domingo, 31 de mayo de 2020


ZAFARRANCHO
31/05/2020


Si el Partido Popular hubiera ejercido una oposición crítica, leal y constructiva, y no imbuida con un odio africano, una vez derrotada la pandemia también habría podido con toda razón adjudicarse la victoria, pero al parecer solo está interesado en aprovechar el virus para derribar al Gobierno y se comporta como un boxeador tosco, que por exceso de furia acaba por echar el bofe antes de acertar con el gancho definitivo de derecha. En este sentido, el Gobierno lo tiene muy fácil. Ante una oposición tan ciega y desmesurada, la moderación y la sensatez, como defensa, resultan demoledoras. En vista del fracaso, los ataques al presidente Pedro Sánchez se producen ahora en toda regla por tierra, mar y aire. En este zafarrancho de combate la fiel infantería de la derecha en su doble falange aznarista ataca por tierra; los independentistas catalanes, ajenos al hecho de que sus vanos sueños, de momento, han saltado por los aires, siguen lanzando torpedos bajo la línea de flotación del Estado, y a este despliegue ofensivo se ha sumado por el aire la escuadrilla judicial con un pelotón de paracaidistas rábulas, que ha caído sobre el Ministerio del Interior con toda clase de enredos y sospechas; por si fuera poco, el vicepresidente Iglesias, llevado por su instinto ideológico, provoca, crispa e insulta para marcar territorio y de hecho le siega la hierba bajo los pies al propio Gobierno. Este ataque desde todos los flancos lleva empotrados a comentaristas políticos, embarradores del terreno de juego, especialistas en acertar la quiniela los lunes. En mi caso, siendo por edad una persona vulnerable, la única forma de salvarme, si no del virus, al menos de la asfixia de tanta basura política, consiste en cerrar con llave esta caja de Pandora llena de serpientes y colocar en la tapa una bailarina de Degas, que dé vueltas mientras suena la Barcarola.

sábado, 23 de mayo de 2020

CONTRASTE
24/05/2020

A causa del confinamiento impuesto por la peste los ciudadanos han dejado por un tiempo de expeler basura en el espacio, pero nunca como hasta hoy a un cielo tan limpio y a un aire tan puro se ha sumado por contraste un ambiente social tan sucio aquí abajo. La nube tóxica de odio, cabreo y resentimiento que genera la política de este país ha invadido la calle. Contra esta infección de la moral colectiva no hay antídoto, vacuna ni mascarilla prevista. De pronto los pájaros sorprendidos por un silencio tan extraño han recobrado el territorio natural que habían perdido. Por primera vez se han visto verderones, abubillas, palomas torcaces, gorriones, estorninos, mirlos y jilgueros bajar confiados al asfalto y la extraordinaria transparencia de la atmósfera ha multiplicado la alegría con que chillan los vencejos. También los árboles, las plantas, las flores han recuperado una gloria lavada por las pasadas lluvias. Este esplendor vegetal nos retrotrae en la memoria a los tiempos en que la gente vivía en medio de una austeridad aseada y a una vida sencilla que se correspondía con un mar limpio, con la luz incontaminada de los días azules. Pero ahora a ras del suelo, inmersa en un éxtasis de rencor entre bandos, la política se parece a un baile de bastones, en el que el Gobierno da palos de ciego, algunos en la cabeza de sus propios ministros y la oposición lo azota como lo hacen con el asno los más zafios arrieros. Esta parece ser la tierra prometida de Caín en la que los políticos revientan de placer si el adversario fracasa. Para salvarse de este laberinto de rencor solo nos queda mirar el cielo limpio antes de que lo volvamos a emponzoñar cuando el miedo concluya. Existe una vacuna contra la rabia, pero no contra el odio; contra el cólera, pero no contra el cabreo; tampoco contra el resentimiento, la frustración y la mala baba hay vacuna en España.

jueves, 21 de mayo de 2020

NO ME TOQUES
17/05/2020

El distanciamiento social había sido hasta ahora el que existe entre el pobre y el rico, entre el que vive en una chabola y el que habita un dúplex de lujo, entre el que consigue a duras penas llenar el estómago gracias a la caridad y el que saluda a los amigos con una cigala en la mano. Guardar las distancias había sido hasta ahora una actitud de clase que indicaba cierta displicencia con que el de arriba miraba a la chusma, pero hoy significa esa separación física de dos metros que debemos observar entre las personas al salir del confinamiento para evitar ser contagiados por el virus. Aunque, según Baroja, la Biblia está llena de personajes facinerosos, sea uno creyente o agnóstico, conviene a veces leer ese libro porque también contiene relatos metafóricos no exentos de sabiduría. Grandes maestros de la pintura, entre otros Giotto, Fra Angélico, Tiziano y Correggio han pintado la escena bíblica en la que Cristo recién resucitado se aparece a la Magdalena. No se nos dice en qué lugar se produjo el encuentro, pero en estas pinturas se ve a la mujer enamorada en medio de un huerto florido, alucinada y llena de alegría, con los brazos tendidos hacia el Maestro, quien mantiene una actitud huidiza como advirtiendo a su amiga que guarde las distancias. “Noli me tangere”, no me toques, le dice. Es lo mismo que nos indican hoy los virólogos. Esos dos metros de separación, que también observan la Magdalena y el Nazareno, es un espacio habitado por el pánico, un naipe fatídico que a partir de ahora va a barajarse en cualquier relación humana entre el amor y la muerte. Aunque juegues tú en este caso el papel de resucitado, durante mucho tiempo en la brisa, en las flores, en los besos, en el sexo, en el vino de alegres sobremesas, en todos los placeres bajo el sol o a la luz de la luna estará siempre presente el coronavirus como un cruel invitado.

P.D. Hoy no estoy para posdatas.

lunes, 11 de mayo de 2020

CORMORANES

08/07/2018

Cuando por la montaña, que cierra a poniente, el halcón se llevaba la claridad del cielo, siguiendo el verso de Espriu, miré esta tierra. Al sur, más allá de cala Granadella, se veía el cabo de Moraira, sobre su perfil asomaba la cresta del peñón de Ifach y el norte lo poseía entero el cabo de la Nao. La casa de Raimon en Xabia está colgada de un acantilado sobre el mar y en este caso el halcón del poema Espriu fue sustituido por un bando de cormoranes que se llevaba hacía el sur la última luz de la tarde y la primera sombra subía del mar y comenzaba a temblar. Entonces miré esta tierra, pero ya estábamos sentados a la mesa para degustar una pasta con calabacines y basílico que había preparado Annalisa. Después hubo ensaladas de varias hierbas e intercambio de recetas para adelgazar. Cuando el viento nos hablaba de la soledad de nuestros muertos miré esta tierra y salieron los nombres de viejos amigos, de Joan Fuster, de Andreu Alfaro, que se habían ido con Ausiàs March al más allá. El poema He mirat aquesta terra, de Espriu, es lo mejor que ha cantado Raimon, que acaba de sacar un libro con todas las letras de sus canciones. Cuando el verano enlazaba por todo el campo adormecido el amplio silencio que extienden los grillos, miré esta tierra y comenzamos a añorar los tiempos en que Cataluña abierta y aireada tiraba alegremente del resto de España hacia Europa y no lo que es ahora, un engendro político producto de un mal parto ideológico. Cuando la lluvia traía el olor del polvo de las ásperas hojas de árboles lejanos, pasando el arado sobre los recuerdos, miré esta tierra, que es la nuestra y la mirada llegaba a Italia y a Grecia perdidas en la memoria del mar y en la sobremesa navegábamos hacia ellas en los barcos que formaban las rajas de sandías, hasta que al final la melancolía se fundió en las infusiones de salvia.

domingo, 10 de mayo de 2020

SIN TOROS
10/05/2020

Si la peste del coronavirus no nos hubiera caído encima como una maldición, pese a la decadencia en que ha entrado la fiesta nacional, a estas alturas de la primavera se estarían celebrando las corridas de toros de la Feria de San Isidro en Madrid. Puede que para muchos antitaurinos contemplar la plaza de Las Ventas clausurada suponga un indudable alivio, pero no seré yo, ni siquiera en este caso, quien se alegre del mal ajeno, un resentimiento tan arraigado en la psicología del español frustrado. Probablemente la pandemia habrá asestado una estocada mortal a los empresarios del negocio taurino, ganaderos de reses bravas, toreros y apoderados. Toros criados con esmero para la lidia irán directamente al matadero, donde serán tratados como simples reses de carne anónima. Algunos artistas e intelectuales castizos que adornan la fiesta nacional podrán decir que a ese noble y bravo animal se le ha hurtado la gloria de morir peleando en la plaza para convertir su sangrienta tortura en arte o cultura. Pese a que detesto comer carne, siempre he creído que este no será un país del todo civilizado hasta que el nombre de Miura, en vez de llevarnos a imaginar el peligro de una aviesa cornada en la femoral, se asimile a un solomillo en un buen restaurante. En lugar de exaltar la muerte como espectáculo y elevar el desolladero a escuela de filosofía habría que dedicar todo el afán gastronómico a que las famosas divisas de Miura, Domecq, Pablo Romero o Vitorino sean un día sinónimo de entrecots, solomillos y chuletas. Así sucedió con la ganadería de Villagodio, que iba para bravo y al salir el ganado manso ha contribuido a la felicidad del estómago de los españoles, puesto que hoy en los libros de cocina un villagodio significa un chuletón de lomo alto, que llega a la mesa sin haber sido cruelmente atormentado en medio del bullicio de la fiesta.

lunes, 4 de mayo de 2020

PUNTO AZUL
03/05/2020
En 1977 la Nasa lanzó al espacio la sonda Voyager I con la misión de localizar y estudiar los límites del sistema solar. Después de 13 años de viaje, cuando la nave estaba más allá de la órbita de Plutón se la orientó hacia la Tierra para echarle el último vistazo. Desde 6000 millones de kilómetros de distancia nuestro planeta aparece como una mota de polvo iluminada por el sol en medio de la oscuridad cósmica. Esa mota de polvo azul, que es nuestro hogar, lleva consigo por el universo el misterio de la vida junto al caos que la raza humana con sus dioses, creencias, pasiones, crímenes, patrias e ideologías. Esa visión extracorpórea de la Tierra, obtenida a través de la pantalla, está inoculando en nuestra conciencia la sensación de que en esa nave de locos perdida en el espacio o nos salvamos todos o nos vamos todos juntos al infierno. En esa mota de polvo los avances de la ciencia y la alta tecnología conseguidos por la raza humana se hallan también al servicio del fanatismo y la miseria moral. Cualquier tipo desesperado tiene a su disposición armas de destrucción masiva conectadas a su odio, a su venganza o simplemente a su dolor de estómago. Del mismo modo que desde la caída de las Torres Gemelas nos hemos acomodado al virus del terrorismo y de hecho el escáner se ha convertido en un paso obligado de nuestras vidas, y en el aeropuerto aceptamos que nos palpen todo el cuerpo y hurguen en nuestro equipaje en el que un frasco de colonia puede ser tomado por un explosivo, así ahora la covid-19, que acaba de hacer acto de presencia en esa mota de polvo azul, nos ha hecho saber que toda la humanidad constituye un tejido muy tupido y, más allá de razas e ideologías, cada persona forma un nudo al que todos estamos atados y basta con un estornudo en cualquier rincón del planeta para que la especie humana esté en peligro.