MANUEL VICENT 05/03/1995
Los panaderos españoles amasan el pan pensando en Roldán; los camareros en todos los bares sirven las bebidas hablando de Roldán; los camioneros transportan toda clase de mercancías escuchando por la radio cosas de Roldán; en las tiendas de ultramarinos, en los hospitales, en las funerarias y en los bingos se atiende a la clientela contando lo último de Roldán. Esto significa que todo lo que uno consume, desde la tostada del desayuno hasta los servicios del propio funeral, está impregnado con el karma de ese elemento innoble que se ha apoderado de la conciencia del país. En la tostada del desayuno, llega Roldán amasado por la obsesión del panadero; en la cerveza que uno bebe en el bar está implícito el espíritu de Roldán vertido en el vaso por el hálito del camarero; las medicinas que uno toma, el bisturí con que le rajan en el quirófano, la bola de la ruleta que salta en el casino, el féretro que es despedido en el cementerio o el cartón cantado en el bingo, todo eso que constituye el tejido de la vida, está presidido por la sombra de Roldán. ¿Existe una contaminación más peligrosa que ésa? Bajo el reinado de Amedo, los poetas líricos españoles sólo hablan de infectos crímenes de Estado, y lo mismo hacen los amantes -9 media tarde en las cafeterías: las niñas más enamoradas entrelazan las manos dulcemente con sus novios para comentar lances de jueces, policías y bellacos. En la intimidad del dormitorio, las parejas se aman antes o después del último telediario, y el nombre de Roldán ilumina su pasión desde la pantalla dando por clausurado el día. ¿Existe una epidemia más dañina que ésa? Hay en el ambiente de todo el país una humedad delictiva y judicial que ha calado en los ciudadanos, excepto en los huesos del Gobierno. Cualquiera puede descubrir con horror en un momento de depresión que lleva un Roldán o un Amedo dentro de sí mismo inoculados con la tostada del desayuno. Pero la explosión final se acerca. Ésta se producirá cuando Amedo y RoIdán se den la mano. Entonces, el estallido será inevitable.
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