MANUEL VICENT 09/04/1995
El mendigo tocaba la flauta al pie de la catedral junto a una mujer y un perro. Algunos filósofos creen que estamos en el inicio de una nueva Edad Media, con sus tres notas esenciales: el caos, el terror y las sectas. Éste era un mendigo moderno, un precursor medieval. Hubo un tiempo en que, en medio del caos, todas las catedrales mostraban las piedras esplendorosas, recién labradas, pero esta Edad Media que se avecina se encontrará con aquel gótico roído por el monóxido de carbono, aunque dentro de esa ruina el terror aparecerá intacto y floreciente. El mendigo tocaba la flauta. Cómo un juglar antiguo, trataba de extraer del aire un poco de armonía a cambio de unas monedas, y sin duda su perro le admiraba. Las fachadas, cresterías y capiteles de las catedrales están llenas de serpientes aladas, dragones, hidras, gárgolas y basiliscos. Estos monstruos asoman sus fauces abiertas por las comisas tratando de defender el misterio que en su interior guarda el edificio. En la Edad Media estos monstruos atacaban. Ha vuelto a suceder el otro día. Los agnósticos dicen que sólo se trataba de un cascote desprendido desde el alero a causa del abandono. Los verdaderos creyentes en la nueva Edad Media saben que no fue así. En realidad, una de aquellas hidras, o tal vez un dragón, se había precipitado a traición sobre la espalda del mendigo músico y de un mordisco le había partido la cervical. Las gentes deben tomar esto como un primer aviso. Las catedrales se yerguen ahora con todas sus piedras podridas y a su alrededor florecen unas sectas que unen el fanatismo a la daga, al suicidio colectivo o al gas letal en el suburbano. Participando de este terror sagrado los monstruos de las cornisas también han recobrado la vida. La primera víctima moderna ha sido un mendigo de Murcia que tocaba la flauta; pero tal vez muy pronto las serpientes, basiliscos, gárgolas y dragones comenzarán a actuar ferozmente contra todos los infieles. La nueva Edad Media está ahí. La última encíclica del Papa la acaba de anunciar.
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