lunes, 16 de junio de 2008

SIN OJOS

Sin ojos
MANUEL VICENT 26/05/1996

Todos van con los ojos en blanco, la mirada de goma, impulsados por un destino que no pueden evitar. Los personajes de esta tragedia española se comportan como los ciegos de Esquilo. El terrorismo de ETA y los crímenes de Estado componen la acción dentro de una dialéctica satánica; los sótanos del cuartel de Intxaurrondo, las escaleras de la Audiencia Nacional y la tribuna del Parlamento constituyen el decorado de este espacio escénico. La tragedia lleva ya representándose algunos años. En esta función aparecen jueces sin ojos, guardias civiles sin ojos, dos ex ministros del Interior sin ojos, altos mandos de la policía sin ojos, un ex presidente del Gobierno socialista sin ojos, periodistas sin ojos, terroristas etarras sin ojos, políticos de Herri Batasuna sin ojos, generales del Ejército sin ojos, matones de los bajos fondos sin ojos, un nuevo Gobierno de derechas sin ojos, muchos cadáveres sin ojos. Estos personajes avanzan a oscuras, pero de forma inexorable, hacia un lugar desconocido sin que nadie sepa las consecuencias que va a producir cada uno de sus pasos. Entre un bosque de fotógrafos y la algarabía de las opiniones del coro pasan los jueces Garzón y Gómez de Liaño con la mirada blanca y el ceño empeñado; el mismo rostro de marionetas pasmadas ante el destino muestran Galindo y Vera, Damborenea, Amedo, Roldán, Bárrionuevo, Corcuera, unos presuntos guardias civiles asesinos, etarras que han causado matanzas colectivas, el lagarto de Felipe González y José María Aznar, el aprendiz de brujo. En democracia la ley es inexorable. Debe caer fríamente sobre cualquier culpable. Nadie podría hacer nada para evitarlo aunque se desplomen las vigas del Estado y el fundamentalismo etarra siga produciendo grandes cantidades de sangre. En democracia la ley marca el destino. Ésa es la sustancia de la tragedia. Las escaleras de la Audiencia Nacional son las gradas del teatro de Taormina. En ellas el coro lleva cámaras de televisión y bajo sus focos cruzan los personajes ciegos de Esquilo.

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