instrumentos metálicos, algunos de los cuales aun son humanos vestidos de amianto. Desde la órbita terrestre preparan nuestro futuro hogar en otros planetas, pero alguno de estos metales inteligentes está destinado a vigilar todavía nuestros pensamientos y son capaces de contar los pelos que cada uno de nosotros tiene en el fondo de la nariz, muy cerca del cerebro. Desde esa altura la humanidad es sólo una aventura bioquímica que se mueve sobre una película infinitesimal de la superficie de la Tierra, que ha brotado en su piel como un eczema. Por otra parte nuestra soledad es absoluta. La estrella más próxima de nuestra galaxia está a cuatro años luz, pero en nuestra mente existen miles de millones de planetas donde los monstruos de la vida son nuestros congéneres hermanados en la química universal.
Después de ver la Tierra en una visión extracorpórea la conciencia colectiva ha generado una nueva forma de pensar. Nada que no sea global, planetario y universal tiene ya sentido. Todos los sueños de la humanidad se disparan hacia las galaxias y al mismo tiempo han instalado en el fondo de nuestro cerebro un principio insoslayable: en esta nave o nos salvamos todos o perecemos todos. Este pensamiento nuevo, que se deduce de la cosmonáutica, podría convertir a esta nave, dentro de la atmósfera, junto con los animales, bosques, mares, ríos y montes una categoría metafísica, de modo que la Tierra recobraría la idea de perfección con que Aristóteles dotaba a las esferas celestes. Todo empezó en el Campo dei Fiori de Roma donde ardió un profeta de los astros.

domingo, 3 de agosto de 2008

1. EL FILME DE ZAPRUDER

REPORTAJE: CINCO IMÁGENES QUE CAMBIARON NUESTRA VIDA - LLEGA EL ESPEJO UNIVERSAL
1. El filme de Zapruder

MANUEL VICENT 03/08/2008

El 22 de noviembre de 1963, a las 12.30, el industrial textilero de ropa femenina Abraham Zapruder se hallaba encaramado en un pilar junto a la pérgola de la plaza Dealey, en Dallas, con una cámara Bell & Howell de 8 milímetros, modelo 414. Este hombre había nacido en la ciudad de Kovel en Ucrania, en el seno de una familia ruso-judía. En 1920 emigró a Estados Unidos, se asentó en Brooklyn y en 1941 se mudó a Dallas. Primero cortaba patrones diseñados en una industria de confección hasta que logró crear su propia compañía, cuyas oficinas estaban situadas cerca del Texas School Book Depository, donde se supone que había un sujeto armado con un rifle de mira telescópica, marca Mannlicher, de mecanismo manual, apostado en el alféizar de una ventana de la cuarta planta.
La cámara captó el disparo mortal en la cabeza del presidente Kennedy
Abraham Zapruder usaba la cámara de cine para filmar a sus empleados. Esa clase de tomavistas hasta entonces se alimentaba de bodas, barbacoas, fiestas de aniversario, escenas en el columpio del jardín y perros revolcándose con niños supervitaminados en la pradera. Era la época en que estos aparatos eran todavía inocentes. Aquella mañana de noviembre de 1963, la caravana con el presidente Kennedy y su esposa a bordo de un Lincoln 61 estaba a punto de doblar por Olm Street y entrar en la plaza. Con el ojo pegado al visor, este cineasta aficionado siguió al vehículo, que avanzaba a 25 kilómetros por hora, y hubo un momento en que el presidente bajó la mano y su cabeza hizo un giro rápido. Un segundo después un letrero obstaculizó la toma y cuando reapareció Kennedy ya tenía una mano en el cuello. La cámara de Zapruder captó el disparo mortal en la cabeza del presidente con la salida de la masa encefálica, el hueso del cráneo y la ráfaga de sangre. Fueron tres disparos ejecutados en ocho segundos y medio. La cámara de Zapruder descubrió también a un hombre con un paraguas abierto en un día de sol situado en una colina próxima haciendo señales, a otro tipo de aspecto hispano con el brazo levantado todo el tiempo y a una dama con una cámara Yashica tomando la escena desde otro ángulo, pero ni el sujeto del paraguas, ni el hombre del brazo en alto ni la mujer y su material filmado nunca han sido encontrados.
Ninguna película del Hollywood ha sido nunca tan visionada, analizada, discutida y analizada hasta el fondo de cada fotograma. Ninguna ha contado una historia tan grande con sólo 16 segundos de filmación. El precio de este filme fue valorado en 16 millones de dólares, un millón por segundo. Abraham Zapruder murió de cáncer en 1970 después de inaugurar una nueva época.
Aquel 22 de noviembre de 1963 se acabaron los sueños. Empezaba la nueva era que ha marcado a las sucesivas generaciones. No me refiero a que la muerte del presidente Kennedy marcara el final de una utopía política, sino la entrada en la historia del videoaficionado, un personaje invisible, que a partir de aquel hito estelar se ha ido apoderando del planeta para estar en todas partes y en ninguna. A partir del asesinato de Kennedy ya no irán los fotógrafos buscando la noticia. Serán los sucesos los que irán en busca de las cámaras, y al mismo tiempo todas las personas anónimas que pueblan las ciudades del mundo se convertirán en figurantes. Verás salir de la iglesia a unos recién casados, a los invitados echando arroz a los novios, a la pareja subiendo a una limusina orlada con cintas, globos y cascabeles y a uno de los cuñados grabando el feliz acontecimiento con un vídeo. Sin darse cuenta, este aficionado también habrá tomado con la cámara el atraco que ese momento se estaba produciendo en la licorería de la esquina. Sobre la hamaca de una playa de Sumatra habrá un turista grabando la sonrisa feliz de su novia en biquini con un coco en la mano cuando, de pronto, en la misma toma se verá avanzar una ola gigantesca del mar que se va a tragar a medio millón de personas.
El señor Zapruder se ha reproducido en progresión geométrica. Hoy sus descendientes van con el móvil cargado como un arma con capacidad para grabar toda clase de escenas en directo y mandarlas a Internet con sólo darle a un botón, de modo que vaya usted donde vaya, se halle dentro o fuera de la ley, tiene que saber que su rostro pertenece al universo. Todos los habitantes de este planeta somos ya actores. Al fin y al cabo, el filme de Zapruder resultó ser también sólo una ficción. Nadie sabe todavía quién mató a Kennedy, pero sus 16 segundos de filmación inauguraron la era del espejo universal donde todo el mundo se refleja al mismo tiempo, como víctima o como asesino.

lunes, 28 de julio de 2008

LATIDO

Latido
MANUEL VICENT 05/01/1992

Cualquier acto que uno realice, por miserable que parezca, siempre será un acto universal: en ese momento lo están ejecutando millones de seres en todas las partes del mundo. Vicios, sentimientos y tragedias íntimas participan igualmente de una corriente planetaria que actúa como una fisiología, y arrastrado por ella alguien puede sentirse un asesino muy selecto o un monje lleno de sabiduría, pero no es sino otra de tantas criaturas unívocas que baila al son de una melodía compuesta por todos los placeres y sufrimientos de la humanidad junto con sus ambiciones. Sólo los héroes y los santos captan el sentido de esta música: son conscientes de que la acción o el sacrificio personal se prolonga a través de un inmenso campo de almas, hasta crear una unidad, y sólo dentro de ella se sienten libres o redimidos. Todo cuanto sucede forma una masa. El conjunto de blasfemias y plegarias engendra un cántico que se eleva hacia las esferas, y hasta allí también llega el grito unánime de todos los orgasmos, el sonido de todos los látigos, el rumor de innumerables frustraciones, de idénticas esperanzas, de estertores y carcajadas semejantes, que son reflejos de las mismas pasiones acompañadas por los mismos gestos. Sentir indefinidamente multiplicado el placer sabiendo que de él participan todos los mortales; diluir las desgracias que uno tenga en el acervo común del dolor, en eso consiste la santidad nueva, del mismo modo que el heroísmo de hoy no es más que un ejercicio de humildad: entender que toda la humanidad está haciendo fuerza cuando levantas un papel del suelo. El asesino que campa triunfalmente en un barrio de Nueva York y el monje con la bata de azafrán que a la sombra de un magnolio imparte enseñanzas analgésicas en la ladera del Tíbet, ambos constituyen dos caras de un poliedro, en cuyo interior la crueldad del mundo y la vastedad de su gloria conviven formando una misma sustancia. No estás solo. Infinitos seres se alimentan de tu angustia, infinitos seres generan la dulzura que te sustenta.

domingo, 27 de julio de 2008

TERROR

Terror
MANUEL VICENT 27/07/2008

Al final todas las películas son de terror, porque los actores y actrices que trabajan en ellas han muerto. En la niñez fueron tus héroes. Trababas de imitar sus gestos cuando eras adolescente. Te enamoraste de aquellas mujeres seductoras en tu juventud. Hubo un tiempo en que Gary Cooper, Ingrid Bergman, Montgomery Clift, Audrey Hepburn, Steve McQueen, fueron maravillosos seres vivos junto a otros personajes fascinantes que llenaron tu vida de sueños imposibles. Si ves en televisión una película de cine clásico y estás solo en casa al poco rato te darás cuenta de que eres el único que sigue vivo en un mundo de fantasmas. Hubo un tiempo en que en la pantalla sólo morían los malos, los patilludos de mirada torva, los indios y los cuatreros. Nunca se daba el caso que ese lance le sucediera al guapo. Ningún público hubiera tolerado que Gary Cooper muriera de mala manera. De hecho, todos los actores a los que amábamos eran inmortales. Pero la vida es esa película de aventuras en que al final Gary Cooper muere de verdad. Para saber si te estás volviendo viejo existe una prueba irrebatible. Empieza a contar cuántos actores y actrices que llenaron de fascinación tu juventud viven todavía. Tuve esa experiencia una noche del pasado invierno. Para aliviar el insomnio me puse una película, la primera que salió de la estantería al alargar la mano. Resultó ser Casablanca. Todo iba bien al principio, pero agitada mi imaginación por el viento oscuro que silbaba en la ventana caí en la cuenta de que Bogart en realidad ya no existía y tampoco Peter Lorre ni Ingrid Bergman ni el negro que tocaba el piano ni el policía ni ninguno de aquellos espías alemanes ni nadie de aquellos franceses que puestos en pie cantaban a coro la Marsellesa. Todos habían muerto y yo me estaba moviendo entre ellos dentro de un panteón. Casablanca se había convertido en una película de terror. Tal vez no habría sido lo mismo si hubiera visto la película en un cine de verano bajo las estrellas. Porque envuelto en el aroma de jazmines habría imaginado que aquellos héroes que adornaron nuestra juventud seguían vivos fuera de la pantalla formando una nueva constelación, como seguían vivos los personajes de los libros que leímos un día tumbados en una hamaca.

lunes, 21 de julio de 2008

LOS DADOS

Los dados
MANUEL VICENT 03/01/1993

El azar significa una cara determinada del dado. En ella no estaba grabado un número, sino una flor, y puesto que el vocablo es árabe, los jugadores que en la antigüedad apostaban en círculo bajo la mirada de Alá, cuando arrojaban el dado en una encrucijada del desierto sabían que si esa flor se revelaba sobre la arena, cualquier camino que eligiera el jefe de la caravana sería favorable. Seis caras tiene el dado, pero siete veces, al día cambia el corazón de los humanos, y cada vuelco que da esa víscera supone también una jugada distinta, una baraja nueva. El azar, o azahar, equivale a una flor y a un dado: ambos impulsados por los latidos de la sangre, marcan el destino. Hay que recordarlo ahora, en el tiempo de la epifanía, cuando el sol inicia la rueda. Muy pronto se van a manifestar las flores del almendro y de los prunos, que sin duda darán una gran cosecha de dados y naipes, con alguna reina de corazones colgada igualmente de las ramas. En medio de la iniquidad de este mundo están llegando ya los erizos perfumados por la mar, en las calmas de enero, y después, entre más flores y apuestas, subirá la savia desde el fondo de la tierra hasta llenar innumerables muslos de nácar, y todo irá bien si al echar el dado sobre el polvo v es abrirse los ojos verdes de las habas, que crecen mientras Dios muere y resucita en el primer plenilunio de primavera. Con el deshielo aparecerá el cuerpo de Ofelia hibernado en todos los valles, junto a un juego de dados abierto por la misma cara donde estaba inscrita una rosa. La suerte es una mujer inconstante, pero siempre quedará alguien que quiera regresar contigo a Itaca en verano, cuando los largartos palpitan, aunque sólo sea navegando la sombra de una higuera bajo el sonido de las chicharras. Luego habrá que quemar las páginas amarillas que caen de los árboles, en compañía de las barajas usadas, y cubrir con las flores podridas de otoño los dados de marfil; entonces quedará tan solo tu corazón latiendo, y cada uno de suslatidos será una jugada nueva.

SIN CADÁVERES

Sin cadáveres
MANUEL VICENT 10/01/1993

No ha aparecido todavía el cuerpo de un banquero español colgado de un puente en Londres, ni una beata española ha sacado del armarlo al hijo sacrílego que obtuvo de sus amores con un obispo forzándolo a huir a la selva. Aquí la vida pública apesta a amoniaco, pero este país no ha producido aún grandes cadáveres, sino alguna morralla cosida a navaja, un trabajo muy rudimentario, cosa de teloneros. La verdadera función no ha comenzado, aunque el teatro ya tiene todo el aforo vendido. En otros lugares criminalmente más evolucionados se descorcha el cráneo de un presidente con un rifle de matar bisontes, se envenena a un papa con una tizana durante la lectura del Kempis o se acribilla por riguroso turno al pez más gordo de la mafia con la cara enjabonada en una barbería y, mientras con una cadencia exacta estos asesinatos artísticos se suceden, nadie en la radio habla de corrupción. Sólo suena Bach. Tampoco la prensa de esos países más elaborados se pone histérica ante cualquier escándalo financiero. Allí se sabe muy bien que cada cierto tiempo aparece en escena el fiambre de un prócer balanceándose por el cuello en una viga o flotando boca abajo en el mar junto a su yate fantasma. La representación de estos protagonistas muertos purifica las pasiones del público. Al menos ésa es la función que Aristóteles atribuía a la tragedia. En España corre mucha sangre que es fruto del fanatismo nacionalista, un oficio religioso, pero no existen todavía cadáveres de categoría ni casos de sexo y política que estén a la altura de la época. No obstante, dado el tufo espeso que trae el aire, en nuestro territorio todo parece dispuesto para que se presenten en sociedad los primeros fiambres exquisitos, políticos suicidados, financieros ahorcados componiendo magníficos bodegones de caza. El telón no se ha levantado, si bien los espectadores previamente calentados esperan tocando palmas de tango que aparezcan esos grandes cadáveres hechos fríamente con mucho dinero que nuestra modernidad se merece.

ROGATIVAS

Rogativas
MANUEL VICENT 17/01/1993

Las rogativas constituyen nuestra tecnología punta. En este país gobernado por el anticiclón de las Azores, que es el rabo seco de Jehová, se habla mucho de fibra óptica y de ordenadores de la cuarta generación pero al final, para que salga agua por los grifos, hay que sacar a una Virgen en procesión o pasear bajo el cielo de esparto a un santo incorrupto. En la Exposición Universal de Sevilla se han exhibido con orgullo los más refinados diseños de la ciencia: entre ellos no estaba el brazo de santa Teresa ni el tubo con sangre licuada de san Pantaleón. Ha sido un atraso. Recién clausurada esa gran muestra tecnológica que introdujo a los españoles oficialmente en la modernidad, en Sevilla ha habido que forzar de nuevo a la Virgen de los Reyes a darse una vuelta alrededor de la catedral en compañía del clero para pedir a Dios que se digne llover. Sin duda, la oración es una fuente de, energía que puede hacer saltar en pedazos el calendario zaragozano, nuestro último bastión ontológico, y creo igualmente que las mojamas de los santos que se conservan en los sarcófagos medievales concentran una increíble carga radiactiva que se podría utilizar para mover centrales nucleares. Si se agarra el brazo incorrupto de santa Teresa a modo de barra de uranio enriquecido por tantas plegarias y se introduce en la olla de un reactor generaría millones de kilovatios para iluminar y calentar a todos los demócratas. Hemos vendido demasiado pronto aquel pollino cuyos rebuznos se dilataban por la ardiente luz de la sequía. Dentro de ese resplandor muchos fanáticos todavía esperan que la fe condense las nubes mediante una zarabanda de reliquias, isobaras, exvotos, borrascas y vírgenes. Esta superstición no es para la Iglesia católica una parte del folclor sino una tecnología punta que los obispos estimulan y los fieles desarrollan con el cirio en la mano mirando este cielo exhausto donde Dios se niega a convertirse en agua. La voz de los pollinos ibéricos antiguamente también presagiaba la lluvia. Ésa era otra plegaria. Y la hemos cambiado por la fibra óptica.

MEMBRILLERO

Membrillero
MANUEL VICENT 24/01/1993

Hay una lentísima fuga de la luz que va resbalando por las hojas del membrillero, y al pie del árbol, como un cazador, está Antonio López con un lienzo en el caballete que parece una trampa tendida para atraparla. Esa luz es otro río de Heráclito, en el cual nadie podría bañarse nunca dos veces. Ella fluyendo transforma la sustancia de todos los seres, y el tiempo no es sino la copa de cristal donde la luz se teje y se desteje siempre a sí misma. Intentar captarla en el lienzo es el trabajo imposible de este pintor que en la película convierte su propia impotencia en una obra de arte. Es una tarde de otoño, y los membrillos ya están dorados. Se oyen pitidos de trenes que parten hacia su destino o llegan a la ciudad desde lugares desconocidos. La vida pasa. En la superficie de las cosas, la vida va dejando minuciosas heridas, una memoria amarilla, imágenes de una fotografía de juventud que ya se ha perdido. La cámara de Víctor Erice analiza los ojos del artista apostado junto al membrillero cuando en sus ramas se posa la luz en forma de ave que nunca se dejará cazar. Mientras espera el momento de fijarla en el lienzo también se escucha la ciudad respirando a través del sonido de las ambulancias, y el sol rueda por la tapia camino ya del invierno, que trae aguaceros sobre el cobre de todos los árboles, pero cada membrillo es el mundo y también el alma entera del pintor. La pasión, según Víctor Erice, consiste en que el pintor desee la luz hasta el fondo de la materia; que la imposibilidad de poseerla se convierta en amor o tal vez en melancolía; que al final esa impotencia se transforme en un sueño; que sólo dentro del sueño el artista sea capaz de soñarla; la fusión del sol con el membrillo equivale a un tiempo capturado: ese que te destruye después de haberte hecho inmortal un instante, el que te permite exhalar el mejor perfume un momento antes de que se inicie tu putrefacción. Víctor Erice y Antonio López han realizado con esta película una obra maestra. El sol del membrillo o la impotencia del genio.

VÉRTIGO

Vértigo
MANUEL VICENT 31/01/1993

Sin duda, todos los perturbados sexuales seguirán muy excitados después de haberse saciado al máximo con ese banquete de noticias e imágenes de las tres niñas violadas, torturadas y asesinadas. La luna llena altera la mente de los lobos. También este crimen ritual servido a las masas como un cuento de terror habrá tocado la raíz oscura que en muchos cerebros conecta todavía al hombre con su riera interior. Los próximos violadores estarán ahora relamiéndose de gusto al conocer los pormenores de la autopsia, y cada uno de esos detalles macabros les hará aullar de placer ante el espejo donde se acicalan de noche antes de salir de cacería. La gente se siente redimida con las desgracias de los demás. Contemplar desde este lado las tragedias de los otros consuela mucho. Las desdichas ajenas pueden incluso desarrollar nuestras lágrimas, pero en el fondo ayudan a soportar el infortunio que todo el mundo arrastra, y aunque la catástrofe de otros despierta nuestra compasión, también nos provoca una secreta alegría morbosa por habernos librado esta vez. Debido a eso, todas las desgracias son noticia. Para purgarse de la propia infelicidad, el público se convierte en un espectador sediento de sangre, y cada uno saca de la violencia el bálsamo de la piedad, la, atracción del sadismo o el remedio del dolor. Ante los tres cadáveres de esas niñas descuartizadas en una ceremonia sexual han, aflorado los posos más turbios del alma colectiva. Madres llorosas abrazaron a sus hijas que no habían caído en las garras del lobo; adustos labriegos pedían, venganza calderoniana; anónimos vampiros que parecían honrados padres de familia descubrían un abismo dentro de sí mismos; adolescentes con la cara llena de granos clamaban por la pena de muerte sin ahorrarse el vértigo del propio terror. El sacrificio de esas tres víctimas se ha convertido en una materia de consumo, pero frente a innumerables espejos hay ahora violadores nuevos y asesinos inminentes que se sienten excitados por ese espectáculo y sonriendo imaginan que ellos podrían superarlo.

ESPERPENTO

Esperpento
MANUEL VICENT 07/02/1993

En el espejo cóncavo del callejón del Gato se reflejaba la España de Valle-Inclán: curas, toreros de naipe, aristócratas apolillados, letrados sacamantecas. El espejo cóncavo devolvía también una imagen esperpéntica del mundo de palacio, de los trajinantes y boteros, de los sacristanes y matarifes, de los poetas hambrientos y chulos de gomina. Estos personajes de la España negra han desaparecido pero ahora :nuevos ejemplares se pasean por otro callejón del Gato que ya no se halla en un Madrid de tocino rancio sino tal vez al pie de un magnífico hormigón de Sainz de Oiza para oficinas donde campan los modernos rufianes, delincuentes con Rolex de oro, mangantes y comisionistas vestidos por Toni Miró que se reflejan en las cristaleras de un rascacielos de cualquier arquitecto japonés. Antes la derecha clásica se movía entre la sala de banderas y la sacristía; cambiaba el cirio por el sable según su conveniencia. La oligarquía no tenía necesidad de robar nada ya que todo el país le pertenecía. Con el detritus que iba dejando aquella política se alimentó nuestra historia. Las figuras del espadón, del cacique, del clérigo trabucaire seguidas posteriormente por el estraperlista de posguerra, el sindicalista vertical y el tecnócrata con voto de castidad formaron una galería de esperpentos que después con la llegada de los socialistas al poder se fue completando con los nuevos elementos de la España negra actual que ahora se mira en el espejo deformante del diseño y de la tecnología punta, la cual refleja a algunos políticos de antigua pana con el maletero de] coche atiborrado de billetes, viejos marxistas convertidos en expertos golpistas de ingeniería financiera, los felipones barbuditos atiborrándose en la pastelería del Boletín Oficial. El desfile por el callejón del Gato continúa. Ved ya los rostros de la derecha, idénticas máscaras de antaño dispuestas a tomar el relevo ante el espejo cóncavo. ¿Quién que votara a los socialistas con ilusión hace 10 años les podrá perdonar nunca lo que han hecho?

LA HUIDA

La huida
MANUEL VICENT 14/02/1993

Había carros de labranza en la playa y a la sombra de los toldos la gente comía carne con tomate, abría sandías y bebía con los ojos cerrados levantando el botijo a contraluz. Los niños lloraban o lanzaban gritos de felicidad que se fundían con la claridad del firmamento hasta hacerse de su misma naturaleza. Mujeres vestidas de negro alrededor de un paño con las viandas no cesaban de hablar excitadas a pleno sol con las pantorrillas quemadas. También se desarrollaban largos silencios. Muchos dormían. Había algunos caballos dentro de la mar con los ijares llenos de espuma y el amo les pasaba la mano por allí sin quitarse el cigarrillo de la boca. Aquellos huertanos con sombrero de paja, la camisa blanca y los pantalones arremangados refrescaban a las caballerías con cubos de agua y algunas relinchaban o piafaban entre las muchachas que tomaban el baño con enaguas sujetándose los volantes para que las olas no descubrieran sus muslos, aunque al salir del agua llevaban la tela pegada a la curva del vientre con el triángulo del pubis marcado por una sombra mojada que atraía las miradas de los adolescentes. Dormido en medio de la playa bajo un cúmulo tan alto de sol dentro del sueño oías los golpes del oleaje y el fragor de la resaca junto a los párpados traspasados por la luz de la arena, si bien toda la mar se iba hundiendo en la oscuridad del inconsciente hasta desaparecer, y al final del sueño aún permanecías dormido, pero el oleaje volvía a golpear tus cinco sentidos incluyendo los labios hinchados por la sal y el olor de las algas; dentro de ellos comenzaban a oírse de nuevo los gritos de otros niños con una resonancia neumática y al despertar por completo el sol ya se había ido y entonces sentías un escalofrío de dicha en la médula junto a la barca varada con nombre de virgen donde habías caído derrotado aquella tarde de verano. Para que esos días tan felices puedan volver bastará con que lo sueñes con el corazón limpio, dispuesto a huir de esta ciudad que te ha herido con otros placeres.

REMATAR

Rematar
MANUEL VICENT 21/02/1993

¿Acaso Dios es un científico? No lo creo en absoluto. La carnicería de Sarajevo se realiza sobre una extensión de nieve muy pura. Sin duda Dios es un poeta. Cuando comience el deshielo también hará florecer los almendros en medio de aquel festín de sangre. Allí los cadáveres se siembran desnudos como semillas que germinarán muy pronto. En primavera sacarán sus brazos de la sepultura en compañía de todas las jaras amarillas y entre ellas las balas silbarán buscando nuevos corazones, que son las frutas que dan los humanos, pero los muertos hoy ya no se convierten en árboles llenos de flores, como ha sucedido desde muy antiguo. La última modernidad se caracteriza por otra clase de resurrección. Ahora los cadáveres acuchillados en la ciudad, la gente que ha sido masacrada por las bombas y todos los que mueren de hambre son sembrados sin féretro en el lugar exacto donde han expirado, y, cumpliendo el misterio agrario, estos muertos a los 21 días sacan las extremidades en forma de tallos y después aparece la cabeza y el tronco, el cual se va desarrollando hasta que los pies del resucitado llegan a la superficie de la tierra y en ella permanecen para siempre arraigados sin poderse desplazar aunque el viento los agite con violencia. Existen ya muchos bosques humanos. En aquellos lugares donde la sangre se vierte con generosidad crecen los muertos siguiendo el ciclo de la naturaleza. Inmóviles en las aceras de las grandes urbes o agrupados en algunos valles fértiles, estos seres pueden llevar una existencia muy feliz. Dios obliga a los perros de la ciudad a abonarlos con sus excrementos y derrama igualmente sobre estos cadáveres redivivos la luz más hermosa de abril, los cubre de amor en mayo y hace que sus corazones, que son frutas muy dulces, lleguen a la sazón durante el tiempo de los membrillos, pero en Sarajevo estos muertos vuelven a ser bombardeados y en otros lugares mueren de hambre otra vez. Esta es la mayor crueldad: matar de nuevo a los muertos que ya habían resucitado.

DOMINGO

Domingo
MANUEL VICENT 28/02/1993

Los domingos los hizo Dios para bostezar. Aunque las cosas vayan muy mal, los domingos fueron hechos también para rascarse la espalda por debajo del pijama. Dios creó este mundo lleno de corrupción, y al séptimo día descansó, esto es, apagó la radio, dejó a un lado los periódicos y ni siquiera puso el telediario de las tres. Durante toda esta jornada quiso olvidar el engendro que había realizado. A la hora del desayuno, Dios se preparó unas tostadas con mantequilla y eligió una mermelada de fresa mientras todo el cielo ya olía a café. Se sentó en un sillón de orejas frente a la bandeja y sólo se permitió' hojear muy por encima un suplemento dominical donde venían recetas para adelgazar y la última moda que en ese momento se llevaba en el paraíso. No se había quitado el pijama todavía. En chancletas, Dios anduvo de acá para allá toda la mañana por sus aposentos privados, que tenían doble cristal en las ventanas para ahorrarse los aullidos que llegaban desde el fondo del universo. Tal vez escuchó un poco de música de Bach y al mismo tiempo se entretuvo leyendo algún reportaje sobre ecología o se fue en chándal al supermercado a comprar comida dietética o aún amodorrado dejó que llegara mediodía y entonces se dispuso a cocinar. Preparó una ensalada muy completa, en la cual volcó toda la sabiduría y bondad que no había utilizado al crear el mundo. Se componía de berros, pepinillos, apio, arenques, salmón ahumado, aceite y orégano. Dios sabía que la Tierra estaba llena de violencia. Un coche bomba acababa de reventar el World Trade Center de Nueva York, pero eso no impidió que degustara delicadamente la ensalada sin prisas, puesto que era domingo. Después se echó una siesta, y al final de la tarde vio por televisión un partido de fútbol o algo de rugby tomando una copa muy relajado. Toda la corrupción de este planeta acumulada durante el fin de semana comenzó a airearse de nuevo por la radio en la madrugada del lunes, y Dios, ya bien bostezado ahora, tenía fuerzas para soportarla.

VIOLENCIA

Violencia
MANUEL VICENT 07/03/1993

De la misma forma que en tina galería de espejos el tigre y los cuchillos de Borges se multiplican indefinidamente, así también la violencia se reproduce a sí misma hasta el infinito al reflejarse en la pantalla de televisión, en la radio y en los periódicos cada día. La capacidad de información ha cambiado la naturaleza de las cosas. Las cámaras penetran ahora por el mismo boquete que acaba de abrir la navaja del homicida. Los reporteros ponen el micrófono en la boca de los asesinos en un pasillo del juzgado, los cuales ofrecen al mundo su punto de vista con una sonrisa plácida. Ninguna matanza, se considera válida si no es televisada en directo. Cualquier desgracia que suceda en el rincón más apartado del planeta ya no se distingue de la sopa de menudillos que uno toma en la comida. La niña que en la vida real esviolada y descuartizada sólo lana vez, en los medios de comunicación sigue siendo violada y descuartizada de la mañana a la noche con todo detalle durante la semana entera. Los informes del forense constituyen hoy la única fuente de la filosofía. La sustancia de las cosas cambió aquel día en que las imágenes nos sirvieron a la carta, como una degustación, el asesinato de Kennedy y, a renglón seguido la muerte de su asesino. A partir de ese momento el poder de la información no ha cesado de cabalgar con toda su furia sobre la antigua concepción del mundo hasta producir ese salto cualitativo que en nuestros días ha cambiado la naturaleza de la realidad. La sobrecarga de información ha creado un universo paralelo habitado por ciudadanos cebados de noticias que se multiplican hasta el infinito en la galería de espejos reflejando un solo hecho sangriento hasta formar con él una sola. catástrofe planetaria. No obstante, el mundo ahí fuera nunca ha sido tan feliz como ahora. Lo que está mal sólo son las imágenes que han generado este principio de modernidad: nadie se puede considerar un héroe si no asesina, o es asesinado a tiempo para alcanzar la cabecera del primer telediario.

POSITIVO

Positivo
MANUEL VICENT 14/03/1993

Soy un paseante asiduo de la ciudad. Conozco toda clase de excrementos de perro y a pesar de eso no soy pesimista. Creo que la humanidad está viviendo el mejor momento. Nunca en la historia ha habido tanta justicia, tanto placer. También el dolor de este planeta hoy es inmenso, pero la gente ahora se conmueve ante cualquier desgracia, envía mantas para los terremotos, organiza equipos de salvamento en las riadas, acoge a los refugiados de la guerra, protesta contra la tortura, se escandaliza por la pena de muerte, tapa con una manta los cadáveres en las cunetas, se enternece cuando los asesinos miran directamente a la cámara. Todos los grandes poemas de la antigüedad aún están chorreando sangre. Los libros sagrados de cualquier religión no son sino un trayecto repleto de profetas feroces, de castigos asoladores, de guerreros que pasan a cuchillo a niños y mujeres, de dioses que se comen unos a otros. Todos esos miserables se ofrecían como ejemplo a los mortales. Sin duda, Virgilio y Horacio tenían una extraordinaria sensibilidad. No obstante, podían pasear sin inmutarse por la Vía Apia, llena de reos crucificados, departiendo sobre los recentales. También ellos mismos eran capaces de azotar a cualquier esclavo, rebelde hasta desollarlo y a continuación enhebrar el verso más sublime. A través de todas las pestes de la Edad Media, que parecían consustanciales a la naturaleza humana, los supervivientes alcanzaron el Renacimiento, donde para llegar a Papa había que ser un gran experto en venenos. Cualquier patán de nuestro tiempo, si no es un psicópata, posee sentimientos más refinados frente al dolor y la injusticia que Dante y Petrarca juntos, tan acostumbrados a ver pasar por delante de su casa cuerdas de condenados camino de la horca sin dejar de bostezar. Hoy un rufián llora por una desdicha ajena de la cual el mismo Cervantes se hubiera reído a carcajadas. Pienso en estas cosas paria consolarme mientras paseo por la ciudad esquivando heces de perro de todas clases.

ECOLOGÍA

Ecología
MANUEL VICENT 21/03/1993

Durante una excursión de primavera por la sierra de Aitana arranqué un tomillo y ascendí aspirando su perfume; después con él me restregué las manos para extraer lo que restaba de su alma antes de desecharlo. Creí que había realizado con eso un acto de amor a la naturaleza, pero acababa de cometer un crimen.. Una niña de diez años que me acompañaba lo recogió de tierra para besarlo con gran sentimiento: " ¿Qué te había hecho el tomillo?, me dijo. "Lo has matado". Han pasado algunos años. Ignoro qué ha sido de aquella criatura tan sensible y qué habrán visto desde entonces sus ojos tan limpios. No he sabido nada de ella, Puedo pensar que hoy será una militante ecologista. Amará a los animales, tal vez se habrá encadenado frente a una central nuclear, habrá transportado en brazos a un enfermo de sida y creerá que la clorofila es el primero de los derechos humanos. Será una vegetariana de las que comulgan con mucha unción en saladas, filetes de espinacas y zumos de zanahorias, creando entre las. verduras y su propia carne una mística. Era pura como el aire de aquella montaña, y al llegar a la cumbre su mirada se hizo sólida y sustituyó a la nieve que no había. No he dejado de pensar en los ojos de esa niña desde aquel momento. Todo se corrompe. A lo largo de la adolescencia existe un instante crucial en que la mirada de los inocentes adquiere un punto de malicia, recelo o humillación que expresa algo turbio e impúdico. Es el producto de la primera contaminación de la vida, del primer peldaño que han bajado. Los ojos limpios de aquella niña que hace una década ascendía por la sierra de Aitana constituían la primera materia de la ecología. ¿Habrá existido algún bellaco que los haya ensuciado? ¿Quién habrá vertido en ellos la misma basura que se arroja en los terraplenes? Tal vez la corrupción de todos los ideales le habrá puesto una sombra en la mirada. Tal vez hoy será una joven dispuesta a luchar aún contra la injusticia, pero yo la recuerdo, sin conocerla, como una niña que lloró porque yo había asesinado a un tomillo.