jueves, 12 de febrero de 2009

LA AMANTE

La amante
MANUEL VICENT 08/02/2009

Está aquí a mi lado, siempre dispuesta, al alcance de la mano; a veces la acaricio como a una perra, pero no es una perra; tiene la piel ya muy gastada, con algunas señales de golpes que ha recibido en su larga y trajinada existencia; no es especialmente bonita, aunque me complace llevarla conmigo arrastrada con un dedo; juntos hemos corrido muchas aventuras, días de libertad, horas de angustia, inciertas fugas. Está siempre pegada al sillón donde escribo, al pie de la mesa de trabajo; me basta con bajar la mano y acariciar la maleta que me acompaña en todos los viajes. Esta maleta habla. Se trata de una voz secreta que sólo yo puedo oír. De pronto una mañana me dice: "vámonos, levántate y anda". Unas veces su voz es tentadora y otras imperativa. En cualquier caso, cuando la oigo por dentro, obedezco de forma automática. Abro esta pequeña maleta sobre mi cama y la lleno con todo lo que ella exige para complacerme durante el viaje. Desde hace ya muchos años no he hecho otra cosa que seguir sus antojos, que me han llevado a lugares terribles, fabulosos, excitantes e inolvidables. Un día me arrastró hasta el infierno del cólera en el campo de refugiados ruandeses en Tanzania; otro día me llevó a vestíbulos de hoteles fastuosos en las ciudades más fascinantes del planeta, pero también a infectos barracones donde las ratas eran las reinas coronadas. En algunos viajes se comporta todavía como una amante esquiva: es siempre la última en salir por la cinta de equipajes del aeropuerto y me obliga a esperarla hasta que todos los viajeros se han ido y me han dejado solo. Cuando me cree desesperado, al final aparece ella por el túnel y se desliza suavemente por la curva metálica hasta mis brazos. Algunas veces se ha fugado con otro, perdida en espacios inimaginables, pero después de unos días de extravío, al final esta amante siempre ha vuelto a posarse junto a mi sillón de trabajo. Es una maleta ya muy vieja, de color marrón sucio. Durante las travesías por el mundo se han pegado a su piel todos los horrores y placeres, éxitos y fracasos, que ha presenciado, pero en todo caso su interior contiene la libertad y la imaginación que deseo y basta con abrirla para encontrarlas. Por eso la acaricio como a una perra.

domingo, 1 de febrero de 2009

SÓLO HUMO

Sólo humo
MANUEL VICENT 01/02/2009

Parte de nuestro cerebro está inoculado con los mitos de la Historia Sagrada. Antes de que el uso de razón llegara a ocupar ese bulbo, en él ya se había introducido la serpiente del paraíso y allí duerme todavía. La acompañan otras imágenes indelebles: la quijada de asno de Caín, la zarza ardiente, el puñal de Abraham en la garganta de Isaac, los sueños del faraón interpretados por José, la canastilla de Moisés salvado de las aguas del Nilo, el sol detenido sobre las murallas de Jericó, la figura de Goliat derribado por la honda de David, Salomón y la reina de Saba. En la adolescencia estos mitos fueron sustituidos por alfombras mágicas, lámparas de Aladino, aventuras de Simbad el Marino, corsarios negros, viajes a la luna o al fondo del mar. Cuando estas fábulas perdieron energía nuestro cerebro fue asaltado por un conjunto de héroes grecolatinos, guerreros con faldilla de latón, leones y gladiadores, argonautas en busca del vellocino de oro, la hazaña de Aquiles, los infinitos regresos a Ítaca. Estos mitos forman una espiral de humo y uno tarda mucho en darse cuenta hasta qué punto ese humo, que no es sino un sueño de la imaginación, a la hora de vertebrar el espíritu, es más consistente que las columnas de mármol donde han sido esculpidas todas las doctrinas filosóficas y las amenazas morales. Después llegó un momento en la vida en que Hollywood ocupó el lugar de la torre de Babel; Adán y Eva tomaron la figura de Tarzán y Jane; la zarza ardiente fue Atlanta en llamas iluminando el juramento de Scarlett O'Hara. Se quema cada día en el interior de nuestra conciencia la brasa de todos los cigarrillos que se ha fumado Humphrey Bogart mientras la mirada de gata de Lauren Bacall desafía cualquier clase de metafísica. La Segunda Guerra Mundial son las piernas largas y la boquilla de marfil de Marlene Dietrich y ningún viento de los dioses se puede comparar al que, emergiendo por un respiradero desde las entrañas de Nueva York, le levantó las faldas a Marilyn Monroe. El árbol de la ciencia es hoy el árbol del ahorcado y Caín nada tiene que envidiar a James Dean en su huida al Este del Edén a bordo de un Porsche Spider. Sólo humo son también Brad Pitt y Angelina Jolie como lo fueron todos los arcángeles.