domingo, 27 de abril de 2008

LA PARTIDA

La partida
MANUEL VICENT 27/04/2008

La vida es una partida de tute en la que el cura tiene siempre las diez de últimas. A su debido tiempo, todo el mundo acaba por sentarse a esa mesa de juego. Unos, de repente; otros, después de una larga enfermedad; finalmente, cualquier mortal debe enseñar las cartas. Durante el tránsito, más o menos divertido por este perro mundo, puede que uno haya tenido la suerte de cantar las cuarenta en oros o las veinte en bastos, pero a la hora de estirar la pata y contar las bazas, el cura se reserva la última mano, que es el terror a la muerte. Ningún tahúr ha jugado nunca con tanta ventaja. Para superar la psicosis del más allá todas las culturas han establecido ritos extraños alrededor del enfermo. Lo nuestro de toda la vida ha sido meter bajo los riñones del agonizante la estampa de un santo milagroso o dejarse untar el calcañar con los santos óleos para tener los pies ligeros en el instante de dar el gran salto. El creyente tiene derecho a pedir el auxilio espiritual de un capellán y también a que éste no le ponga el listón demasiado alto. El dolor no tiene ningún sentido religioso. Morir en paz sin sufrimiento alguno es nuestra última conquista. Pero si ahora en los comités de ética de la sanidad pública se sienta preceptivamente un cura católico, aunque tenga el buen gusto de no opinar sobre los remedios paliativos del paciente, bastará sólo con su presencia en la reunión para que la sombra de la censura religiosa infecte hasta el tuétano a los médicos y enfermeros del hospital. Una vez más el Gobierno socialista ha dado muestras de tener pánico a la Iglesia. Por otra parte, sea usted creyente o ateo, rece para que en el momento de partir hacia el valle del Edén no revolotee alrededor de su lecho un médico beato imbuido por un cura partidario del dolor como expiación porque entonces, en nombre de Dios, le obligarán a beberse el cáliz hasta las últimas heces. A Cristo en la cruz un centurión le mojó los labios resecos con una estopa empapada con vinagre y otro le pegó una lanzada en el costado para abreviarle la agonía. Pero un día, sentado en el comité de ética, el cura comenzará a contar como siempre las bazas del tute y le cantará a usted las diez de últimas en el momento en que vaya a entregar el alma.

domingo, 20 de abril de 2008

NAUFRAGIO

Naufragio
MANUEL VICENT 20/04/2008

Al viejo marinero una poliomelitis infantil le había dejado una pierna quebrantada, pero no hasta el punto que le impidiera caminar con una cojera en cierto modo muy elegante. Estaba enrolado en una barca de pesca, que faenaba por las aguas placenteras del mediterráneo y pese a este quebranto era el marinero más apreciado por el patrón. En el bar de pescadores un día le hablé del capitán Acab. Le dije que este personaje, siendo también cojo, se enfrentó con gran coraje a una ballena asesina y se convirtió en un héroe de la literatura universal. "Yo sólo me peleo con salmonetes y a lo sumo con alguna gamba" -exclamó el viejo marinero para rebajar la conversación al nivel de la cazalla que estaba tomando. Este hombre, con los años, había terminado por incorporar la cojera a su personalidad como un signo de distinción e incluso se podía pensar que estaba orgulloso de tener una pierna más corta que otra, pero un día las cosas se le torcieron de verdad. Durante una jornada de pesca se produjo una tempestad y la barca naufragó, aunque el viejo marinero consiguió agarrarse a un madero y así se mantuvo a flote varias horas hasta que fue rescatado por un mercante de bandera alemana. A bordo le exploraron el daño que pudo haber sufrido su cuerpo. Dos alemanes comenzaron a tirar con mucha rudeza de su pierna mala tratando de igualarla inútilmente con la buena. "¡Dejadme, que yo soy así!" -gritaba el viejo marinero una y otra vez sin que los socorristas comprendieran el significado de sus alaridos. Ellos pugnaban por encajarle los huesos con un interés denodado. "¡Soy así, estoy mal hecho, dejadme!", gemía el náufrago entre blasfemias de dolor. Finalmente los alemanes consiguieron destrozarle la pierna hasta dejarla inútil por completo y desde entonces el viejo marinero ya nunca fue el mismo. Perdió la gracia personal que tenía al caminar y dada su edad avanzada creía, según me dijo, que ya no le quedaba tiempo de incorporar este nuevo quebranto a su vida hasta convertirlo en una forma de elegancia. He pensado muchas veces en este viejo marinero. Las heridas que se arrastran desde muy lejos envueltas con los años son las que nos definen siempre y al final nos permiten alcanzar la dignidad en medio del naufragio.

martes, 15 de abril de 2008

PANTALLAS

Pantallas
MANUEL VICENT 13/04/2008
No recuerdo haber visto nunca en una película norteamericana el interior de una casa donde apareciera una biblioteca familiar. Tampoco a ningún héroe del cine clásico, Gary Cooper, John Wayne, Henry Fonda, leyendo un libro en la mecedora del porche después de realizar cualquier hazaña. Por los descampados del lejano oeste puede que a veces cruzara un tipo con un levitón polvoriento vendiendo biblias. Queda la estampa cinematográfica de algún reverendo abriendo el libro de los salmos al borde de una fosa descarnada en el momento de mandar a los verdes valles del Edén a cualquier fiambre, pero luego, nada. Los deudos devoraban la tarta de frambuesa que había preparado Maureen O'Hara para después del funeral. Nadie será capaz de imaginar una secuencia con Robert de Niro, Jack Nicholson o Brad Pitt enfrascados en la lectura de una novela. Ni siquiera Woody Allen se ha permitido el lujo de decorar el despacho de su psicoanalista con una estantería cargada de volúmenes manoseados. Los libros en el cine no existen. Esos best sellers con títulos dorados en relieve, que las amas de casa meten en la cesta de la compra junto a las zanahorias, nunca se quedan en casa después de ser leídos. Cuando las cámaras llegan, el trapero ya se los ha llevado. Se ha dicho hasta la saciedad que las pantallas han derrotado a los libros. Media humanidad se pasa el día sentada devorando imágenes. En el avión, en el tren, en el bar, en el hospital donde te acaban de rajar, en el sofá en el que caes rendido al final del día siempre hallarás enfrente una pantalla vertiendo en tu cerebro infinidad de monigotes. Las fotos de los periódicos cada día más grandes, los cuerpos gloriosos de belleza visual que pueblan las revistas satinadas, también se han puesto de parte de las pantallas en la guerra contra la letra impresa. Pero de los libros se salvan siempre las imágenes. Se trata de saber qué tiene más fuerza todavía, si la imagen literaria que conservamos en la memoria después de la lectura o la visión de toda esa fantasmagoría de luces y sombras. Qué deja un oro más profundo en el alma, la goleta Hispaniola navegando rumbo a la Isla del Tesoro a través de las páginas del libro o Gary Cooper soplando la boca del revólver en la pantalla.

sábado, 12 de abril de 2008

AZÚCAR

Azúcar
MANUEL VICENT 26/12/1999

De niño yo creía que los suicidas solían matarse en sábado para tener un entierro multitudinario el domingo que era el día en que no trabajaban los jornaleros. También veía que en el cementerio el enterrador siempre cantaba por lo bajo un fandanguillo mientras preparaba la tierra con la azada para la siembra de algún difunto y esa tonadilla me parecía un himno a la vida. La alegría de vivir que da trabajar en un depósito de cadáveres es tan misteriosa como el hecho de que la mayoría de los suicidas para largarse de este mundo aproveche un risueño y apacible fin de semana, sobre todo en primavera. Hoy en día hay que tener gran perspicacia para discernir si uno está vivo o muerto. No es tan sencillo. Pero si te hallas en un depósito de cadáveres o en un cementerio tienes una enorme ventaja filosófica: basta con que te rasques allí una oreja para demostrar que existes. No hace falta pensar, como requería Descartes. Por otra parte es notorio que el polen de primavera pone muy resueltos a los depresivos: unos se arrojan a un pozo impulsados por el ansia de abrazarse a la oscura raíz de todas las savias, otros se cuelgan de un árbol para convertirse ellos mismos en un fruto adelantado entre las flores. Escribo estos pensamientos tan dulces porque es Navidad, un tiempo en que maduran los nabos. Durante estos días azucarados la desdicha común hace síntesis con la felicidad obligada y esta mezcla causa un gran desamparo en mucha gente. La Navidad es como la diabetes. El exceso de azúcar en la sangre es un mal que ejerce un efecto multiplicador en las demás enfermedades. En estas fechas los mendigos son más mendigos, las catástrofes planetarias son más divinas, las bombas son más mortíferas, los fanáticos son más sagrados, la soledad hace llorar a todos los osos de peluche del mundo encima de la cama, cualquier desgracia que uno tenga se yergue en la cima de esta montaña de turrón. El polen de primavera se parece mucho a estas esporas de falso amor que suelta la Navidad. Es la misma alergia que te obliga a estornudar y que a algunos les lleva a suicidarse comiendo. Para los antiguos romanos esta fiesta era esencialmente triste. Junto al fuego de los dioses lares la familia se reunía para despedir a esos viejos que sin duda no iban a sobrevivir al invierno. Me rasco una oreja en el cementerio, luego estoy vivo. Doy una limosna a un pobre por Navidad, luego estoy muerto.

METEOROS

Meteoros
MANUEL VICENT 19/12/1999

Los asesinos pueden premeditar una muerte con gran frialdad y realizarla con absoluta perfección pero a la hora de sepultar a la víctima suelen exhibir una torpeza inaudita. Luego vienen las lluvias y los muertos sacan del fondo de la tierra una mano crispada pidiendo auxilio a los mieleros o cazadores que transitan por esos escarpados barrancos donde han sido cavadas las fosas apresuradamente. Nadie sabe el número de cadáveres mal enterrados que habrá en este solar patrio. Imagino el espanto que sentirán algunos criminales cuando oigan caer de noche un furioso aguacero o la angustia que producirá en ellos la larga sequía que aflora en los pantanos agotados las calaveras y pistolas reclamadas por los jueces. La justicia es tan lenta y meteorológica como la naturaleza. Mientras en España suenan villancicos de paz y en las tiendas de comestibles durante estas fiestas los chorizos se presentan adornados con lazos de plata la Audiencia Nacional está juzgando a unos guardias civiles por un crimen de Estado. Puede que sea muy siniestro pasar la Navidad y despedir el milenio entre los macabros pormenores de la tortura y asesinato patriótico de dos terroristas a quienes inútilmente se quiso diluir en cal viva, pero este es un país duro capaz de compaginar el mazapán con la visión de unos cadáveres calcinados. De este episodio nacional a uno le humillan tres cosas: ver a un acosado general de la guardia civil fajándose con Dios, con la patria y el honor sólo para escurrir el bulto, comprobar la hipocresía de unos políticos de la derecha que hoy se escandalizan de unos horrendos crímenes que entonces en secreto aplaudieron, saber que un gobierno socialista aceptó y tomó como suya la vieja cloaca del Ministerio del Interior e hizo de sus fondos cegados motivo de enriquecimiento. Pero con ser esto algo terrible nada se puede comparar con esa justicia misteriosa de la naturaleza que sabe llover a tiempo para que los cadáveres saquen la mano cuando por los barrancos inasequibles pasan los mieleros con sus colmenas o con esa lentitud insobornable de la sequía que por fin hace brillar la pistola en la ribera del pantano. Los sótanos del juzgado son también naturaleza. Cuando el procesado cree que su crimen va a prescribir de pronto un viento levanta mil legajos y por debajo de ellos un cadáver olvidado saca el brazo como pidiéndole al magistrado fuego para su cigarrillo.

EL ARCÓN

El arcón
MANUEL VICENT 21/11/1999

Unas damas de la sociedad habían organizado una almoneda de obras de arte y muebles antiguos en favor de los pobres y con este motivo un público burgués muy perfumado se paseaba entre aquel cúmulo de joyas, bodegones, bargueños, armarios, tallas góticas y retratos de prohombres bigotudos. No hay coleccionista que al entrar en una tienda de antigüedades no sueñe con descubrir un óleo olvidado en el sótano bajo un montón de polvorientos cachivaches que resulta ser un cuadro de Goya sin que el anticuario se haya enterado, pero ya no queda en el mundo un solo anticuario tonto; en cambio esta almoneda benéfica estaba regida por señoras de alcurnia llenas de buena voluntad aunque no con demasiada noción del valor las cosas. Era una gran fiesta de caridad y los aromáticos burgueses que visitaban los tenderetes esperaban llevarse una ganga a casa y que encima este momio fuera tomado por una obra de misericordia. Entre otros regalos un benefactor anónimo había donado para su venta en este rastrillo un arcón del siglo XV muy puro, con herrajes y cebolletas también de la época. Por dos millones de pesetas cualquier rico de buen corazón podía adquirir esta pieza perfectamente conservada que además contenía un enigma. El arcón estaba cerrado y la llave se había extraviado, pero había un detalle que no pasó inadvertido al banquero filántropo que en ese momento estaba discutiendo el precio. El arcón pesaba mucho más de lo normal y eso indicaba que podía contener libros, legajos o tal vez un tesoro muy valioso. En el precio iba incluido este misterio añadido ya que se trataba de una venta de caridad en favor de los desheredados. El banquero y la aristócrata del baratillo cerraron el trato y se decidió que el arcón fuera descerrajado allí mismo para levantar acta de su contenido. En cuanto saltó la cerradura se oyó dentro el primer gemido; después, algo semejante a una oración. Levantaron la tapa. En el interior del arcón apareció un mendigo muy deteriorado que alargó el brazo para pedir una limosna al nuevo propietario. Ningún millonario con clase compra un castillo si no se lo entregan con el correspondiente fantasma y del mismo modo que un armario antiguo para ser realmente auténtico debe llevar incorporado un cadáver familiar o, en su defecto, un amante desnudo allí refugiado, en una almoneda de caridad todos los arcones deben tener un pobre dentro. Así sucedió en este caso.

TALISMÁN

Talismán
MANUEL VICENT 17/10/1999

La expedición de los argonautas en busca del vellocino de oro, la conquista del Santo Grial por los caballeros de la Tabla Redonda, la bajada de los alquimistas hebreos al fondo del crisol en cuyo alvéolo pensaban fundir la piedra filosofal, éstos son algunos caminos de perfección que antiguos héroes y sabios emprendieron con el deseo de hallar un talismán que les diera la inmortalidad. El conquistador Juan Ponce de León navegó a Florida desde Puerto Rico para descubrir la fuente de la eterna juventud que manaba en Bimini, según la leyenda. Hoy el viaje hacia ese manantial se realiza pasando primero por las clínicas de cirugía estética donde el mito de la inmortalidad se celebra a cuchillo sobre el rostro de los expedicionarios, pero más allá de este sueño que impone el bisturí, la crema de belleza o el bronceado caribeño, la fuente de la eterna juventud existe realmente, sólo que es muy peligroso beber en ella a causa del veneno que contiene. Ponce de León volvió a Puerto Rico sin haberla encontrado, pero cualquier profesor la tiene ahora a su merced. Esa fuente mana en las aulas del instituto y de la universidad. Allí se reproduce cada curso el mismo prodigio y la misma tragedia. Los alumnos se renuevan cada año. Tienen siempre la misma edad. El único que envejece es el profesor en la tarima. El próximo curso será un año más mayor; en cambio, el agua corporal de sus alumnos adolescentes seguirá brotando siempre pura entre las bancadas sin que se desvanezca nunca la fascinación de su piel, la incipiente turgencia de los senos, la primavera absoluta de la carne. Frente a este manantial sólo la vida del profesor representa la maldición del tiempo y si intenta liberarse bebiendo correrá el mismo peligro que afrontaron los héroes que buscaban talismanes prodigiosos. El vellocino era un imposible sexo femenino situado en la raya del mar que se alejaba a medida que los argonautas navegaban hasta el naufragio. También el Santo Grial cuya búsqueda servía sólo para encender el corazón de los caballeros habría desatado su codicia mortal si lo hubieran encontrado. Y es sabido que la piedra filosofal conducía a la suprema pureza que es la locura. Si desde la tarima el profesor quiere reflejarse en el agua perenne de sus alumnos sólo hallará en el fondo la imagen de su rostro cada vez más destruida, y si acerca los labios para beber de ella será conducido a prisión por la justicia.

SER O NO SER

Ser o no ser
MANUEL VICENT 12/09/1999
Aunque se sabía de memoria lo mejor de Shakespeare e incluso podía recitar en inglés con buen acento la escena entre Hamlet y Ofelia, esta rusa trabajaba en una sala porno y su actuación consistía en simular una masturbación o en mantener con el cliente una conversación erótica a 500 pesetas los tres minutos en una cabina protegida por un cristal antibala. Entre varias bellezas rubias y mulatas la foto de Ketty, llena de seducción, se exhibía en un tablero del local señalada con un número. Dentro de cada cabina había botones también numerados y si el cliente había elegido a Ketty como materia de sus sueños debía pulsar el número ocho. Así sucedió esta vez. Un cliente pulsó el botón de la rusa y en un camerino, donde las chicas esperaban en quimono leyendo revistas del corazón, sonó un timbrazo, se encendió el número ocho y entonces Ketty supo que en la cabina un cliente la requería. Se repintó la boca ante el espejo, se ajustó el liguero de encaje e imaginó que en la penumbra rosa de la cabina le esperaría como siempre un viejo baboso, pero esta vez al otro lado del cristal antibala, sentado en un sillón raído con un rollo de papel higiénico y una bolsa de basura abierta a sus pies estaba un actor que fue muy famoso, uno de los grandes del teatro, ahora olvidado. Tenía una tragedia de Shakespeare en las manos que abrió por la página del monólogo de Hamlet. Ketty no manifestó ningún asombro al ver allí a aquel viejo maestro hoy ignorado por el público, uno de sus mejores clientes. La escena la tenían ya muy ensayada. El actor iba echando monedas en la ranura cada tres minutos para que el cristal no se velara mientras leía con gran entonación el monólogo de Hamlet que la chica en liguero rojo, aunque muy recatada, escuchaba con unción simulando ser Ofelia. Morir... dormir... dormir... soñar acaso, he aquí el obstáculo, pensar qué sueños podrán sobrevenir en aquel hondo letargo de la muerte, recitaba el viejo. Y Ketty en inglés respondía: "Y yo doncella la más mísera entre todas, que sorbí la miel de tus dulces promesas...". Al actor jubilado, antiguo genio de la escena, le excitaba ver a Ofelia desnuda y encerrada en la pecera, pero en el momento del clímax sólo salía de sus labios un leve jadeo seguido de una maldición. Luego arrojaba la tragedia de Shakespeare en la bolsa de basura y sin despedirse de Ofelia salía de la cabina. Y así hasta la próxima semana.

INCENDIO

Incendio
MANUEL VICENT 22/08/1999
Puesto que de buena fuente se nos dijo que el cielo ya no existía, que no era un lugar, sino un estado del alma, decidimos fabricarnos un cielo a nuestra medida esa mañana de domingo y después de bañarnos en alta mar con las velas acuarteladas entre azules esenciales, ya en tierra pusimos unos pulpos secos a la brasa y, cortados en láminas muy finas, derramamos sobre su carne aceite virgen de oliva y unas gotas de limón. Con este paraíso de fabricación casera remediamos el vacío metafísico y mientras un grupo de amigos ya habíamos logrado alcanzar una momentánea salvación eterna por la gracia del pulpo seco a la brasa, alguien recordó que junto con el cielo también el infierno era sólo un problema mental. Lo dijo Protágoras: el hombre es la medida de todas las cosas. En efecto, cuando un comensal afirmó que el fuego eterno había sido apagado recientemente por los teólogos, en ese instante comenzamos a oler a humo y al correr las cortinas pudimos ver que estaba ardiendo el monte de al lado. Entre la humareda avanzaban las llamas sobre ese parque natural que era patrimonio del espíritu y a medida que se iba quemando cada cerro y el viento traía lenguas de fuego por todo barranco ardía también nuestra memoria y en ella quedaban calcinados aquellos días felices que se desarrollaron en esos parajes. Después de haber sido apagado el fuego del purgatorio y del infierno, ahora acaba de ser declarado también definitivamente derrotado el demonio, según el último parte de guerra del Vaticano. Ya no existe ese Príncipe de las Tinieblas que tanto juego daba a nuestra imaginación. Quienes se sientan liberados del espanto de ultratumba deberían pensar que con el cambio hemos salido perdiendo. Aquellos cuentos de terror teológico nos obligaban a seguir siendo niños, pero ahora toda la escatología ha adquirido un carácter cotidiano. Del mismo modo que el Apocalipsis puede producirse con un resbalón en una piel de plátano, el demonio puede ser ese señor sonriente que te cede el paso en el ascensor. Si el limbo es esa playa desierta donde cada grano de arena contiene el alma de un inocente, el infierno será ese valle que florecía lleno de perfumes agrestes en los veranos de tu juventud y que ahora, después del incendio, es similar a tu alma carbonizada. Los terrores de ultratumba han sido transferidos a la tierra. Ya son humanos. ¿No será esto una maldición?

RESIDUOS

Residuos
MANUEL VICENT 15/08/1999

La capacidad de generar basura es uno de los índices más fiables del nivel de vida. ¿Qué es el ser humano? Un ente que tira cosas al suelo. Hasta hace poco, España era un país limpio porque sólo unos pocos tenían el poder de crear desperdicios y la miseria de los demás servía de escoba. Los pobres pasaban la lengua por las aceras y gente muy digna, vestida incluso con abrigo, seguía de cerca a cualquiera que fumara puro esperando trincar la colilla en el aire. Los de abajo cazaban al vuelo no sólo colillas, sino también cuellos de pollo, ropa vieja y todo lo que cayera. No había basureros. Hasta que la clase media no accedió al consumo masivo, el estiércol aún era medieval. Procedía de los pollinos y de ahí pasaba directamente a las verduras. La basura tenía un carácter arábigo: era el excipiente orgánico de las personas y de los animales y su reino estaba en la calle. Al contrario que los países protestantes, el español todavía conserva de su herencia musulmana el amor por el aseo del propio cuerpo y del interior de casa, pero es incapaz de mantener limpia la acera. No obstante, la pobreza general hacía tolerable el estercolero público. Hasta la llegada del neocapitalismo, el muladar español no abandonó su cariz mahometano para convertirse en un detritus católico industrial. Imitando a los antiguos señoritos, la clase media comenzó a tirar cosas al suelo con la idea de que otros las recojan. Las aceras de la ciudad convertidas en extensos albañales por los jóvenes que llenan la noches del fin de semana son barridas por sometidos inmigrantes. Eso demuestra que socialmente la basura se impone de arriba abajo. Entre los residuos humanos, el más moderno es ese pastizal de botellas, envases pringados, preservativos y vomitonas ácidas que dejan ahora los jóvenes después de cualquier concierto o acampada, y también alrededor de las discotecas y de las esquinas iniciáticas en la madrugada del domingo. Se puede pensar que ese estercolero es lírico y que ha proporcionado gran placer a muchos cuerpos felices, como el polvo de estrellas errantes en las noches de verano no es más que una basura cósmica iluminada ante la cual se formulan deseos, pero al ver que los señoritos del sábado duermen mientras otros limpian sus despojos, uno llega a la conclusión de que la propia basura es la ley más rigurosa con que los de arriba someten a los de abajo siguiendo las reglas de los palos del gallinero.

PURGATORIO

Purgatorio
MANUEL VICENT 08/08/1999

En el tablón de avisos que hay en el cielo antes se podían leer anuncios de viajes de fin de semana al infierno. A los bienaventurados que querían apuntarse a la excursión se les prometía tres días de perversión y calderas, chicas pecaminosas , noches en llamas, todo eso que no se encuentra ni siquiera en Benidorm. El infierno solo tenía sentido cuando era el verdadero sur, un lugar de fuego eterno. Desde el punto de vista teológico no había en el universo un parque de atracciones tan excitante o una discoteca que fuera más moderna. Por eso uno imagina a los bienaventurados llenando los autobuses en busca de una emoción de fin de semana después de estar hartos de la gloria celestial, un espacio aéreo donde uno se pasaba la vida oyendo tocar infinitamente el violín y comiendo mazapán al lado de un angelote gordinflón. Pero hoy el cielo y el infierno han sido descodificados. Según la última doctrina del Vaticano ya no son lugares físicos que puedan ser incluidos en las agencias de viajes sino simples estados del alma. Decir lo que ha dicho el Papa, que la tierra ya está en el cielo porque este planeta va navegando por el universo le costó a Giordano Bruno ser condenado a una hoguera de leña ,que era de fuego real, antes de ser enviado al del infierno, que al parecer solo era de atrezzo.También ha sido desarmado el purgatorio. El teólogo que en la Alta Edad Media inventó ese estadio medio entre el cielo y el infierno del que se podía salir tributando con un sufragio por las almas benditas fue un genio financiero. No ha habido nunca negocio más rentable que el purgatorio. El pecado venial es la creación del espíritu que más dinero ha dado. Aparte de que el purgatorio es de una finura filosófica considerable porque da por supuesto que existe un punto ecléctico y dinámico en medio de dos verdades absolutas y cristalizadas económicamente este impuesto de peaje en la entrada del puente celestial ha nutrido las arcas de la iglesia mucho más que la tasa de diezmos y primicias. Las almas benditas levantaban los brazos entre las llamas cuando la Virgen bajaba al purgatorio a realizar la saca los sábados por la tarde no sin haber mirado previamente el estadillo de las limosnas que los familiares hubieran hecho en su respectiva parroquia. Ahora solo queda por descodificar el limbo. Pero ese estado del espíritu hay que dejarlo como está. Es la última playa tranquila y ecológica que queda.

EL ECLIPSE

El eclipse
MANUEL VICENT 01/08/1999

Praga anterior a la caída del muro de Berlín era una ciudad llena de andamios. Me gustaba Praga sobre todo cuando estaba nevada. Las iglesias, palacios y fortalezas ennegrecidas emergían de la nieve como una carbonera que todavía conservara muchas brasas vivas que eran los santos y obispos de oro plantados en las hornacinas. En pleno comunismo el misterio de la ciudad consistía en que aquellos andamios de hierro corroído parecían ya más viejos que las mismas fachadas del siglo XII que se intentaba restaurar. Entre los mecanos anquilosados que formaban túneles en las aceras se movía la gente con un aire ortopédico. El puente de Carlos IV siempre aparecía vacío pero a veces podía verse apoyado en el pretil al personaje de La condena de Kafka a punto de arrojarse al río Moldava para librarse de la tiranía del padre. En la soledad de la niebla al suicida sólo le acompañaban los retorcidos santos de antracita que adornan las barandillas, entre ellos san Vito, patrón de los bailarines y de otros seres convulsos, y san Vicente Ferrer, campeón antisemita, que allí encaramado parecía vigilar el gueto de Praga. Era imposible contemplar la iglesia de Nuestra Señora de Tyn o la Torre de la Pólvora. Lo impedían los andamios herrumbrosos de una sociedad paralizada. Cuando cayó el muro de Berlín todo comenzó a moverse y Kafka también tuvo que adaptarse a la nueva realidad. Los andamios que trepaban por las fachadas de Praga hoy han sido sustituidos por una masa compacta y sudada de jóvenes internacionales que se mueve en torno a los monumentos y cubre el puente de Carlos IV hasta su última piedra con sus mochilas. La última vez que estuve allí descubrí una nueva imagen de terror. Miles de turistas aposentados en los pretiles llevaban todos la misma camiseta blanca con el rostro de Kafka estampado en el pecho. Este rostro de Kafka con su perfil de ratón se reproducía hasta el infinito y avanzaba en manadas por las calles de la ciudad. Ya no hay andamios corroídos por el viejo régimen. Praga palpita ahora bajo la alegre convulsión de viajeros de todo el mundo pero el terror dentro de poco va a tomar otra faz en la ciudad como un avance del final de milenio. El 11 de agosto en Praga el eclipse de sol será total. La ciudad quedará en tinieblas y el rostro de Kafka vagará a oscuras por el laberinto de Praga estampado en la camiseta de infinitos fantasmas.

SACRAMENTO

Sacramento
MANUEL VICENT 11/07/1999

El sacramento de la confirmación para un adolescente masai consistía en matar un león. Superada esta prueba se convertía en adulto y según hubiera sido su valor y destreza para enfrentarse al peligro, podía elegir a la joven núbil más atractiva entre el coro femenino que había asistido a esta ceremonia de iniciación. En realidad se trataba de una subasta del semen de los héroes. Algo parecido sucede durante la berrea de los ciervos. Los machos pelean ante la mirada de las hembras y ellas valoran no sólo el esfuerzo en la lucha con las cuernas sino también el poderío de los bramidos antes de ofrecer su sexo para la reproducción. Así mejora la especie. En los animales como en las personas el sacramento de la confirmación da paso a la seducción con la que se inicia la actividad amorosa. Si escarabajos sacan pecho para seducir a su amada y en las noches de verano los alacranes bailan una esforzada danza prenupcial irguiendo la cola repleta de miel esta ceremonia en esencia no es distinta de la que ejecutan los mozos en el encierro de San Fermín o de la violencia ritual que soportan las reses en miles de capeas en los pueblos donde los jóvenes se pavonean entre el sudor, el polvo y la sangre bajo las miradas de las chicas que llenan los balcones. Este sacramento brutal de correr toros y de apalearlos o acuchillarlos después hasta la muerte haciéndose el gallo podría ser interpretado todavía como un rito sexual. Pero hoy las mujeres se han echado al ruedo y este hecho le ha quitado al rito todo su sentido. En los encierros, corridas y capeas populares participan ya chicas adolescentes que en medio de la violencia primitiva contra un animal neutralizan aquel juego previo al apareamiento. Una de las cosas sexualmente más significativas que puede contemplarse en los nuevos veranos ibéricos es esa abundancia de mujeres que en medio de una plaza de carros disputa a los mozos el antiguo papel de galán. Para convertirse en guerrero y poder reproducirse el joven masai ya no tiene que matar un león como el recluta para hacerse soldado tampoco tiene que aguantar las brutalidades del sargento. El heroísmo tiene múltiples facetas: va desde las ínfulas del escarabajo en celo que se hace el chulo hasta la carrera del mozo por la calle de la Estafeta. Antes las hembras miraban y elegían al más valiente. Ahora ellas corren las reses y torean. Se acabó el rito de iniciación. Ya todo es ignominia turística.

JARDINERO

Jardinero
MANUEL VICENT 13/06/1999

Dos horas a pie por la vereda tenía que caminar don Diego Álvarez de Toledo y Prieto-Villegas, un indio maya que así se llamaba, hasta llegar a casa del ama Teresa donde cuida el jardín. Vestido de blanco, con guaraches y jorongo, este indio diminuto con nombre de conquistador llegó aquella mañana un poco demorado al trabajo. Había pasado toda la noche en la sala de espera del hospital donde su hijo Dieguito, de tres años de edad, había sido internado con urgencia por una fiebre súbita con vómitos. El criado don Diego Álvarez de Toledo con el sombrero en la mano y sin levantar la vista del suelo pidió excusas a su ama por la tardanza. "Dispense, señora -murmuró- pues hasta las ocho no ha salido el doctor para decirnos que Dios se había llevado al cielo a Dieguito". La señora, que no poseía ni un tercio de apellidos que su jardinero, quedó compungida al saber que aquel indito maya había andado tanto camino para decirle que su hijo había muerto esa mañana y viéndolo entero y sin lágrimas dispuesto a trabajar ese día en el jardín pese a que Dieguito le esperaba metido en una caja blanca, pensó qué grado de insensibilidad no tendría aquel ser ante la muerte. Tal vez esta pobre gente estaba tan acostumbrada a sufrir que la dulzura en el rostro engendrada por el dolor se confundía con la vida. "Por Dios, váyase usted, don Diego, a enterrar a su hijito". Pero el jardinero le contestó que las rosas también le necesitaban. Sin duda aquella señora no estaba capacitada para distinguir qué era resignación, qué era fidelidad, qué era amor a un hijo muerto, que era amor a las rosas vivas. De hecho el criado maya don Diego Álvarez de Toledo estuvo trabajando todo el día en el jardín. Extendió el mantillo y trasquiló la hiedra mientras a dos horas de camino en el poblado su familia también adornaba al muertito con su traje blanco, con guirnaldas de papel de colores y algunas medallas. Al terminar la jornada el criado pidió permiso a su señora para cortar las seis mejores rosas del jardín. Cuando el sol ya doblaba se vio caminar por la vereda a don Diego Álvarez de Toledo y Prieto- Villegas que volvía a casa con las flores en la mano apurado por llegar a la hora del entierro. Nunca un hijo tuvo en su muerte unas rosas mejor cultivadas. Caminaba vestido de blanco sin lágrimas, con polvo en los guaraches de una tierra que nunca sería suya, con una dulzura en el rostro que siempre sería la de toda la humanidad que se dolía.

GARROTE VIL

Garrote vil
MANUEL VICENT 07/03/1999

Se cumple ahora el vigésimo quinto aniversario de la desaparición del garrote vil. La última vez que este artilugio de muerte entró en acción fue en marzo de 1974 y se empleó alrededor del cuello del anarquista Puig Antich y del apátrida polaco Heinz Chenz. La horca era el método con que se ajusticiaba en nuestro territorio a los condenados desde la Edad Media hasta que en el Código Penal de 1822 el rey Fernando VII "para celebrar el feliz alumbramiento de la reina, mi muy amada esposa" sustituyó la soga por el garrote al considerar que este instrumento era más humanitario o más rápido o tal vez más ajustado a la estética nacional del descabello. Los españoles obtuvieron de la magnanimidad real la gracia de morir agarrotados. Marianita Pineda probó esta gargantilla de hierro en Granada, en mayo de 1831, en un cadalso bajo el aguacero. Me causó honda impresión ver ese instrumento de cerca cuando aun estaba en funciones con todo su vigor. Un día acompañé al fiscal Jesús Chamorro hasta el último sótano de las Salesas y en un pasillo polvoriento me invitó a que abriera un tabuco cegado donde se guardaban las fregonas y los cubos de detergentes.Había allí un cajetín con tapa corrediza lleno de telarañas que contenía unos hierros herrumbrosos. Era el garrote vil. Parecía un alacrán desarticulado o dormido. Alacranes como éste había uno en cada Audiencia Territorial y cuando nuestra Constitución de 1978 suprimió la pena de muerte fueron traídos a Madrid. Volví a verlos todos juntos como un nido de bichos venenosos esparcidos por el suelo de aquel sótano en ruinas y había garrotes con varios modelos de corbatines y torniquetes, goyescos, estilo Restauración, galdosianos, de acero inoxidable, algunos muy famosos por el renombre del cuello que abrazaron. Si cualquier objeto se convierte en arte, según el método de Marcel Duchamp, con sólo contemplarlo con una mirada nueva al colocarlo fuera de su tiempo y lugar, el garrote vil iluminado hoy sobre un podio de museo podría pasar por un hierro de la primera época de Chillida o de Oteiza. Ante el horror de esas agonías de los condenados que se dilatan en las cámaras de gas o en las sillas eléctricas de Norteamérica donde el Estado persiste todavía en el siniestro oficio de matar, hay que celebrar que el progreso de nuestro espíritu haya convertido el garrote vil en una escultura moderna sin carga alguna de veneno.

DEMONIO

Demonio
MANUEL VICENT 21/02/1999

El demonio ha adoptado diversas formas a lo largo de la historia. No siempre ha tenido una acepción maligna. En la mitología griega, el demonio era un genio interior que se limitaba a señalar lo que no había que hacer. Era el espíritu del no. Saber negarse, aprender a decir no sin que te rompas por dentro es el grado más alto de la personalidad. A muchos les supone una hazaña muy difícil de conseguir. Necesitan ayuda de un psicoanalista, que es una encarnación moderna de aquel demonio griego. Sin duda, Sócrates hoy impartiría su filosofía al borde de un diván. Tal vez, toda su labor consistiría en enseñar a decir no. Luego, en la cultura babilónica, recogida en el Génesis, al demonio se le llamó Luzbel, Belcebú o Lucifer, que hoy han pasado a ser nombres de discotecas. No existe título nobiliario más antiguo que el de Príncipe de las Tinieblas. Puede que, un día, este príncipe portador de la luz se rebelara contra Dios y, a la hora de establecer su negación, midiera mal las fuerzas. Perdió la batalla y fue condenado. Luzbel, Belcebú o Lucifer se convirtió en un simple aerolito desprendido de aquel astro rey. Ahora sigue atravesando en su caída todo el universo a oscuras, y este demonio sólo se enciende cuando penetra en la atmósfera de la Tierra. Como una estrella fugaz, se precipita de noche sobre el asfalto de la ciudad, donde se dedica a deslumbrar, a comprar almas a cambio de un momento de luz. El demonio más moderno es la lente que crea imágenes. Para tentarte, la cámara se acerca suavemente y te promete un instante de esplendor. Le ofreces el rostro, y la lente escruta primero la calidad de tu piel, y luego, ese ojo malvado se agarra a todas las erosiones que el tiempo le ha infligido y, por una de ellas, tal vez un poro, tal vez un grano, se introduce en el interior del cuerpo buscando el espíritu. Siempre lo encuentra. Sentados en el hígado, el demonio y el espíritu realizan la transacción. El demonio se lleva el alma a bajo precio y, a cambio, sólo deja un espectro que luego aparecerá en la pantalla. El antiguo demonio de los griegos enseñaba el don supremo de la negación. El moderno Lucifer es el que te fuerza a decir sí. Es el camino más corto hacia la destrucción. Haga usted la prueba. Si dice a todo que no, se sentirá liberado porque su espíritu no está poseído. Si dice a todo que sí, aunque su espectro se reproduzca a menudo en imágenes, lo más seguro es que se sienta condenado.

REPUESTOS

Repuestos
MANUEL VICENT 24/01/1999
En el futuro las personas que no sientan el terror de ser inmortales tendrán guardados en la cocina una serie de órganos propios envueltos en papel de plata. En la misma bandeja del frigorífico donde ahora se conservan los pollos congelados se podrá tener un repuesto de hígados, páncreas, corazones y bulbos de cerebro clonados. La caverna de Platón que reflejaba la sombra de nuestro doble va a ser sustituida por la nevera. En ella permanecerá la réplica del propio cuerpo humano en porciones como en cualquier tienda de recambios y uno acudirá al hospital con el mismo ánimo con que se lleva el coche a un taller para que le cambien el delco. Este horizonte científico de la clonación es inquietante, más que nada porque la curiosidad humana no tiene límites y se mueve sólo por instinto de forma ciega e imparable. El afán por penetrar en lo desconocido ha derribado siempre cualquier barrera legal, ética o teológica. El avance de la ciencia no se ha detenido ni siquiera ante la posibilidad de que cualquier descubrimiento llevara al exterminio de la humanidad. Cuando Volta experimentó el arco voltaico nadie podía asegurar que no se incendiaría todo el oxígeno del planeta. Cuando se realizó la primera prueba nuclear en el atolón de Bikini no estaba demostrado que no se produciría una reacción atómica en cadena. Al margen de las consecuencias bioéticas de esta conquista celular creo que la clonación humana lleva a la persona al final de un camino y la deja allí frente el terror de la inmortalidad y su tedio infinito. En la eternidad cualquier acto no tiene el más mínimo sentido. En cambio la clonación puede que resuelva de una vez el misterio de la Santísima Trinidad. Dos y dos son cuatro: es una suma perfecta. Dios y Dios son Tres. He aquí un enigma insoluble. Pero a partir de la clonación es posible imaginar que un ente sea al mismo tiempo dos o tres personas y una sola naturaleza, con una sola voluntad y distinta sustancia o al revés. La célula padre engendra a un hijo similar y entre estos seres iguales se genera un espíritu volátil que puede llamarse santo por no decir embrionario aunque la teología lo describe en forma de paloma. Por fortuna esta generación no corre todavía el peligro inminente de ser inmortal. Mientras esa terrorífica amenaza no se cumpla levantar una copa o emocionarse ante un plato de espagueti aún tiene sentido. Hay que felicitarse.

SATÉLITE

Satélite
MANUEL VICENT 17/01/1999

Los problemas de este mundo ya no pueden entenderse en toda su profundidad si no es por medio de un satélite. Las pasiones humanas forman una maraña indescifrable si se las contempla de cerca una a una, pero detectadas en su conjunto desde la estratosfera se mueven como una marea planetaria no muy distinta a la corriente del Niño. Entonces comprende uno por qué se bombardea a Irak. Al pensamiento único, a la economía globalizada, a la información total corresponde un nuevo ojo divino, que en lugar de estar encapsulado en un triángulo equilátero como en la Biblia, lo está dentro de un artefacto espacial como en la NASA. Hoy el individuo se confunde con el género, la unidad con el todo, la esencia con la superficie. El satélite artificial que nos reduce a una suma es un instrumento científico tan revolucionario como en su tiempo lo fue el microscopio. Con una lente de aumento los investigadores se adentraron en la intimidad de los tejidos humanos, y en ese camino hacia el alma descubrieron que las batallas de virus contra anticuerpos obedecían a una estrategia uniforme. Asimismo se rige hoy la geopolítica. El alma humana todavía no está al alcance del microscopio electrónico más sensible. Algún día se sabrá que el alma sólo es un virus muy vacilón, pero mientras dura su búsqueda y captura por los científicos en la intimidad de algún tejido sacro, los satélites artificiales detectan en sus sensores las pasiones humanas como una forma de calor que libera la Tierra. El ojo espacial va analizando los cambios de clima en el planeta, el avance de los desiertos, la licuación de los polos, el movimiento de los glaciares y el comportamiento de las hormigas. En este último apartado entramos los humanos, desde los obispos hasta los saltimbanquis, como un modo ciego de avanzar sobre las fuentes de abastecimiento y energía. Por el espacio gira un satélite encargado de revelar el resplandor que despide en el mundo la luz eléctrica. Se ve a Europa y Norteamérica encendidas como enormes antorchas. En cambio África y Asia están a oscuras y en Latinoamérica sólo aparecen algunas brasas aisladas que son las metrópolis en medio de una inmensidad de tinieblas. He aquí la profundidad de la filosofía y de la política desde el satélite: saber si es inevitable, como una convulsión fisiológica, bombardear Irak para que esas dos grandes antorchas sigan iluminando sin peligro una gran fiesta.

OTRO AMOR

Otro amor
MANUEL VICENT 10/01/1999

En la vida ordinaria, las parejas se enamoran de fuera hacia adentro. Primero se interpone el cuerpo y después, con un poco de suerte, llega el alma. Al cruzarse en cualquier parte esos dos seres que luego serán amantes se encuentran con un rostro, unas manos, unas piernas, unos ojos, con la superficie humana que está expuesta a la intemperie. A partir de esta atracción física, la pareja se acerca, traba un conocimiento, expresa unos sentimientos, desvela su pasado, proyecta una felicidad común, se va introduciendo en el alma del otro y llega un momento en que se produce esa conexión deslumbrada de ambos espíritus que se llama amor. Pero cada día son más las parejas que se relacionan por primera vez por medio de Internet. En este caso, al contrario que en la vida ordinaria, el amor se desarrolla de dentro hacia afuera. Alguien lanza un mensaje anónimo a la red, con un nombre supuesto. A este reclamo acude desde el otro lado del planeta una internauta y en la pantalla del ordenador se produce un primer contacto entre dos almas desconocidas que empiezan a ofrecerse datos de su espíritu: deseos, fantasías, falsos sueños, promesas imaginarias, aspiraciones de belleza, todos esos materiales con que se fabrica una gran pasión. El cuerpo no ha intervenido todavía. Una vez enamorados de su alma los internautas comienzan a mandarse fotografías, la de la primera comunión, aquélla tan bonita del parque, una de muy joven en que salió guapísimo. Estas imágenes son tan irreales como los sentimientos que previamente estos amantes se habían ofrecido, pero el engaño ya no tiene importancia. Así le sucedió a un gordo y seboso señor de Hamburgo que conectó con una gorda y decrépita señora de Toronto. Se encontraron en un punto virtual de la red. Comenzaron a intercambiarse unos sentimientos delicados, deseos puros o tal vez inconfesables; abrieron sus respectivas almas en el espacio inmaterial y desde esa intimidad, seducidas a causa de tanta perfección, fueron concretando sus figuras y primero se mandaron mutuos retratos donde aparecían jóvenes y radiantes. Finalmente se dieron una cita en el Plaza de Nueva York y allí se descubrieron gordos, viejos e incluso repulsivos, pero ya se habían enamorado ciegamente por dentro. La sorpresa que se llevaron fue la contraria que se produce cuando alguien, fuera de Internet, se enamora de un cuerpo espléndido y se encuentra con un alma idiota.

AÑO NUEVO

Año Nuevo
MANUEL VICENT 03/01/1999

Un escritor ambicioso quería expresar con un hecho la esencia de este fin de milenio pero no encontraba nada que fuera decisivo pese a que el mundo estallaba cada día en pedazos. Le parecía poco importante que una becaria de rodillas en el Despacho Oval le sacara la médula al emperador del planeta y que éste en compensación bombardeara una farmacia de Sudán sin previo aviso. Por lo visto tampoco tenía interés literario que en el mismo paraje donde se asentó el Paraíso Terrenal se reprodujera ahora el mito del pecado original y su castigo bajo otro árbol de la ciencia. Una serpiente tentó a Sadam: si comes del fruto de este árbol prohibido serás como Dios, podrás desarrollar una buena sopa química y tan pronto consigas una ojiva nuclear también serás omnipotente. Dios mandó a unos inspectores para que contaran las manzanas del árbol de la ciencia y viendo que faltaba alguna envió una lluvia de misiles sobre la cabeza de Adán, pero luego remató este coito de acero con la promesa de un redentor que daría salida a sus barriles de petróleo. Acababa de empezar el año 1999 y aunque los monstruos suelen sacar la cabeza cada fin de milenio ninguno de ellos era considerado demasiado terrible por este escritor comprometido con la esencia de las cosas. En los laboratorios se estaban creando animales mitológicos, quimeras, gorgonas, gallos celestiales, mezclas de ratas y arcángeles, los mismos seres fantásticos del libro de Hesiodo. Acababa de ser desmontado genéticamente el gusano más elegante y el principio de la inmortalidad ya se había puesto a hervir en las retortas, pero esto, al parecer, no era nada significativo. Este escritor tampoco creía esencial que los ministros fueran sorprendidos buscando adolescentes en la oscuridad de los parques, ni que el corazón de los jueces ya no distinguiera entre patriotas y asesinos a la hora de dar trasiego a las cárceles. El hambre era todavía el mayor océano del planeta. Un huracán acababa de coronar el cielo de Centroamérica y en el desierto de Argelia otro vendaval de navajas segaba cada sábado varias decenas de gargantas. No obstante, si al escritor le hubieran preguntado qué tragedia caracterizaba este tiempo su respuesta habría sido ésta: el símbolo de la caída era ese ciudadano medio cargado de paquetes que está dispuesto a tragar con cualquier bajeza política o moral con tal de seguir consumiendo hasta el final de sus días.

miércoles, 9 de abril de 2008

ELECCIÓN

Elección
Manuel Vicent 12/03/2000
Esta mañana ante el armario abierto ella ha decidido ponerse las bragas de seda y no las de algodón; en cambio él ha elegido el jersey de pico en lugar de la chaqueta de espiguilla. Dentro del azar de cada día la vida consiste en realizar actos mínimos de voluntad que crean infinitos destinos que se entrecruzan formando un tejido. Concretamente esta pareja que lleva 20 años unida se conoció porque él una tarde no pudo resistir la tentación de comprar un paquete de Malboro. En ese momento se debatía en el terrible esfuerzo de dejar el tabaco. Decidió que esa sería la última cajetilla y llevado de un impulso irresistible entró en aquel estanco perdido en el caos de la ciudad. Allí estaba una chica pegando varios sellos a una carta. Su lengua tan fresca, tan rosada forzó en este joven anónimo una mirada cálida que la chica percibió muy bien. Él dijo algo divertido. Ella se rió. Aquella carta era para su novio holandés, pero un año después la chica se casó con este fumador dubitativo que se debatía entre fumarse o no el último paquete de cigarrillos. Si la chica no hubiera pegado los sellos con la lengua tal vez ahora viviría en Rotterdam y su hija de 18 años sería una rubia atlética y no esta morena de ojos vivos que este domingo de elecciones se pondrá a la cola para votar por primera vez. Hoy la han invitado a ir a la sierra y la chica ha dudado en depositar la papeleta en la urna antes o después de la excursión. Votar a un presidente de la nación es muy importante, pero desde que se ha levantado de la cama esta electora primeriza no ha hecho sino elegir unas cosas u otras: el lápiz para los labios de cera o de carmín, la blusa pegada o suelta. Estas disyuntivas tan simples nunca se sabe a qué acantilados te pueden llevar. También los grandes bombardeos a primera vista constituyen hechos decisivos para la historia, pero en el amasijo humano de los refugios bajo los obuses la vida y el azar forman una sola amalgama y probablemente es allí donde el río humano cambia su curso. La joven electora ha optado por votar a última hora de la tarde. El aire de la sierra le ha dejado las mejillas encendidas. Un joven que va detrás de ella en la cola decide que hará lo imposible en esta vida por besarla. El voto es secreto. Después de depositarlo en la urna el joven le guiña el ojo. Ella sonríe. Ninguno de los dos confesará a quien ha votado: ambos se han elegido entre sí creando su propio destino.

PANTEÍSMO

PANTEÍSMO
Manuel Vicent 05/03/2000
Cualquier líder espiritual, ya sea Papa, Dalai Lama, Gran Pope o simple profeta puede pasearse tranquilamente sobre las ruinas después de una catástrofe de la naturaleza sin correr ni siquiera el riesgo de ser abucheado. Pese a que dice ser el representante en la tierra de ese Dios que ha desatado el huracán o ha desbordado el cauce del río los supervivientes verán en él una esperanza. Se trata de un misterio sin resolver. Cuando el líder espiritual se presenta en el lugar del cataclismo, una vez enterrados los muertos, y se pasea entre los escombros vestido con túnica bordada y cayado de oro seguido de la sagrada comitiva puede que no sienta vergüenza de haber predicado la infinita bondad de su Dios; tal vez experimentará una sensación de más poder todavía al ver el terror de tantos desvalidos. Durante la ceremonia religiosa que seguía a cualquier tragedia, hasta hace bien poco, el oficiante solía culpar del desastre de la naturaleza a la maldad humana e incluso aprovechaba la ocasión para humillar aún más a sus fieles con el anuncio de nuevos castigos. Cuando los líderes espirituales tenían su reino sólo en las esferas celestiales, desde allí arriba impartían un miedo absoluto que, si bien servía de fundamento a unos intereses materiales, simulaba caer únicamente sobre el alma. A partir del terremoto de Lisboa acaecido a mitad el siglo XVIII la cultura laica de Occidente, alentada por Voltaire, logró desacralizar las catástrofes naturales y ponerlas bajo vigilancia de la razón, servidora de ateos sarcásticos e irónicos librepensadores. Pero hoy los cataclismos son aun más didácticos. Las catástrofes del planeta sirven para despertar cada vez más el alma común de la humanidad. También en las tragedias existe la globalización, no sólo en la economía. Las lluvias desbordadas de Venezuela o Mozambique, el terremoto de Turquía o cualquier ciclón de la India ayudan a condensar una conciencia universal, ya que son latidos de un único panteísmo. Hasta ahora dábamos limosna a un determinado mendigo de la esquina. Esa misma caridad se ejerce hoy con los países pobres pero puede suceder que un día se licúen los casquetes polares y entonces las aguas anegarán la columnata de Bernini en el Vaticano hasta la ventana donde se asoma el Papa. Desde allí dará la última bendición a los últimos náufragos del planeta y después mirará al cielo una vez más sin esperar respuesta.

ESPEJOS

Espejos
Manuel Vicent 23/01/2000
Los espejos también se comportan como las personas: unos nos quieren, otros nos odian. Otros símplemente nos ignoran. Todos tenemos almenos un espejo que es nuestro amigo íntimo. Cuando entro por las mañanas en el cuarto de baño veo en la repisa del lavabo frascos de cremas con nombres de dioses. En medio de este Olimpo cosmético y envasado me afeito contemplando mi rostro en un espejo muy amigo que se porta bien conmigo: Hace que me acostumbre lentamente a la crueldad del tiempo. Por eso le amo. Lo elegí entre otros muchos. Este espejo no sólo devuelve mejorada mi imagen: también busca el residuo de viejos ideales que haya podido quedar en mi interior para rejuvenecer con ellos mi cara. Pero caminando por la calle a lo largo de los escaparates uno se vuelve a crear a sí mismo. De pronto en la luna de una mercería te enfrentas con ese desconocido que tú eres. Le miras de reojo y ves que su silueta aún es aceptable; en el siguiente escaparate lo descubres como un ser derrotado, en otro percibes por primera vez que ya camina como un viejo,en otro él se esfuerza por pasar con la tripa metida, en otro yergue la espalda para simular que es un ciudadano jovial. Las distintas imágenes que a uno le devuelven esos cristales pueden ser amables, indiferentes, desoladas. Por fin concluyes que la vida no es sino ir reflejando tu figura en el escaparate de los demás como una mercancía que con el tiempo va generando menos interés en ser adquirida hasta que un día te encuentras formando parte de una rebaja de grandes almacenes. Pero existen otros espejos que son enemigos declarados. De pronto al entrer en eun probador te sientes acuchillado por la espalda. Son innumerables los crímenes que los espejos de los probadores han cometido. Algunas personas se han salvado huyendo de allí en calzoncillos, aunque son muchas más las que han perecido con el ego destrozado dentro de esos cubículos de las tiendas de ropa entre lunas que no cesan de dar cuchilladas desde los cuatro ángulos. También las personas se comportan como espejos. Hay rostros que al reflejarte en ellos devuelven de ti una imagen agradable porque extraen de tu interior la parte más noble, pero existen individuos que con sólo mirarlos proyectan como como tuya la maldad o o estupidez que su cara contiene y junto a ellos te sientes metido en un probador y no frente el amable espejo del cuarto de baño.

domingo, 6 de abril de 2008

MÍSTICA

Mística
MANUEL VICENT 05/11/2000
Para entender lo que pasa habrá que aceptar que el terrorismo es una de las formas que adopta la mística. Fanum significa templo. Fanático es el servidor del altar. Cuando en ese altar se celebra el culto a una nación, que en el fondo ejerce el papel de un dios, a su alrededor hay fieles de todas clases, nacionalistas tibios, fervorosos, conversos y herejes, pero muy cerca del ara sagrada se mueven unos adoradores frenéticos que tratan de imponer a los gentiles las leyes de ese dios a sangre y fuego. Se les suele llamar guerreros, pero en realidad son sacerdotes de la daga. La violencia es su liturgia. Sus atentados con víctimas mortales equivalen a los sacrificios con los que las antiguas deidades recababan carne humana. Estos servidores del templo se encuentran en cualquier parte del planeta: basta con que el fundamento de una patria, etnia o religión les encienda el corazón y al mismo tiempo les vuele el cerebro. Entran en esa orden por medio de un rito de iniciación.Los antiguos masái tenían que matar un león para demostrar que eran elegidos. Con ese acto heroico, similar al sacramento de la confirmación, aquellos adolescentes cambiaban de estado. Matar a un león o a un guardia es la ceremonia con que el oficiante se une a un poder transcendente y en esa unión los fanáticos experimentan un éxtasis bajo su aspecto sacrílego, pero no por eso es menos mágico. Esta mística se produce de forma muy física cuando en algunos casos el terrorista hace explosión con la misma bomba y su cuerpo se confunde con los escombros ensangrentados.En cambio, la política democrática es todo lo contrario al fanatismo. Si el terror es una mística, la política es una ciencia que en los momentos de gran inspiración puede convertirse en un arte. Frente a la carga mágica del terrorista el político debe estar lleno de cálculo, pragmatismo y sutileza. No es fácil. Pocas veces el político usa fríamente la razón para enfrentarse con ese problema, ya que el fanatismo es muy contagioso. Se puede ver con qué cautela, rigor y conocimiento el técnico en explosivos se acerca a un coche bomba para desactivar la carga. Después de estudiar con mucho método su mecanismo y la posible trampa, corta con delicadeza el cable rojo. Pero el político no se comporta así con esas bombas humanas que son los terroristas. Su ofuscada rudeza es inaudita. Por eso los fanáticos le siguen estallando en las manos.

CERROJOS

CERROJOS
Manuel Vicent 04/02/2001
Para reunirme con él tuve que identificarme ante el guardián de la garita. Después sonó un interfono gangoso con una orden que puso en marcha una puerta de acero con mando a distancia. Habiendo aprobado este primer examen fui acompañado hasta un vestíbulo bajo estricta vigilancia a lo largo de un jardín donde me ladraron unos mastines que sostenía a duras penas con la correa otro celador. Durante el trayecto me pregunté qué clase de crimen habría cometido este señor para estar tan vigilado. El vestíbulo de la oficina estaba lleno de guardajurados con revólver y juego de es-posas colgados del cincho. Pasé por un escáner hasta acceder en presencia de un recepcionista también armado quien cotejó mi cara con la del carné que me había obligado a entregar y luego comprobó si mi nombre figuraba en la lista de audiencias. Á este riguroso control siguió otra llamada por teléfono, que al ser atendida positivamente por un misterioso ser de la tercera planta hizo que se abriera de forma automática un rastrillo con clave secreta para franquearme el paso hacia un antedespacho insonorizado. Allí dormitaba un guardaespaldas muy bragado. Mientras esperaba ser recibido por el jefazo me acordé de un amigo al que visité hace muchos años en la cárcel, un encuentro muy patético aunque con menos barreras. ¿Qué habría sido de aquel joven revolucionario? Había perdido su rastro desde la muerte del dictador. Por eso fue muy grande mi sorpresa cuando lo vi ahora sentado en aquel despacho. "¿De modo que eras tú? No nos veíamos desde la cárcel de Carabanchel", le dije. "Bueno, creo que ésta se abre desde dentro, pero no estoy seguro", me contestó mi amigo. Los poderosos y los facinerosos tienen los mismos guardianes y cerrojos. Políticos de cualquier ideología, delincuentes de cuello blanco, mafíosos, capitanes de empresa, banqueros, divos del espectáculo, cardenales y papas de Roma, a todos los iguala un mismo guardaespaldas cuyo criterio es indispensable para aprender la última filosofía: cómo ser libre detrás de una puerta blindada.

CUCHILLO

Cuchillo
MANUEL VICENT 11/02/2001
Este viejo cuchillo convertido ahora en pieza de convicción del doble homicidio había permanecido en la cocina desde que ellos se casaron en la lejana primavera de 1938 y aún en medio del odio de la guerra civil sólo había servido para cortar el pan. Un buen cuchillo sabe en cada momento lo que quiere su amo. Mientras esta pareja fue feliz el cuchillo descansaba muy relajado en un cajón de la alacena después de partir el alimento de la familia. Cuando los cadáveres fueron llevados al depósito el retrato de la boda había quedado sobre el aparador. Era ya una foto amarilla. En ella se veía a los novios sonriendo con los ojos espantados a causa del fogonazo de magnesio. Entonces esta pareja ignoraba que cualquier sentimiento que tuviera a lo largo de su vida quedaría inscrito en la hoja de aquel cuchillo hasta crearle un alma, de la misma forma que ellos habían mandado grabar en el mango sus iniciales. Se unieron en matrimonio durante la guerra en zona nacional y aquel cuchillo fue utilizado para partir la tarta mientras llovía hierro. Luego su hoja, que tuvo que ser afilada muchas veces, se fue acomodando al chusco de racionamiento en la postguerra, al primer pan blanco de los años 50, a la alegre tortilla de patatas en las excursiones del domingo con los hijos y participó en todos los bautizos, comuniones y meriendas hasta llegar al jamón de la prosperidad mientras la pareja a su vez iba madurando y su vida se entreveraba con el amor y el tedio de todos días. De noche el cuchillo dormía ajeno a la violencia del mundo, aunque no dejaba nunca de registrar las pasiones y altercados que se sucedían en la casa. Se puede explicar que entre parejas jóvenes el macho incapaz de asimilar la libertad conquistada por su mujer la acuchille llevado por los celos. Pero estos dulces ancianos paseaban de la mano por el parque cada mañana y ella le quitaba las pelusillas del jersey con una ternura que emocionaba a los vecinos. Se creían tan felices porque sin saberlo el odio acumulado a lo largo de tantos años lo habían transferido al alma del cuchillo quedando fuera las sonrisas, si bien el cuchillo estaba ya sumamente cargado y llegó el momento en que una simple discusión por una pizca de sal hizo que el cuchillo entrara acción por su cuenta de forma automática. Durante la pelea su hoja penetró varias veces en el cuerpo de los dos. Se amaban. Pero sólo el cuchillo sabía también cuánto se odiaban.

EL CASTIGO

El castigo
MANUEL VICENT 18/02/2001
A un país pobre, que paradójicamente se llama El Salvador, se le ha abierto la tierra por segunda vez y sin darle tiempo a rezar por los muertos del primer terremoto. De pronto, el Dios de la ira le ha concedido una nueva cosecha de cadáveres, entre ellos una escuela llena de niños que ha sido sepultada bajo los escombros. Con el seísmo de la India son tres los latigazos que ha dado este jodido planeta para celebrar nuestra entrada en el tercer milenio del cristianismo. Los agnósticos no tienen ningún problema de conciencia. Aun antes de ser rebajados genéticamente a la categoría de la mosca, de la lombriz o de la cebolla, ya se creían unas simples hormigas perplejas, y ante cualquier cataclismo nunca han pedido explicaciones a nadie que habitara más arriba del tejado. Tal vez no exista soledad más profunda que la de un Papa que se levanta cada mañana con la noticia de una nueva catástrofe planetaria y, dirigiendo sus bordadas pantuflas hacia la capilla, se arrodilla en un reclinatorio de terciopelo, oculta el rostro entre las manos y, postrado ante la nada, formula al vacío esta pregunta: ¿por qué castigas, oh, Dios, siempre a los pobres sepultándolos en el barro, ahogándolos bajo las furiosas aguas, exterminándolos por el hambre? Nadie responde. Durante el desayuno, junto al Papa sólo canta el canario en la jaula. Tiene que ser terrible el haberse erigido en representante en la tierra de un Dios tan fiero, creer que nuestro destino depende de su voluntad y no tener el valor de presentarle la dimisión irrevocable cuando un terremoto aplasta a los niños de una escuela junto con su maestra. Después del cataclismo el Papa deberá revestirse una vez más con brocados de oro para arrastrar su propia tortuga entre la multitud hasta los pies de un altar resplandeciente. Desde esas mismas gradas sus antecesores reivindicaban la tragedia: era el castigo divino por los pecados del mundo. Entonces la ignorancia y el terror de los fieles eran similares y producían dividendos, pero hoy la Iglesia, ante una catástrofe, ya no tiene coartada. El silencio de los teólogos es de piedra. No obstante, este planeta está lleno de hermosas criaturas, cimas de nieve, orgasmos felices, infinitas flores, insectos dorados, verdes valles. ¿Por qué la Iglesia no se apropia de la belleza de la tierra y se decide, por fin, a apacentar sólo nuestros placeres, en vez de aceptar a un Dios tan cruel?

!OH, SEÑOR!

!OH, SEÑOR!
Manuel Vicent 18/03/2001
Dos grandes ceremonias religiosas se celebraron el pasado domingo: una en el Zócalo de Ciudad de México con la exaltación de los humillados zapatistas y otra en San Pedro de Roma con la beatificación de los mártires españoles de la guerra civil. Para invocar cada uno a su legítimo dios, ambos oficiantes utilizaron un lenguaje misterioso: el Papa habló en latín y el subcomandante Marcos lo hizo en un castellano lírico que sonaba a salmo de Isaías. También se adornaban con arreos propios los dos sumos sacerdotes: uno lucía mitra y báculo; el otro, pipa y pasamontañas. Ninguno llevaba armas, aunque eran asistidos igualmente por sus dignatarios y escoltas respectivos.
Partiendo de una realidad terrestre muy sucia, con estos rituales mágicos trataban de alcanzar un objetivo que se halla en un punto indeterminado de las esferas celestes. Los revolucionarios sin pistola pesan tan poco que casi pueden volar como los ángeles; en cambio, a los papas su cargamento de vestiduras bordadas los aplasta mucho contra el suelo: por eso la ceremonia vaticana parecía muy materialista comparada con la exquisitez de la misa profana que se celebró en el Zócalo.
Al glorificar a los mártires de media España contra la otra media, el Papa convirtió nuestra guerra civil en una historia de buenos y malos, espiritualmente cristalizada hasta la eternidad. Bajo unos cánticos suavones de aparente amor, santificó el odio entre hermanos y ejerció la crueldad más divina contra uno de los bandos, en el cual miles de españoles también fueron martirizados en los paredones del franquismo por haber defendido sus limpias ideas, su fe en la justicia social o su esperanza en una vida mejor. Con esta beatificación, en lugar de elevarlos al cielo, el Papa bajó a sus mártires a ras de tierra, e incluso los afilió a un partido de derechas ensuciando su terrible sacrificio.
Frente a este materialismo tan rudo, Marcos parecía un guía etéreo de los pobres indios de México, hasta el punto de que en la plaza del Zócalo se repitió la escena mágica de la película Milagro en Milán. Todos los indios de México comenzaron a levantar el vuelo por encima de los tejados de la ciudad. Alentado por los salmos con que el subcomandante trataba de aplacar al Señor del Dinero, el caballo alado de Zapata también volaba llevándose a todos los indios al cielo.
No estoy hablando de política, sino de misterios, prodigios y miserias.

MEMORIA

MEMORIA
Manuel Vicent 08/04/2001
Junto a las pirámides de Egipto, entre dioses y reyes que fueron sepultados hace 4.000 años, me llega la noticia de la muerte de un viejo amigo de juventud, el fiscal Jesús Chamorro. En El Cairo hoy sopla el jamasin, un viento que trae polvo del desierto y en él escribo una oración a orillas del Nilo. En este lugar cualquiera puede ser eterno porque aquí la inmortalidad es un costumbrismo y el Libro de las Muertos lo forma la memoria de los amigos que ya se fueron. Por fuera Jesús Chamorro era pequeño y modelado como un jockey; por dentro tenía una inteligencia de superdotado y un carácter que desafiaba a cualquier breña de la serranía de Gata, en la raya de Portugal, donde nació, hijo de carabinero. Fue estudiante de leyes en Salamanca, como los clásicos más duros, pero recibido de fiscal descubrió los placeres de este mundo en Valencia y allí le conocí cuando explicaba Derecho Penal en la facultad y yo era su alumno. El recuerdo me trae ahora, entre el polvo del desierto que viene de Libia hasta El Cairo, el sonido de aquellos tranvías, el olor de los limoneros que penetraba en el aula. Entonces yo ignoraba que aquel profesor auxiliar era un marxista acérrimo, un pequeño rey. de la conspiración; solo sabía que usaba la ironía para cambiar el universo, un empeño que lo convirtió en un empecinado frente a todas las derrotas hasta la lucha final que lo dejó postrado en un sillón de orejas, pero ni los más acendrados adversarios le han negado nunca su sentido de la amistad y su mente privilegiada. Durante unos días me he paseado en Giza y Saqara entre tumbas milenarias alimentado de faraones, momias y esfinges. La eternidad es aquí una especie de folklore y uno puede jugar un poco a montar en la barca de Osiris para que lo lleve el otro mundo y regresar al hotel á la caída de la tarde para tomar un whisky. El agua del Nilo trae esa parte de tu memoria que habías olvidado hace miles de años. En cada mota de polvo del desierto está concentrado el infinito con los aullidos de todos chacales. En medio de I este culto funerario que no deja de ser estético me ha llegado la noticia de la muerte del amigo. De pronto he sentido que el Libro de los Muertos se abría por una página verdadera. En ella no sólo estaba escrito para la eternidad el nombre de Jesús Chamorro, sino también una parte mía que también se había ido. Viejo amigo, ¿recuerdas?, ahora, estarán floridos en Valencia los mismos limoneros.

ACCIDENTE

ACCIDENTE
Manuel Vicent 22/04/2001
El coche que lo iba a matar fue elegido por su propietario después de un minucioso examen. A la hora de escoger pareja lo había fiado todo al destino: se enamoró de la única chica soltera que había en aquel baile y llevado por la pasión se casó con ella a los pocos días sin importarle que fuera rubia o morena; en cambio estuvo dudando más de un año antes de decidirse por ese coche rojo que lo llevó al precipicio. Ciertamente había conocido a su mujer por fuera, pero se lanzó en picado comprometiendo su vida sin saber cómo respondería por dentro. Ni siquiera había probado su arranque. Con el coche fue mucho más precavido. Pasó algunos meses leyendo los suplementos que los periódicos dedican al motor y después de contrastar en los catálogos las prestaciones de cada modelo finalmente optó por el coche que creía más acorde con su carácter. Este conductor poseía todavía un ancestro muy común: imaginaba que el automóvil te agradece el que lo hayas preferido precisamente a él entre otros muchos y que incluso te reconoce como sucede con los caballos, que perciben el estado de ánimo del dueño cuando lo monta y si está ebrio lo llevan desde la cantina hasta la puerta de casa. Lo lavaba, le acariciaba el salpicadero y también le hablaba a solas con admiración. En este aspecto era como aquellos viejos labradores que se comportaban con suma dureza con la mujer, pero reservaban insospechados sentimientos de ternura con la yegua. A veces creía que el coche le susurraba: no me falles nunca y yo tampoco te fallaré. Entre el motor y el alma de su propietario se había establecido una relación íntima. Lo conducía como si le hiciera el amor. En algunos viajes se establecía entre los dos una pelea de amantes y entonces él vertía sobre la máquina toda su frustración obligándole a responder a sus anhelos según los avalares de cada día. Regresaba de vacaciones. A su lado la mujer dormía. Después de tantos años no había acabado de entender a aquel ser tan pegado a su vida; en cambio estaba seguro de conocer muy bien el corazón de aquella máquina. Pero no era así. Ignoraba los celos que tenía y la atención que reclamaba. Eso le mató. Esta vez bastó con que el conductor mirara con envidia por la ventanilla a otro automóvil nuevo y más potente que les adelantaba para que en una curva por puro despecho el coche se arrojara junto con su amo al vacío. Se suicidó. Aquel coche estaba profundamente enamorado.

EL ESTADO

EL ESTADO
Manuel Vicent 06/05/2001

¿Cualquier Estado se funda en un asesinato? La quijada de asno con que Caín mató a su hermano es el símbolo de esta creación política. Un pueblo que quiera convertirse en Estado deberá estar dispuesto primero a saciarse de sangre. El ejemplo estelar se halla en la Biblia. Mientras el pueblo -judío fue sólo una nación su genio se constituyó en el fermento de la historia. Atrás quedó Israel con el fiero Dios de la victoria y de la venganza. A lo largo de tres mil años sus múltiples diásporas, como los ríos fecundos cuando se desbordan después de unas periódicas crecidas, sirvieron el limo para que florecieran todas las culturas. En Babilonia este pueblo creó el paraíso terrenal e instituyó las ciencias y las artes en el camino hacia e1 Este del Edén. En Egipto quedó deslumbrado por el Dios de Akenaton y a partir de esa esencia religiosa elaboró el monoteísmo de Jehová. Diluido de nuevo en el Imperio Romano el pueblo hebreo concertó el misterio agrario de Osiris con la rebelión espartaquista de los esclavos y de esa unión nació la figura de un Redentor cuya patria se fijó en el cielo. El cristianismo fue una herejía del judaísmo. Los gentiles del Imperio Romano comenzaron a ser fecundados por esta nación sin patria que estaba siempre afincada en un solar a extramuros de las ciudades. Los judíos siguieron camino a través de la historia y en cualquier territorio donde su flujo se detuvo, al no tener un lastre político que arrastrar, se sentían libres y dispuestos a absorber la cultura que hallaban y a partir de esa fuente comenzaban a acrecentar su propio carácter nacional. Fueron mercaderes en la Edad Media, buscaron la piedra filosofal, desarrollaron la medicina, fundaron escuelas de pensamiento y cuando llegaron los tiempos de la revolución de las masas redujeron su impulso utópico a doctrina social y después con la ciencia llegaron hasta la intimidad de la bomba atómica. Hay que preguntarse si un pueblo necesita ser sistemáticamente perseguido para que desarrolle su genio o no será más cierta la teoría de que el Estado es el origen de toda violencia. Desde el momento en que el pueblo judío ha conseguido un Estado aquel Dios de Israel ha comenzado a comportarse de nuevo como un verdugo sediento de poder. Bajemos a nuestra realidad cotidiana. Mientras el pueblo vasco ha sido sólo una nación ha fecundado a España. Si quiere ser un Estado ¿deberá llenarla de sangre?

VIENTOS

Vientos
MANUEL VICENT 06/04/2008

Sólo hay tres clases de hombres, los vivos, los muertos y los que navegan, pero cualquier navegante del Mediterráneo se volverá loco si trata hoy de encajar con la realidad los nombres de los vientos que rigen en ese mar. Según su origen, el gregal es el viento que viene de Grecia; el siroco, de Siria; el lebeche, de Libia; la tramontana, de tras los montes. El gregal es un noreste y allí no está Grecia; el siroco es un sureste y allí no está Siria; el lebeche es un suroeste y allí no está Libia; la tramontana es un norte y los montes están en todas partes. Existe también el mistral o viento maestro, que proviene del noroeste. En la Provenza hay una región con ese mismo nombre, aunque la Provenza tampoco está en el noroeste. Cuando se dice que el levante sopla del este, de donde se levanta el Sol y el poniente llega del oeste, de donde se pone, sólo es verdad los dos únicos días de equinoccio, porque el Sol va derivando hasta 30 grados al norte o al sur el resto del año. Para resolver este enigma hay que encontrar un punto en el Mediterráneo donde el nombre y la dirección de los vientos encajen. Ese lugar existe y su elección fue producto de un consenso entre pescadores sicilianos, mercaderes genoveses y catalanes, navegantes tunecinos, corsarios y piratas berberiscos, que surcaban esas aguas en el medievo. Por supuesto no se decidió durante las travesías. Cuando se navega no se pueden hacer demasiados cálculos, ya que a los tripulantes sólo les separa de la muerte los cuatro dedos de espesor del casco de la nave. La decisión de someter la veleidad de los vientos a la lógica fue tomada a través de la experiencia de los marineros en las tabernas portuarias en largas conversaciones al calor de un aguardiente. Sólo hay una isla en medio del Mediterráneo donde los nombres de los vientos responden a su dirección. Esa isla es Malta. En La Odisea se la llama Ogigia, el ombligo del mar. Allí permaneció siete años Ulises en brazos de la ninfa Calipso. Pero en literatura el viento es una ficción. Por eso en cualquier latitud donde uno se halle, el gregal llegará de Grecia; el siroco, de Siria; el lebeche, de Libia, siempre que el viento sea una forma de poderosa locura que, unida a la marea del tiempo, al final te lleve a Ítaca.

sábado, 5 de abril de 2008

FALDAS

FALDAS
Manuel Vicent 27/05/2001
Dos faldas femeninas, una manchada de sangre y otra de semen,constituyen los iconos más representativos de la historia política de nuestro tiempo. Sobre el vestido rosa de Jacqueline se vertió el plasma cerebral del presidente Kennedy en Texas un segundo antes de morir asesinado; el traje de Mónica Lewinsky recibió el presente de Bill Clinton en el preciso instante en que estaba viendo el paraíso en el Despacho Oval de la Casa Blanca. La falda de Mónica ha sido requerida por su propietaria al tribunal que la guardó como pieza de convicción: se la pide una sala de subastas para una puja con 100 millones de salida. Por otra parte en el Metropolitan de Nueva York se exhibe ahora todo el vestuario que Jacqueline Kennedy lució en actos oficiales, pero en esta colección no está la falda rosa con la sangre de Texas, ya que hoy el arte es sólo alta costura y poco más. Pasado el vestíbulo del Metropolitan hay dos flechas: una conduce a la exposición de Vermeer y otra indica el camino hacia el fondo de armario de Jacqueline Kennedy. Cuando entré el otro día en el museo, frente al cuadro de una mujer cosiendo de Vermeer, había sólo una chica transparente y un caballero esmerilado, amantes solitarios de uno de los mejores pintores del siglo XVI y ante las salas abarrotadas donde se muestra la ropa de Jacqueline había una cola ruidosa de la clase media norteamericana que desbordaba las escalinatas del edificio y casi llegaba hasta Central Park. La cultura moderna se define por la aglomeración que un suceso provoca. Yo comprendí que el mundo había cambiado cuando una mañana en la plaza de Tiannamen de Pekín descubrí que en el centro de la explanada, ante el mausoleo de Mao Tse Tung, sólo había un centenar de chinos petrificados con la cabeza baja esperando ver su fiambre" del Gran Timonel mientras en una esquina de la misma plaza piafaban como caballos impacientes varios miles de pequineses ante un establecimiento donde se vendía pollo Kentucky y se realizaba un desfile de moda. Entre la sangre y el esperma está la fascinación de nuestros días: el resto son colas y diseño. No hay más que ver los telediarios. En la pantalla el conjunto de guerras y crímenes siempre terminan coronados con un pase de modelos. Unas diosas impolutas dando caderazos por la pasarela nos invitan a elegir entre la falda de Jacqueline y la de Mónica. Aunque por fortuna en medio de la sangre y el esperma siempre quedará incontaminada esa falda que cose la costurera de Vermeer.

PREDIO

PREDIO
Manuel Vicent 17/06/2001
Preservada por un cerco de adelfas venenosas que ahuyentan de forma natural a los insectos más dañinos, cultivo una huerta de judías, tomates, pimientos y algunas verduras y no por eso me creo Horacio, aunque ese pequeño predio, que se rige por un estricto orden ecológico, no deja de ser un poco lírico. Dentro del cerco de adelfas dejo que las hortalizas crezcan a su aire, sólo a merced de la naturaleza, tal co mo esta era en tiempo de los clásicos, sin que en el proceso de las plantas intervenga ningún producto que no sea orgánico. Insecticidas, herbicidas y otros elementos químicos están vedados. En la entrada de la pequeña explotación he escrito en una tabla de pino el siguiente aviso: en esta huerta, a la hora de comer, oh, peregrino, tienen absoluta preferencia la mosca blanca, el pulgón, la cochinilla, la babosa, cualquier pájaro e incluso los jabalíes que bajen del monte a por melones. Primero que coman ellos y las sobras que estos bichos desechen nos las comeremos mis amigos y yo este verano bajo la parra. Hago esto porque soy un hombre de principios. Después de todo, si la mosca blanca y demás insectos están aposentados en este terreno hace más de cien millones de años y un servidor, que es el propietario actual, apenas acaba de llegar, ¿cómo no voy a reconocer su derecho a probar cualquier tomate de mi huerta antes que yo?. Siendo muy cierto que todas las grandes civilizaciones de la historia son más débiles que cualquier organización de mosquitos, ya que estos sobrevivirán a la humanidad otros millones de años, considero normal reconocer su fuerza casi divina y tributarles con diezmos y primicias para aplacar su ira. Estas hortalizas criadas de forma primigenia poseen el aspecto tosco de los cardos y los nabos que pinta Sánchez Cotán en sus bodegones, pero son tan puras y sabrosas como el incontaminado corazón de las doncellas medievales. Cuando regalo estos frutos a mis amigos siempre les advierto que no reparen en su apariencia rudimentaria, que están hechos casi a mano uno a uno y que así se los comía el emperador Adriano. Me tengo por un tipo moderno y para compensar mando a mis amigos estas hortalizas en cajas de diseño minimalista de Sol Lewitt. Me excita pensar que, al abrir un envoltorio cuya pureza de líneas alcanza el zen, ellos en su interior encontrarán judías y tomates casi místicos, porque están alimentados con auténticas joyas hoy casi inencontrables que son las doradas boñigas de pollino.

DISEÑO

DISEÑO
Manuel Vicent 08/07/2001
Un día las botas de tos beatnicks se echaron al camino. No tenían un destino determinado. Por eso los beatnicks se extinguieron y sus botas siguieron aminando solas. Nadie sabe en qué punto del horizonte se encuentran. A continuación los hippies juntaron la dulzura de la marihuana con el hedor a cuerpo que todavía permanece en el aire. La estética establece un campo magnéti co por dónde se expande cualquier ideología, de modo que un proyecto político o un estilo de vida no puede imponerse sin la previa fascinación. Hubo un tiempo en que los rojos parecían guapos y nadie era moderno si no iba un poco sucio e incluso se cotizaban mucho los harapos de soldado desertor. ¿Qué ha sido de aquellas chicas de cara lavada, de aquellos jóvenes de córneas de limón que peregrinaron a la isla de Wight? Bajo las estrellas el sexo agitaba sus sacos de dormir después de cada concierto de rock y allí también fueron bellos los pantalones de campana con cinchos de grandes hebillas y las patillas de hacha que hoy nos parecen abominables. Cualquier idea que se le ocurrie ra a un progresista hacía temblar a los banqueros, pero lentamente el campo magnético de la seducción fue cambiando y agotada toda su carga aquella generación cayó en la tumba junto con sus guitarras. En seguida comenzaron a ser guapos los yuppies engominados, los tiburones con chaqueta sin hombreras y la perfumada barba de cinco días. La estética volvió a reconciliarse con el mercado. El dinero se enamoró de la belleza. No es nada frivolo asimilar los cambios históricos, sin excluir el Apocalipsis, a los devaneos de la moda. Si debajo permanece siempre intacta la antigua batalla de la gente sin esperanza contra la ambición de los tiburones, por encima siempre estará el diseño. Durante unos años los tiburones han impuesto su estilo de vida, pero ahora está emergiendo una generación de jóvenes marginales o inconformistas, unidos por una difusa cólera internacional. Si se vuelve estético citarse por Internet para apedrear a los encorbatados señores del Fondo Económico Mundial allí donde se reúnan, esa rebelión juvenil podría convertirse en una intifada planetaria. En cuanto la seducción impregne el espíritu de Seattie volverá a ser atractivo rebelarse y entonces aparecerán por el horizonte las viejas botas de los beatnicks que caminaban sin destino, ahora ocupadas por un millón de jóvenes armados con una piedra y eso ya no será un concierto de rock, sino una revolución.

viernes, 4 de abril de 2008

HILO DE ORO

Hilo de oro
MANUEL VICENT 02/01/2000

Para traspasar la línea ideal del milenio he contratado a un chino llamado Chuang Yung que toca el xilofón. En la actualidad todos los chinos son milenarios puesto que su cultura no ha sufrido ninguna ruptura a través de los siglos. Con este músico de Shanghai me he encerrado en una habitación con la luz apagada cuando fuera estaba a punto de sonar el júbilo de las doce campanadas si bien el doble cristal de las ventanas impedía que el bullicio exterior quebrantara el silencio compacto de nuestra mutua oscuridad. El acuerdo establecía que Chuang Yung tocaría con el xilofón una melodía muy antigua de su país cuya duración no excedía de seis minutos. Con esa música se unirían a la manera zen las últimas pulsaciones de un milenio con los primeros latidos de otro nuevo como un hilo de oro que suturara una herida del tiempo imaginaria. Así ha sucedido. El chino Chuang Yung había montado el instrumento musical en un ángulo de la habitación sobre un caballete y yo estaba tumbado en la cama con la mente dispuesta para un pensamiento tan profundo que coincidiera con la nada. Apagué la luz tres minutos antes de medianoche. Pensé: si esta oscuridad es mi propio antifaz no voy a caer en la tentación yo mismo de saber quién soy. Entonces comenzó a sonar una melodía que era en realidad una canción rescatada de la noche de la historia y que Chuang Yung apuntaba sólo con algunas palabras enigmáticas. Luego he sabido que aludían a un mono que se apareó con una pantera para fundar una dinastía de dioses terrenales. Mientras sonaba el xilofón sobre el filo del milenio imaginé que la fracción más pequeña del tiempo siempre puede dividirse por dos hasta el infinito, de modo que el tiempo en esencia corre hacia atrás: eso convierte el futuro y, por tanto, también a la muerte en algo inalcanzable. Si el último segundo de una vida se compone de infinitas partículas todas divisibles, la última de ellas contiene entera la historia del universo e incluye igualmente a la inmortalidad entre sus hazañas. ¿Y por qué iba a ser el universo distinto de cada nota musical que el chino a mi lado extraía de la oscuridad? Cuando la melodía cesó e hice la luz este pensamiento quedó diluido en la nada. Bajé al salón donde la familia y los amigos brindaban por el nuevo milenio. Me preguntaron qué había averiguado. Poca cosa, contesté, que sólo con estar vivos ya somos inmortales.

DISTANCIA

Distancia
MANUEL VICENT 09/01/2000

Pese a que nuestra cultura judeo cristiana se ha alimentado de profetas voladores, de espíritus que están en todas partes, de carros de fuego, de resucitados cuyos cuerpos gloriosos pueden atravesar las paredes o de misterios de la Trinidad que descomponen la sustancia y naturaleza de las personas aunque sean divinas, mucha gente todavía no cree que sea posible enjaezar un ángel como a un caballo, darle con la espuela, convertirlo en un pensamiento y cabalgar con él en una fracción de segundo hasta un planeta perdido en la galaxia Andrómeda donde tal vez te espera sentado en un bar oyendo jazz aquel ser al que amaste y que murió hace mil años. La ciencia también tiene ateos. Pero cuando se entienda que para estar en Nueva York no es necesario ir a Nueva York se habrá resuelto el problema del viaje a las estrellas que están a millones de años luz. Hasta ahora esas distancias sólo las habían salvado los ángeles del Génesis que no eran sino partículas luminosas de la mente, como hoy se ha demostrado. Cuando estos ángeles del Génesis sean utilizados como cohetes espaciales, Cabo Cañaveral quedará convertido en un cementerio lleno de fantasmas de titanio, propios de un tiempo remoto en que los humanos caminaban en diligencia por un universo de cercanías igual que los primates avanzaron primero por la selva saltando de rama en rama. Decía el griego Parménides que es lo mismo el Ser que el Pensar: este principio se llama ahora realidad virtual. Al parecer la mente humana está evolucionando hacia el fondo espiritual de la física y a su vez la física pronto hará síntesis con la mística. Virtual se deriva de virtud, que no significa santidad sino poder o fortaleza. En el futuro la virtud de la mente será capaz de trasladar a cualquier galaxia ese garito de jazz donde tu amante te espera, puesto que el espacio puede contraerse en un solo punto como quedó demostrado cuando Aquiles perseguía a una tortuga y no la pudo alcanzar porque para llegar a ella el veloz guerrero tenía que salvar primero la mitad del camino, pero antes debía recorrer la mitad de esa mitad. El trayecto que le separaba de la tortuga siempre había que dividirlo previamente por dos hasta convertirlo en un punto infinito e inmóvil, que es el universo. Ese punto hace que estés en todas partes. Por allí pasa siempre la mente cuando cabalga sus propios caballos de fuego enjaezados como los ángeles del Génesis.

ESPECTÁCULO

Espectáculo
MANUEL VICENT 16/01/2000

Lo malo que tiene el ser pobre es que te pasas toda la vida escuchando. Esta máxima que el escritor Josep Pla oyó de boca de algún payés en cualquier bar del Ampurdán es en realidad un principio general que ha regido lo mismo en el ágora griega que en el púlpito de las iglesias o en el casino de los pueblos y que ahora ha terminado por desarrollarse planetariamente con la fusión de American On Line con Time Warner. En el fondo sigue funcionando el mismo mecanismo de poder: en el ágora hablaba Sócrates y los demás callaban; en el púlpito el cura predica y los fieles atienden; en el casino de pueblo la última palabra la tiene todavía el dueño de la fábrica de embutidos y los empleados ponen el oído y asienten. A esta vida los pobres sólo han venido a escuchar. Ahora en el mundo la opinión pública ya es una papilla uniforme suministrada desde la cima de la pirámide formada por las grandes empresas de comunicación y el ciudadano siente que en lo alto del cráneo le ha nacido un tercer ojo y una tercera oreja formando una parabólica por donde se le inocula la misma información, los mismos espectáculos y mismos deseos de consumir los mismos productos sin fin bajo un mismo impulso electrónico conectado con las terminales nerviosas del cuerpo. Tu eres ya un ser libre automático. ¿Te apetece ir todavía al teatro o a la iglesia? Para llegar a esos locales cerrados, un poco fétidos, donde sólo te ofrecen una pobre ficción de esta o de la otra vida tendrás que atravesar primero el caos vital de la calle y de salida deberás abrirte paso entre un rebaño real de miles de búfalos dorados que beben inventando el Apocalipsis del viernes sobre el asfalto. Previamente en la televisión habrás dejado hirviendo en directo la olla podrida de la humanidad: el infarto de un testigo de cargo en pleno juicio,el bombardeo de Chechenia, un niño balsero rescatado de los tiburones en aguas de Miami, al genocida Pinochet exonerado de los tribunales por diabetes, todo servido como sopa o espectáculo único por un mismo empresario, porque Josep Pla no dijo que los pobres también habían venido a este mundo a mirar. El gran cómico José Luis Coll en su actual función escenifica el caso de un borracho que se va poniendo sereno a medida que bebe. La máxima información se ha convertido en la máxima explotación hasta la lucidez: sólo seré rico cuando no mire ni escuche. He aquí la revolución.

DESTRIPADOR

Destripador
MANUEL VICENT 30/01/2000

Un amigo mío llamado Zambombo el mismo día en que se le impuso una medalla por haber salvado a tres niños en una riada con gran riesgo de su vida, durante el banquete de homenaje se embriagó; a los postres en medio de la alegría hubo una discusión y Zambombo de un botellazo le rompió la crisma a su vecino de mesa. Esa noche durmió en la cárcel con el pecho condecorado. Si el alma humana fuera un guiso sería una olla podrida, un plato muy suculuento. Cuando esta olla es sometida a mucha presión su usuario pasa directamente del llanto a la carcajada, de la blasfemia a la oración, del navajazo al acto de misericordia como cualquier personaje de Dostoyeuski. Si pillaras a Jack el Destripador en un buen momento sentado a la sombra de los plátanos leyendo a Walt Whitman y te acercaras a felicitarle por su última acción, tal vez este asesino sonriendo te daría las gracias: esa misma mañana con un reflejo imposible de controlar había tendido el brazo para salvar a una vieja que estuvo a punto de caerse en una zanja. Como la noche anterior Jack también había destripado a una chica puede que él no distinguiera por cual de las dos hazañas era felicitado. Rezar blasfemando, llorar riendo , acuchillar a un prójimo mientras le pides perdón son trances del espíritu que forman un solo nudo. Como hipótesis de trabajo hay imaginar a san Francisco de Asís tratando de aparcar el coche al final de un día aciago. Ha dado cien vueltas a la manzana, por fin alguien deja un hueco, pone el intermitente, espera con educación, pero de pronto viene un listo, se cuela, le birla el sitio y encima se ríe. ¿Imaginaba usted que san Francisco de Asís llevaba una pistola en la guantera? Pues la llevaba. Quien se crea un buen escritor debería explorar todas las consecuencias. A la víctima y al verdugo, al héroe y al cobarde todo el mundo los lleva superpuestos en el hígado instituidos en un solo monstruo que a veces asoma desnudo en público. En el juicio por unos crímenes de Estado el testigo de la acusación murió de infarto en mitad de la declaración: varios acusados de asesinato se levantaron del banquillo para auxiliarle impulsados por un resorte eléctrico. Este reflejo condicionado que algunos llaman instinto de conservación es un fluido que une a todos los humanos. Jack el Destripador a la sombra de los plátanos leía este verso de Walt Whitman: no hay un átomo de mi cuerpo que no te pertenezca.