lunes, 27 de diciembre de 2021

BATALLA 2021

25/12/2021 (sábado) 

Ha habido batallas famosas que, pese a haber sucedido hace miles de años, somos lo que somos todavía gracias a su victoria. Sin el triunfo de los griegos contra los persas en el Paso de las Termópilas y en Salamina (480 a. de C.) no hubiera existido la filosofía de Platón, ni el derecho romano ni el cristianismo, ni la Divina Comedia, ni Leonardo da Vinci, ni la duda metódica de Descartes, ni Juan Sebastián Bach. Tampoco hablaríamos con este vestigio del latín que es la lengua que usamos. En el fondo toda nuestra la cultura, incluidos los placeres del vino y del jamón, se la debemos al general Temístocles, que derrotó a la escuadra naval del rey Jerjes I en la isla de Salamina, y al general Alcibíades, que acabó con las esperanzas de Darío I en el mar y la campa de Maratón. Algunas batallas con sus victorias y derrotas han significado una encrucijada decisiva en la historia universal hasta el punto de dar entrada a una nueva civilización; así puede haber sucedido también en cada historia personal. ¿Quién no lleva dentro un Paso de las Termopilas, un Waterloo, un desembarco en Normandía, que ha alterado el curso de su vida? Mientras los pájaros cantaban los guerreros se mataban hollando las flores; todas estas batallas que causaron millones de muertos se realizaron en bahías cuyas playas hoy están llenas de hamacas y en llanuras ondulantes donde el trigal se mece con la brisa de primavera. Ahora que termina el apestoso año 2021 es bueno recordar si uno estuvo en la batalla de Salamina, si fue derrotado en Waterloo, si luchó cuerpo a cuerpo contra los nazis en Stalingrado, si participó a bordo de una tanqueta acuática en la toma de la costa de Omaha. Son batallas que, sin saberlo, el ciudadano moderno ha librado a lo largo de este año con un resultado desigual, bien con la victoria inscrita en la frente o bien huyendo con el rabo entre las piernas.


BAJO TIERRA

19/12/2021 

Cuando se escarba un poco en el suelo en cualquier lugar del planeta a veces aparece un cráneo que puede ser de homínido, de primate, de cromañón, de neandertal. O de un compañero de la oficina. A pocos metros bajo tierra yacen todos los sueños de la humanidad en los miles de millones de cráneos que permanecen enterrados desde el inicio de la historia. El laboratorio dictamina su antigüedad, pero lo que diferencia a unos cráneos de otros no es el tiempo que han pasado bajo tierra dormidos sino los sueños que en su día albergaron. Entre todos ellos uno fue el primero en soplar por el hueco de una caña y al comprobar que esa acción producía un sonido placentero siguió soplando sin saber que en esos siete tonos musicales ya estaba incluido todo Mozart. Otro fue el primero en dibujar en la pared de la gruta la imagen de un venado. En los trazos de esa figura ya estaba incluido todo Picasso. Otro fue el primero en agitar las caderas convulsivamente como un millón de años después lo harían Josephine Baker y Elvis Presley o en expresar un delicado sentimiento con los pies y los brazos sin ser todavía Margot Fonteyn. Uno de ellos fue el primero en montar una piedra sobre otra piedra y a su manera ya había comenzado a construir el Partenón. Cualquiera de esos cráneos pudo pertenecer a alguien que fue el primero en balbucir un canto rítmico o en grabar con el dedo un signo en una tablilla de barro. El sueño de la belleza sigue enterrado en cada cráneo a la espera de germinar con una semilla nueva. Ninguna batalla de la historia ni hazaña de los héroes ha dejado rastro sobre la tierra, salvo el caudal de sangre que ha provocado. Solo el arte ha dado sentido a la caótica aventura de la vida y cuando esta se extinga, más allá de la crueldad humana, el sueño de belleza aún seguirá siendo el único motivo para sentirse orgulloso de haber pasado por este perro mundo.

 MEGAFONÍA

12/12/2021

Sobre todos los productos expuestos en los grandes almacenes, sobre todos los manjares que se exhiben en los supermercados de lujo la megafonía cierne estos días de Navidad una música de villancicos cargada de nostalgia. Todas las mercancías adornadas con lazos y guirnaldas quedan maceradas con estas dulces melodías. El perro de Pávlov está al acecho. Al sentir que suena en el aire noche de paz, noche de amor, a la clientela se le ablanda el corazón y con un reflejo condicionado se va directamente a la tienda de jamones; a algunos esa canción les lleva a soñar con angulas o tal vez a conformarse con un simple besugo, aunque a muchos les recuerde también un hambre antigua con las manos llenas de sabañones en los bolsillos. El villancico sube y baja por las escaleras mecánicas de los grandes almacenes, se disemina por todas las secciones, penetra en los probadores, te persigue por todas las plantas, no para anunciarte que el Niño Dios ha nacido sino para recordarte que tu destino en este mundo solo consiste en comprar. Puede que este villancico le traiga a mucha gente la memoria del primer juguete de los Reyes Magos. Los juguetes de la infancia son arquetipos que permanecen dormidos en el cielo de Platón. Allí está aquel caballo de cartón, aquel triciclo, aquella casa de muñecas, el costurero, el rompecabezas, el parchís, la primera bicicleta de tiempos de posguerra. Desde entonces el mercado ha evolucionado, los juguetes han cambiado, pero los villancicos han permanecido inmutables, de modo que el día de mañana los juguetes electrónicos del reino de MediaMarkt también estarán cargados de melancolía y al recordar aquella lejana videoconsola a muchos viejos se les saltarán las lágrimas. El perro de Pávlov está al corriente del corazón humano. Cuando suene Noche de paz, te verás sin saber por qué con una bolsa de grandes almacenes en la mano.

EN LA NUBE

05/12/2021 

Dice el poeta Heine: “Dios hizo el mundo en seis días y el séptimo llamó a Goethe y le dijo: haz tú las nubes”. Era la forma de rematar al menos con un bello adorno de algodón un mundo que se sabía de antemano que iba a ser un desastre. Si yo hubiera sido Dios, que no es el caso, se las habría encargado al pintor René Magritte. Las nubes que pinta Magritte constituyen formas esenciales de la imaginación humana. Son leves y rosadas; penetran la materia, entran y salen del cuerpo humano; unas se reflejan dentro del ojo como un espejo y se confunden con la mirada; a otras se las llevan consigo las aves en su vuelo bajo las alas y algunas descienden hasta el fondo del asfalto y se convierten en los fundamentos más firmes que mantienen en pie a las ciudades. En uno de sus cuadros se ve a dos caballeros adustos con gabán, uno de ellos apoyado en un bastón, que conversan caminando por una nube como si tratara de un agradable paseo por un prado una tarde de primavera. Cabe imaginar de qué irán hablando. De nada trascendente, por supuesto. Tal vez se cuentan uno al otro sus problemas de riñón o van presumiendo de pasadas aventuras amorosas o simplemente caminan en silencio porque ya se lo han dicho todo. No es en absoluto una pintura surrealista. Hay casos en que tener los pies en las nubes es la única forma de no pisar ninguna mierda aquí abajo. Pero hoy las nubes, lejos de ser un elemento poético como en el arte de Magritte, son solo una metáfora de internet, cuya nube se halla en distintos lugares secretos del planeta, guardada bajo tierra y en ella se almacenan todos los datos de la infinita maraña digital fuera del disco duro de tu computadora, a los que se puede acceder con solo apretar un botón. Por mi parte, la única nube verdadera será siempre aquella de algodón azucarado color de rosa que de niño compraba cuando llegaba al pueblo la feria.

QUÉ MÁS DA

28/11/2021 

Un fantasma recorre el mundo: es el fantasma de la resignación. Este es un momento de la historia en que frente a cualquier escándalo político, desastre económico o injusticia flagrante muchos jóvenes se sorprenden diciendo qué más da, todos son iguales, yo a lo mío, esto es lo que hay, con la que está cayendo más vale callar y abrir el paraguas. A caballo de un populismo grosero, de la ingente basura mediática y de la peste que propagan las redes sociales asciende la extrema derecha de forma imparable, pero la gente se encoge de hombros muy resignada como si se tratara de un fenómeno siniestro e inevitable que nos depara el tiempo. Cada día se acrecienta más la convicción de que hagas lo que hagas no servirá de nada, de modo que lo mejor será refugiarse dentro de uno mismo y convertir los pequeños placeres más a mano en un baluarte inexpugnable. Bebamos, bebamos mientras el viejo mundo se viene abajo. Ignoro si esta actitud constituye una alta conquista del espíritu o se trata de una infame derrota que te convierte en la mermelada ideal para que el poder se haga contigo una tostada. Recuerdo que después de una charla en un pueblo de la España profunda en la que, hace ya mucho tiempo, con un optimismo progresista hablé de los derechos a la justicia, a la igualdad, a la salud, al placer, a la felicidad y a todos los dones que nos ofrece naturaleza, a la hora de establecer un diálogo con el público una anciana vestida de negro sentada en primera fila me preguntó: “¿Qué edad tiene usted?”. “50 años”, le dije. La anciana con cierta sorna replicó: “Pues, a partir de ahora, hijo mío, mucha resignación”. Como si se tratara de una artrosis del espíritu la resignación ha sido siempre cosa de viejos. Pero el fantasma que recorre el mundo es un fenómeno nuevo: el de los jóvenes resignados ante la mierda que les cae encima desde el palo más alto del gallinero.

VIVIR TODAVÍA

21/11/2021

Parece que a la hora de morir todo son ventajas. Si mueres muy joven, durante tu entierro, dirán: ha muerto como los elegidos de los dioses, ha saboreado lo mejor de la vida, no ha tenido que soportar las miserias de la vejez. Si mueres muy viejo dirán: ha gozado de buena salud, se ha ido al otro mundo lleno de experiencia, rodeado de hijos y nietos, ha vivido muchas aventuras, ¿qué más se puede pedir? Si mueres de repente, de síncope o infarto, dirán: no ha sufrido, no se ha enterado de nada, ya me gustaría a mí. Si mueres al final de una larga y cruel enfermedad, dirán: por fin ha descansado. Y encima, aunque en vida hayas sido un facineroso, un atravesado o un mediocre absoluto, la familia y los amigos, incluso el cura, que ni siquiera te conocía, en el funeral te colmarán de elogios y, sin duda, habrá alguien que diga: siempre se van los mejores y tú serás uno de ellos. No escribo esto como una invitación a abandonar cuanto antes este perro mundo. Vamos a estar tanto tiempo muertos que no hay por qué precipitarse. Pero si eres alguien que ha triunfado en la vida, poeta, escritor, pintor, cantante o artista en general y tienes algún interés en pasar a la posteridad es aconsejable que mueras el primero de tu generación, puesto que tu memoria solo perdurará mientras tus colegas cuenten anécdotas de tu vida en las sobremesas. En ese caso puede que a alguno se le ocurra proponer un homenaje en tu honor en una tasca o establecer un premio literario que lleve tu nombre. El espacio infinito del olvido empieza cuando se extingue el último de tus amigos. Si la vida fuera una inacabable sobremesa, la vejez sería el postre dulce del final, una especie de tarta con pasas, seguido de una grapa, que invita la casa. Cada edad tiene sus naipes con una baza a espadas. Lo peor es vivir y que alguien al verte en la calle diga: ¿pero ese sigue vivo todavía?