sábado, 19 de julio de 2008

LA BOLSA

La bolsa
Manuel Vicent 03/12/2000

He olvidado el cuaderno de notas. Durante el vuelo de Buenos Aires a Guadalajara de México donde se celebra la Feria Internacional del Libro escribo estas líneas en el único papel de que dispongo: la bolsa plegada en el respaldo del asiento que en caso de mareo sirve para vomitar. Antes de usarla como soporte de alguna idea más o menos limpia, pienso en la afirmación de McLuhan: el medio es el mensaje. Si este principio es cierto se supone que las palabras más puras que uno escriba aquí las leerá el lector en forma de basura, del mismo modo que los ideales nobles se pudren en el interior de algunas personas miserables. El vuelo discurre muy suave sobre la convulsión del trópico. Cambio el vómito por estas palabras: desde cierta altura la miseria y la violencia no se ven porque quedan diluidas en una luz excelsa que es todo un homenaje a Dios. No es cierto que el medio es el mensaje. De ser así algunos grandes poetas que en privado son tipos infames no exhalarían versos tan sublimes ni ciertos artistas, como Fidias, Cellini y Caravaggio que fueron ladrones de oro de sus propias esculturas, pendencieros y corruptores de menores no hubieran desarrollado tanta belleza. Después de aterrizar en Guadalajara, de camino a la Feria Internacional del Libro, en medio de olores espesos me paro a contemplar a una indita de siete años que toca al acordeón canciones de la revolución en una esquina. Se puede pensar que la vida es esta espesura de sensaciones calientes pero al llegar a la Feria pronto intuyes que la realidad no existe. Empujados por la avalancha humana los autores discurren ansiosos, dispépsicos, crecidos o humillados entre millones de volúmenes que albergan unos sueños tan ficticios como estos propios fantasmas que los crearon. Tampoco un autor es un mensaje sólo es un ser virtual. Su huella dactilar, su análisis de sangre o el documento que entregará a la policía no son nada. Su verdadera identidad está creada sólo por las miradas, deseos, opiniones, odios y fervores de los demás. Cada persona es lo que otros creen que es. En medio de una multitud delirante de libros y gentes termino de escribir estas líneas en la bolsa de la basura. De ahí pasará al ordenador y del ordenador al internet y del internet a las esferas. No he vomitado. Sólo he tratado de expresar una idea simple pero ignoro en qué mensaje cada uno de estos medios la va a transformar.

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