Esclavos
MANUEL VICENT 07/09/2008
Para levantar las pirámides fue suficiente un gran geómetra, pero se necesitaron infinitos latigazos. En el año 447 antes de Cristo en la acrópolis de Atenas un paseante se acercó a un picapedrero y le preguntó: "¿Quién eres?". El hombre le contestó: "Soy un esclavo griego que está levantando el Partenón". Toda la filosofía que se elaboró en Grecia no habría sido posible si Sócrates y Platón, después de pasar el día en el ágora parloteando dentro de una sábana, al volver a casa no hubieran encontrado la comida en la mesa. Los romanos veneraban a los dioses lares como protectores de la familia cuyo fuego sagrado ardía de forma perenne en el hogar. Se ha tardado veinte siglos en saber que los dioses lares eran los criados. Cuando éstos desaparecieron la familia quedó desestructurada. Hoy se ha recompuesto en torno al frigorífico. Nunca ha habido imperios sin esclavos. Todos los coliseos, acueductos, calzadas, murallas, castillos y catedrales se elevaron sobre musculaturas humanas sometidas a un ideal. Debajo de una gran epopeya siempre hay una gran ignominia. El imperio español iba directo hacia Dios, pero antes hubo que cazar negros a lazo, llevarlos a América y someterlos a trabajos forzados. Inglaterra era la dueña del mundo mientras en sus minas de carbón en el siglo XIX todavía trabajaban niños 16 horas diarias, lo que permitía a la aristocracia británica fundar todos los deportes y tomar el té rizando el meñique. En Estados Unidos fue abolida la esclavitud por Lincoln en 1862, pero son millones aún las hormigas sin papeles que duermen en sótanos clandestinos de la ciudad sometidas a la servidumbre de alargar la mano y agachar la cabeza. Generalmente se considera que el imperio de Norteamérica, que muerde más de lo que puede tragar, se halla en la fase final de su curva histórica. La civilización que más esclavos tenga será la que asuma el protagonismo del siglo XXI. El espectáculo de la apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín fue la demostración ante el mundo de que China está preparada para recoger el testigo. Son 1.300 millones de habitantes, de los cuales la mitad son abejas obreras del Estado. Si la esclavitud, bajo diversas formas, ha hecho la historia, vaya usted tomando nota.
MANUEL VICENT 07/09/2008
Para levantar las pirámides fue suficiente un gran geómetra, pero se necesitaron infinitos latigazos. En el año 447 antes de Cristo en la acrópolis de Atenas un paseante se acercó a un picapedrero y le preguntó: "¿Quién eres?". El hombre le contestó: "Soy un esclavo griego que está levantando el Partenón". Toda la filosofía que se elaboró en Grecia no habría sido posible si Sócrates y Platón, después de pasar el día en el ágora parloteando dentro de una sábana, al volver a casa no hubieran encontrado la comida en la mesa. Los romanos veneraban a los dioses lares como protectores de la familia cuyo fuego sagrado ardía de forma perenne en el hogar. Se ha tardado veinte siglos en saber que los dioses lares eran los criados. Cuando éstos desaparecieron la familia quedó desestructurada. Hoy se ha recompuesto en torno al frigorífico. Nunca ha habido imperios sin esclavos. Todos los coliseos, acueductos, calzadas, murallas, castillos y catedrales se elevaron sobre musculaturas humanas sometidas a un ideal. Debajo de una gran epopeya siempre hay una gran ignominia. El imperio español iba directo hacia Dios, pero antes hubo que cazar negros a lazo, llevarlos a América y someterlos a trabajos forzados. Inglaterra era la dueña del mundo mientras en sus minas de carbón en el siglo XIX todavía trabajaban niños 16 horas diarias, lo que permitía a la aristocracia británica fundar todos los deportes y tomar el té rizando el meñique. En Estados Unidos fue abolida la esclavitud por Lincoln en 1862, pero son millones aún las hormigas sin papeles que duermen en sótanos clandestinos de la ciudad sometidas a la servidumbre de alargar la mano y agachar la cabeza. Generalmente se considera que el imperio de Norteamérica, que muerde más de lo que puede tragar, se halla en la fase final de su curva histórica. La civilización que más esclavos tenga será la que asuma el protagonismo del siglo XXI. El espectáculo de la apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín fue la demostración ante el mundo de que China está preparada para recoger el testigo. Son 1.300 millones de habitantes, de los cuales la mitad son abejas obreras del Estado. Si la esclavitud, bajo diversas formas, ha hecho la historia, vaya usted tomando nota.
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