Pulso
MANUEL VICENT 16/03/2003
Internet fue creado por el Pentágono como un instrumento militar. Utilizado civilmente, sin que ningún estratega lo pudiera prever, ha servido también para generar un estado de opinión mundial, que por primera vez en la historia se puede manifestar globalmente de forma simultánea hasta convertirse en un explosivo planetario. Caído el muro de Berlín y habiendo quedado la industria del armamento sin enemigo, ahora estamos asistiendo a un nuevo combate entre dos grandes potencias. Una tiene portaviones, bombarderos y unos misiles más inteligentes que sus propios generales; la otra acaba de emerger y está formada por una legión innumerable de antihéroes pacifistas y se expresa en público juvenilmente con el ardor magnético de un inmenso concierto de rock. Nadie podía imaginar que la arrogancia simiesca del presidente Bush, alimentada por el impúdico esplendor de las armas, se fuera a encontrar con el desafío de esta fiesta airada contra la guerra que convoca Internet el mismo día y a la misma hora en todos los países. Esta nueva fuerza se enfrenta al poder hegemónico de Norteamérica y a la necesidad que tiene su economía de sacar del almacén periódicamente los grandes pepinos de acero para demostrar quién es el que manda. Esta cohesión instantánea de la opinión pública mundial puede generar tanta energía como una bomba atómica y con ella se ha establecido ahora un pulso histórico. Con el codo ahincado en la mesa del Consejo de Seguridad y el antebrazo tenso, de un lado está el rey del gallinero George Bush, con el orgullo de la dinamita, asistido por nuestro pollito Aznar; de otro, el resto de la humanidad, que exige para la paz un esfuerzo heroico. Si se produce, esta guerra será genocidio moral contra toda la humanidad desarmada. Más allá del tirano de Irak las bombas no sólo caerán sobre su pueblo ya aplastado. Serán arrojadas contra todos los intelectuales, artistas, ciudadanos anónimos, mujeres, ancianos y niños del mundo entero. Hasta los cuervos que planean sobre las arenas del desierto llevan grabado en el pico con sangre inocente el Quinto Mandamiento: no matarás. Pero frente al nuevo orden mundial que intenta imponer Norteamérica por medio de la omnipotencia de sus armas ya no es el comunismo ni siquiera el terrorismo su enemigo. Un poder emergente está naciendo. Es la opinión de cada individuo que, al hacer masa crítica por Internet con la del resto de la humanidad, se ha convertido en la máxima bomba de hidrógeno.
MANUEL VICENT 16/03/2003
Internet fue creado por el Pentágono como un instrumento militar. Utilizado civilmente, sin que ningún estratega lo pudiera prever, ha servido también para generar un estado de opinión mundial, que por primera vez en la historia se puede manifestar globalmente de forma simultánea hasta convertirse en un explosivo planetario. Caído el muro de Berlín y habiendo quedado la industria del armamento sin enemigo, ahora estamos asistiendo a un nuevo combate entre dos grandes potencias. Una tiene portaviones, bombarderos y unos misiles más inteligentes que sus propios generales; la otra acaba de emerger y está formada por una legión innumerable de antihéroes pacifistas y se expresa en público juvenilmente con el ardor magnético de un inmenso concierto de rock. Nadie podía imaginar que la arrogancia simiesca del presidente Bush, alimentada por el impúdico esplendor de las armas, se fuera a encontrar con el desafío de esta fiesta airada contra la guerra que convoca Internet el mismo día y a la misma hora en todos los países. Esta nueva fuerza se enfrenta al poder hegemónico de Norteamérica y a la necesidad que tiene su economía de sacar del almacén periódicamente los grandes pepinos de acero para demostrar quién es el que manda. Esta cohesión instantánea de la opinión pública mundial puede generar tanta energía como una bomba atómica y con ella se ha establecido ahora un pulso histórico. Con el codo ahincado en la mesa del Consejo de Seguridad y el antebrazo tenso, de un lado está el rey del gallinero George Bush, con el orgullo de la dinamita, asistido por nuestro pollito Aznar; de otro, el resto de la humanidad, que exige para la paz un esfuerzo heroico. Si se produce, esta guerra será genocidio moral contra toda la humanidad desarmada. Más allá del tirano de Irak las bombas no sólo caerán sobre su pueblo ya aplastado. Serán arrojadas contra todos los intelectuales, artistas, ciudadanos anónimos, mujeres, ancianos y niños del mundo entero. Hasta los cuervos que planean sobre las arenas del desierto llevan grabado en el pico con sangre inocente el Quinto Mandamiento: no matarás. Pero frente al nuevo orden mundial que intenta imponer Norteamérica por medio de la omnipotencia de sus armas ya no es el comunismo ni siquiera el terrorismo su enemigo. Un poder emergente está naciendo. Es la opinión de cada individuo que, al hacer masa crítica por Internet con la del resto de la humanidad, se ha convertido en la máxima bomba de hidrógeno.
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