martes, 4 de agosto de 2020

LA MIRADA

LA MIRADA
26/07/2020

Después de un año, al abrir las ventanas para que se oree la vieja casa de verano, te envuelve el aire dulzón que expelen los muebles, los libros, los visillos, los armarios, la cocina, con un sabor familiar que no te ha abandonado. La imagen del tiempo se halla en esa cesta donde habían quedado olvidados algunos periódicos y revistas. Sus titulares se refieren al encono político entre partidos, a algunas tragedias y escándalos, que eran noticia el verano pasado. Este invierno ha habido duros temporales, algunos muy aciagos, que habían destruido gran parte de la costa. Sobre los titulares de esos periódicos viejos se ha posado un moho amarillo y de las catástrofes meteorológicas apenas quedan vestigios. Aquellos sucesos te parecen inanes y ligeros frente a la gran pandemia que asola hoy al mundo entero. Así ha rodado también el tiempo sobre tu rostro. Después de un año, el espejo del cuarto de baño, testigo de cargo de tus éxitos y fracasos, guarda todavía la imagen que le dejaste al terminar las vacaciones en septiembre de regreso a la ciudad, pero ahora con la boca y la nariz tapados para que el virus no te mate, el espejo solo puede reconocerte por los ojos, como sucede también entre las personas. Cuando alguien se acerca a hablarte te preguntas a quién pertenece ese medio rostro cubierto por la mascarilla. Recuerdas el aforismo de Antonio Machado: “El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas; es ojo porque te ve”. Ahora deberás adivinar en los demás la alegría, el miedo, la sorpresa que expresa su mirada, limpia o sucia, oscura, verde o azul. Aunque las noticias de la peste un día se cubran también de moho en los periódicos olvidados en la cesta del tiempo, puede que esta tragedia nos haya enseñado a mirar con nuevos ojos la vida. El poder de la mirada será, tal vez, en el futuro la gran aportación cultural de esta pandemia.


sábado, 18 de julio de 2020

EN CANAL

EN CANAL
19/07/2020

Llegó a España desde el exilio y el dictador a su muerte le regaló este país. Fue la primera donación a fondo perdido que recibió el rey Juan Carlos y por un azar de la historia hubo un tiempo en que el regalo funcionó. Era simpático, superficial, un poco ganso y atrabancado, que no paró de darse leñazos a lo largo de su vida. Siendo todavía príncipe partió con su crisma la puerta de cristal en una piscina; después, ya como rey, se ha roto toda clase de huesos, rótulas, pelvis, cadera, hasta llegar a la infausta cacería de elefantes en Botsuana, donde, con un ligero traspiés en una alfombra, esta vez se rompió mucho más que un hueso, puesto que en ese safari se quebró a sí mismo moralmente todo entero. De hecho, dejó de ser rey cuando, apoyado en una muleta, tuvo que pedir excusas, que no perdón, a sus ciudadanos, muy humillado, como un cazador cazado. No se sabe qué es peor, si el desprecio o la compasión que generó su aventura. Juan Carlos I ha pasado en varias ocasiones por el quirófano, pero ninguna operación quirúrgica ha sido tan peligrosa y encarnizada como la que está sufriendo hoy, en la que aparece abierto en canal ante la opinión pública. Todos los ciudadanos de este país son invitados cada día por los medios a la fiesta del desguace del rey que un día encarnó felizmente la democracia en España. Humano, demasiado humano. Sus impúdicas finanzas, que unen el dinero sucio a la codicia, al despilfarro y a la venganza entre amantes, se han convertido en un cáliz que los españoles no tenemos por qué apurar hasta las heces. No hay nadie que pueda resistir semejante descarga. Antes de que su conducta irresponsable acabe por pudrir del todo a la monarquía, alguien debería invitar cortésmente al rey emérito a volver al mismo exilio de donde llegó, puesto que este país, que le fue regalado, ya no es el suyo.


Juan Carlos I en el Palacio de la Zarzuela durante el juramento y toma de posesión del primer gobierno de Adolfo Suárez en julio de 1976.

REENCUENTRO

REENCUENTRO 
12/07/2020

Si después de muchos años un día regresas al mar de tu infancia tienes que saber que ese mar no te ha olvidado. Como un espejo familiar que guardara en su azogue toda la evolución de tu rostro a lo largo de la vida, así es el mar, una forma sustancial, siempre igual, siempre distinta, que se confunde con tu conciencia cuando lo contemplas sentado en el muelle de la bahía, como canta Otis Redding. Eres ese niño que ahora levanta los mismos castillos en la arena y llora al verlos una y otra vez derribados sin saber que esa es la primera lección de la historia. Eres ese chaval que bracea con furia contra todo el mar en una pelea muy dura como si nadar fuera una moral. Está todavía en esa playa aquella vanidad de un cuerpo juvenil insolente que te hacía sentir inmortal como los caballos que piafaban entre el oleaje, que al romper contra su cuerpo, los llenaba de espuma. “Hombre libre, siempre amarás el mar”, dice un verso de Baudelaire. En aquellos tiempos de la dictadura solo el mar era la libertad. Recuerdas aquella mañana en la playa en que sonaba el campanil del oratorio llamando a los feligreses a misa. Fue la vez en que decidiste que el mar, entonces tan limpio, tan azul, también era un dios verdadero con aroma a salitre y abrazarse a él bajo la luz del mediodía era un acto más religioso que arrodillarse ante un confesor que te amenazaba con el infierno en medio de la gloria del verano. Después de tantos años, por muchas vueltas que hayas dado por el mundo, ese mar siempre te tendrá en su memoria y pese a todas tus caídas nunca te va a condenar. Al final del confinamiento a causa de la peste en el reencuentro con el mar de tu niñez, sentado en el muelle de la bahía, ves ahora un navío que se aleja. Como parte de su carga puede que se lleve el recuerdo de aquella lejana felicidad y la moral de la lucha en una guerra de antemano perdida.






CONFINADO

CONFINADO
05/07/2020

Lo tenía todo, una tercera mujer con dos hijos adolescentes que parecían dos máquinas tragaperras, tenía un dúplex con terraza, un despacho financiero conectado con paraísos fiscales, un rifle con mira telescópica para matar venados, un monovolumen con un maletero capaz de transportar los palos de golf y también cualquier cadáver. A los 69 años tenía todo lo que podía desear en esta vida, salvo un sobrepeso que hacía saltar la aguja de la báscula. Una masajista diplomada le pasaba la garlopa por sus mantecas dos veces por semana y un dietista en nómina lo sometía en vano a distintas y crueles ensaladas. Era uno de esos gordos con mala conciencia que hunden el diván del psicoanalista, quien le decía: “Tienes confinado dentro de ti a un ser muy limpio que grita deseando huir, deja que escape y síguele a donde quiera que vaya”. El estado de alarma de la pandemia había concluido con la llegada del verano, un tiempo en que la gente trata de alargar el brazo agónico hacia el horizonte y sólo consigue atraparse por detrás los propios genitales. El psicoanalista le había advertido de que todos estamos habitados por los múltiples seres que hemos sido a lo largo de la vida, culpables o inocentes, y que se niegan a desaparecer. Tal vez ese otro yo que gritaba dentro de este hombre quería huir hacia una playa que no estuviera en el mapa donde esperaba reencontrarse con su primera inocencia, con aquella libertad de lobo estepario de cuando solo buscaba la belleza y la armonía de vivir. Puede que fuera aun aquel chaval de 16 años con su primer amor de verano o aquel joven comprometido con los ideales de la izquierda o aquel tipo solidario antes de que enredara en negocios que lo hicieron un sucio millonario. Uno de estos seres confinado en aquel cuerpo mantecoso es el que gritaba pidiendo auxilio, mientras el hombre tomaba tranquilamente una ensalada.


Dos personas con sobrepeso en un banco de Benidorm.

DÍAS DE IRA

DÍAS DE IRA 
28/06/2020

Ya se sabe, empiezas cometiendo un asesinato, sigues con un atraco a mano armada, después le robas la cartera a un ciego y al final acabas por no saludar al portero. Este saludo es el que marca ahora la corrección política y social, una forma de refinada tortura en la que intervienen a medias un puritanismo rampante y la idiotez más absoluta. Puestos a pasar la historia por la lima del siete, aquí no se salva nadie, empezando por Jehová y terminando por el tendero de la esquina. No se pueden juzgar con la sensibilidad de hoy los hechos crueles, fanáticos, visionarios que sucedieron hace cientos de años sin poner a toda la humanidad patas arriba. Vivimos tiempos en los que el profeta Isaías se pondría tibio con sus salmos, puesto que en medio de la peste se han instalado los días de la ira. Están a la vuelta de la esquina procesiones de disciplinantes como las del Séptimo Sello, en las que la verdad, usada como látigo, conduce el ganado humano mansamente al redil. En este momento están siendo abatidos de sus pedestales próceres de todas clases, descubridores, conquistadores, políticos y moralistas; muy pronto serán los literatos y artistas si sus libros, películas y pinturas no se adaptan al orden establecido. No hace falta remontarse a la época bizantina del emperador León III, quien mandó destruir todas las imágenes religiosas. Desde entonces los iconoclastas no han dejado de actuar. Si los talibanes de Afganistán dinamitaron los Budas de Bâmiyân, labrados en el siglo V, ¿por qué habría que escandalizarse si un día se destruye a martillazos el David de Miguel Ángel, a causa de sus gloriosos genitales? La historia todo lo tritura. En el futuro también nosotros seremos juzgados y declarados culpables, como gente insensible, tosca y brutal, por convivir con toda naturalidad con injusticias y hechos muy crueles sin que se nos indigestara la comida. 


"Una estatua de Cristóbal Colón, en el suelo tras ser derribada en Saint Paul (Minnesota) el 10 de junio." (Foto adjunta a la columna en el periódico)

domingo, 21 de junio de 2020

BARRICADA

BARRICADA
21/06/2020

Un día como hoy, 21 de junio, en culturas muy distintas desde la antigüedad se celebraba el solsticio de verano con un rito idéntico. Se construía un muñeco, que representaba a la muerte, se le engalanaba con cintas de colores y otros perifollos, lo llevaban en procesión a lo alto de un monte o a la playa y, allí, después de despojarlo de todos los adornos, lo despeñaban por un precipicio o dejaban que se ahogara en el mar. Era la forma exorcista de sacudirse la muerte de encima. Esta ceremonia en los países nórdicos se acompañaba con la tala de un abeto por cuyo tronco desnudo en medio de la plaza los jóvenes trepaban para recoger de lo alto aquellas cintas de colores con que había sido adornado y las entregaban a las muchachas coronadas de flores. Después de varios meses de confinamiento a causa de la peste se abrirá hoy la puerta de nuestra mente para enfrentarse al desafío orgiástico del verano. En nuestra cultura mediterránea este solsticio se celebra con hogueras, y en la noche de San Juan alrededor de las llamas se formulan deseos y se establece toda clase de sueños. También esta vez habrá bailes, canciones y guirnaldas; en la ronda del fuego bajo las estrellas germinarán primeros amores y habrá nostalgias de otros que se perdieron, pero en el solsticio de este año la ruidosa alegría aparecerá sobrevolada por la sombra de la guadaña. Nunca como en esa noche el placer estará tan unido a la muerte real, no en forma de muñeco simbólico, porque las cenizas de esas hogueras nos recordarán a las de nuestros muertos. Puede que el coronavirus nos obligue a vivir un verano a la antigua usanza. Una hamaca, la sombra de una parra, un buen libro, una bicicleta, alguna copa con un pequeño círculo de amigos de confianza formarán una barricada a la espera de que en la playa, entre el cuerpo y las olas, la muerte se ahogue de una vez en el mar.

domingo, 14 de junio de 2020

APAGÓN

APAGÓN
14/06/2020

La ciencia y la tecnología son capaces de lanzar un artefacto más allá de Plutón, fuera del sistema solar, pero el arte y la literatura ni siquiera han logrado subir un peldaño desde los tiempos de Homero, de Sófocles, de Sócrates, de Safo, de Virgilio y de Horacio, cuyo refinamiento no ha sido superado. De hecho, vivimos todavía de la herencia de sus conquistas del espíritu expresadas en poemas, en teatro y en pensamiento. A lo largo de la historia la estética ha sido compatible con la crueldad más abominable, de modo que es posible imaginar a Virgilio y a Horacio departiendo por la vía Apia sobre la cadencia métrica del hexámetro sin que les importara que en las veredas del camino hubiera esclavos crucificados a merced de las aves carroñeras y a Dante Alighieri enhebrando tercetos áureos en medio de la peste de Florencia. Se tiene por cierto que las guerras y hecatombes de la humanidad impulsan el desarrollo de la ciencia y de la tecnología, pero ninguna gran tragedia ha servido para refinar la sensibilidad humana servidora del arte. Los sociólogos se preguntan si vamos a salir mejores de esta pandemia. Si se tiene en cuenta que en la evolución del espíritu el ser humano es un mono todavía a medio cocer, tal vez del coronavirus saldremos mucho más técnicos, pero igual de egoístas, idiotas, generosos, torpes, perplejos, crueles y piadosos. Sin duda, a raíz de este apagón planetario la técnica digital le habrá doblado el codo de una vez al mundo analógico y la vida humana comenzará a funcionar definitivamente como una aventura virtual. Pero si un día a causa de un ataque diabólico se produjera el colapso definitivo de las redes, la ciencia y la tecnología quedarían anuladas y puede que entonces en medio de la oscuridad tuviera que levantar la voz un ciego declamando: canta, musa, la cólera de Aquiles, para empezar la historia de nuevo por Homero.

sábado, 6 de junio de 2020

TODO LLENO

TODO LLENO
07/06/2020

“Yo soy multitud” —decía Walt Whitman. Pues bien, antes de que llegara un virus maléfico a poner a cada individuo en su sitio, adondequiera que fueras esa multitud ya estaba allí ocupando todo el territorio. Si intentabas subir al Everest lo encontrabas abarrotado; si querías contemplar La Gioconda en el Louvre había una barra compacta de cogotes chinos y japoneses delante; si te había dado una peritonitis aguda debías guardar la vez en el pasillo de la sala de urgencias tumbado en la camilla; si sacabas un pasaje con sobreprecio para una playa desierta, al llegar no había forma de plantar la sombrilla si no era en el ombligo del vecino; si en un restaurante de moda estabas despachando a gusto una lubina tenías a otro comensal impaciente de pie junto a tu mesa esperando a que terminaras; si te apetecía tomar una cerveza tenías que tomar primero por asalto una terraza; si soñabas con asistir a un concierto en un estadio donde actuaba tu héroe había que sacar las entradas un año antes. La sensación de lleno lo ocupaba todo, trenes, aviones, cruceros, autopistas, discotecas, vertederos, depósitos de cadáveres e incluso en la puerta del infierno se había colocado el cartel de no hay billetes. La cola larga o corta era paradigma del éxito o del fracaso. De hecho, la humanidad se había convertido en una masa gelatinosa que se amoldaba a cualquier ámbito físico hasta llenarlo con su inevitable hedor a cabrío. El tiempo y el espacio eran dos conceptos estúpidos de la realidad que la cultura tenía la obligación de anular. Dijo Protágoras: “El hombre es la medida de todas las cosas”, pero ha venido un virus a demostrar que esa medida áurea son dos metros de distancia entre las personas, un espacio en el que la muerte juega a los dados. Sacudirse de encima esa clase de humanidad chotuna y pegajosa es la última forma que tiene el espíritu de salvarse.

domingo, 31 de mayo de 2020


ZAFARRANCHO
31/05/2020


Si el Partido Popular hubiera ejercido una oposición crítica, leal y constructiva, y no imbuida con un odio africano, una vez derrotada la pandemia también habría podido con toda razón adjudicarse la victoria, pero al parecer solo está interesado en aprovechar el virus para derribar al Gobierno y se comporta como un boxeador tosco, que por exceso de furia acaba por echar el bofe antes de acertar con el gancho definitivo de derecha. En este sentido, el Gobierno lo tiene muy fácil. Ante una oposición tan ciega y desmesurada, la moderación y la sensatez, como defensa, resultan demoledoras. En vista del fracaso, los ataques al presidente Pedro Sánchez se producen ahora en toda regla por tierra, mar y aire. En este zafarrancho de combate la fiel infantería de la derecha en su doble falange aznarista ataca por tierra; los independentistas catalanes, ajenos al hecho de que sus vanos sueños, de momento, han saltado por los aires, siguen lanzando torpedos bajo la línea de flotación del Estado, y a este despliegue ofensivo se ha sumado por el aire la escuadrilla judicial con un pelotón de paracaidistas rábulas, que ha caído sobre el Ministerio del Interior con toda clase de enredos y sospechas; por si fuera poco, el vicepresidente Iglesias, llevado por su instinto ideológico, provoca, crispa e insulta para marcar territorio y de hecho le siega la hierba bajo los pies al propio Gobierno. Este ataque desde todos los flancos lleva empotrados a comentaristas políticos, embarradores del terreno de juego, especialistas en acertar la quiniela los lunes. En mi caso, siendo por edad una persona vulnerable, la única forma de salvarme, si no del virus, al menos de la asfixia de tanta basura política, consiste en cerrar con llave esta caja de Pandora llena de serpientes y colocar en la tapa una bailarina de Degas, que dé vueltas mientras suena la Barcarola.

sábado, 23 de mayo de 2020

CONTRASTE
24/05/2020

A causa del confinamiento impuesto por la peste los ciudadanos han dejado por un tiempo de expeler basura en el espacio, pero nunca como hasta hoy a un cielo tan limpio y a un aire tan puro se ha sumado por contraste un ambiente social tan sucio aquí abajo. La nube tóxica de odio, cabreo y resentimiento que genera la política de este país ha invadido la calle. Contra esta infección de la moral colectiva no hay antídoto, vacuna ni mascarilla prevista. De pronto los pájaros sorprendidos por un silencio tan extraño han recobrado el territorio natural que habían perdido. Por primera vez se han visto verderones, abubillas, palomas torcaces, gorriones, estorninos, mirlos y jilgueros bajar confiados al asfalto y la extraordinaria transparencia de la atmósfera ha multiplicado la alegría con que chillan los vencejos. También los árboles, las plantas, las flores han recuperado una gloria lavada por las pasadas lluvias. Este esplendor vegetal nos retrotrae en la memoria a los tiempos en que la gente vivía en medio de una austeridad aseada y a una vida sencilla que se correspondía con un mar limpio, con la luz incontaminada de los días azules. Pero ahora a ras del suelo, inmersa en un éxtasis de rencor entre bandos, la política se parece a un baile de bastones, en el que el Gobierno da palos de ciego, algunos en la cabeza de sus propios ministros y la oposición lo azota como lo hacen con el asno los más zafios arrieros. Esta parece ser la tierra prometida de Caín en la que los políticos revientan de placer si el adversario fracasa. Para salvarse de este laberinto de rencor solo nos queda mirar el cielo limpio antes de que lo volvamos a emponzoñar cuando el miedo concluya. Existe una vacuna contra la rabia, pero no contra el odio; contra el cólera, pero no contra el cabreo; tampoco contra el resentimiento, la frustración y la mala baba hay vacuna en España.

jueves, 21 de mayo de 2020

NO ME TOQUES
17/05/2020

El distanciamiento social había sido hasta ahora el que existe entre el pobre y el rico, entre el que vive en una chabola y el que habita un dúplex de lujo, entre el que consigue a duras penas llenar el estómago gracias a la caridad y el que saluda a los amigos con una cigala en la mano. Guardar las distancias había sido hasta ahora una actitud de clase que indicaba cierta displicencia con que el de arriba miraba a la chusma, pero hoy significa esa separación física de dos metros que debemos observar entre las personas al salir del confinamiento para evitar ser contagiados por el virus. Aunque, según Baroja, la Biblia está llena de personajes facinerosos, sea uno creyente o agnóstico, conviene a veces leer ese libro porque también contiene relatos metafóricos no exentos de sabiduría. Grandes maestros de la pintura, entre otros Giotto, Fra Angélico, Tiziano y Correggio han pintado la escena bíblica en la que Cristo recién resucitado se aparece a la Magdalena. No se nos dice en qué lugar se produjo el encuentro, pero en estas pinturas se ve a la mujer enamorada en medio de un huerto florido, alucinada y llena de alegría, con los brazos tendidos hacia el Maestro, quien mantiene una actitud huidiza como advirtiendo a su amiga que guarde las distancias. “Noli me tangere”, no me toques, le dice. Es lo mismo que nos indican hoy los virólogos. Esos dos metros de separación, que también observan la Magdalena y el Nazareno, es un espacio habitado por el pánico, un naipe fatídico que a partir de ahora va a barajarse en cualquier relación humana entre el amor y la muerte. Aunque juegues tú en este caso el papel de resucitado, durante mucho tiempo en la brisa, en las flores, en los besos, en el sexo, en el vino de alegres sobremesas, en todos los placeres bajo el sol o a la luz de la luna estará siempre presente el coronavirus como un cruel invitado.

P.D. Hoy no estoy para posdatas.

lunes, 11 de mayo de 2020

CORMORANES

08/07/2018

Cuando por la montaña, que cierra a poniente, el halcón se llevaba la claridad del cielo, siguiendo el verso de Espriu, miré esta tierra. Al sur, más allá de cala Granadella, se veía el cabo de Moraira, sobre su perfil asomaba la cresta del peñón de Ifach y el norte lo poseía entero el cabo de la Nao. La casa de Raimon en Xabia está colgada de un acantilado sobre el mar y en este caso el halcón del poema Espriu fue sustituido por un bando de cormoranes que se llevaba hacía el sur la última luz de la tarde y la primera sombra subía del mar y comenzaba a temblar. Entonces miré esta tierra, pero ya estábamos sentados a la mesa para degustar una pasta con calabacines y basílico que había preparado Annalisa. Después hubo ensaladas de varias hierbas e intercambio de recetas para adelgazar. Cuando el viento nos hablaba de la soledad de nuestros muertos miré esta tierra y salieron los nombres de viejos amigos, de Joan Fuster, de Andreu Alfaro, que se habían ido con Ausiàs March al más allá. El poema He mirat aquesta terra, de Espriu, es lo mejor que ha cantado Raimon, que acaba de sacar un libro con todas las letras de sus canciones. Cuando el verano enlazaba por todo el campo adormecido el amplio silencio que extienden los grillos, miré esta tierra y comenzamos a añorar los tiempos en que Cataluña abierta y aireada tiraba alegremente del resto de España hacia Europa y no lo que es ahora, un engendro político producto de un mal parto ideológico. Cuando la lluvia traía el olor del polvo de las ásperas hojas de árboles lejanos, pasando el arado sobre los recuerdos, miré esta tierra, que es la nuestra y la mirada llegaba a Italia y a Grecia perdidas en la memoria del mar y en la sobremesa navegábamos hacia ellas en los barcos que formaban las rajas de sandías, hasta que al final la melancolía se fundió en las infusiones de salvia.

domingo, 10 de mayo de 2020

SIN TOROS
10/05/2020

Si la peste del coronavirus no nos hubiera caído encima como una maldición, pese a la decadencia en que ha entrado la fiesta nacional, a estas alturas de la primavera se estarían celebrando las corridas de toros de la Feria de San Isidro en Madrid. Puede que para muchos antitaurinos contemplar la plaza de Las Ventas clausurada suponga un indudable alivio, pero no seré yo, ni siquiera en este caso, quien se alegre del mal ajeno, un resentimiento tan arraigado en la psicología del español frustrado. Probablemente la pandemia habrá asestado una estocada mortal a los empresarios del negocio taurino, ganaderos de reses bravas, toreros y apoderados. Toros criados con esmero para la lidia irán directamente al matadero, donde serán tratados como simples reses de carne anónima. Algunos artistas e intelectuales castizos que adornan la fiesta nacional podrán decir que a ese noble y bravo animal se le ha hurtado la gloria de morir peleando en la plaza para convertir su sangrienta tortura en arte o cultura. Pese a que detesto comer carne, siempre he creído que este no será un país del todo civilizado hasta que el nombre de Miura, en vez de llevarnos a imaginar el peligro de una aviesa cornada en la femoral, se asimile a un solomillo en un buen restaurante. En lugar de exaltar la muerte como espectáculo y elevar el desolladero a escuela de filosofía habría que dedicar todo el afán gastronómico a que las famosas divisas de Miura, Domecq, Pablo Romero o Vitorino sean un día sinónimo de entrecots, solomillos y chuletas. Así sucedió con la ganadería de Villagodio, que iba para bravo y al salir el ganado manso ha contribuido a la felicidad del estómago de los españoles, puesto que hoy en los libros de cocina un villagodio significa un chuletón de lomo alto, que llega a la mesa sin haber sido cruelmente atormentado en medio del bullicio de la fiesta.

lunes, 4 de mayo de 2020

PUNTO AZUL
03/05/2020
En 1977 la Nasa lanzó al espacio la sonda Voyager I con la misión de localizar y estudiar los límites del sistema solar. Después de 13 años de viaje, cuando la nave estaba más allá de la órbita de Plutón se la orientó hacia la Tierra para echarle el último vistazo. Desde 6000 millones de kilómetros de distancia nuestro planeta aparece como una mota de polvo iluminada por el sol en medio de la oscuridad cósmica. Esa mota de polvo azul, que es nuestro hogar, lleva consigo por el universo el misterio de la vida junto al caos que la raza humana con sus dioses, creencias, pasiones, crímenes, patrias e ideologías. Esa visión extracorpórea de la Tierra, obtenida a través de la pantalla, está inoculando en nuestra conciencia la sensación de que en esa nave de locos perdida en el espacio o nos salvamos todos o nos vamos todos juntos al infierno. En esa mota de polvo los avances de la ciencia y la alta tecnología conseguidos por la raza humana se hallan también al servicio del fanatismo y la miseria moral. Cualquier tipo desesperado tiene a su disposición armas de destrucción masiva conectadas a su odio, a su venganza o simplemente a su dolor de estómago. Del mismo modo que desde la caída de las Torres Gemelas nos hemos acomodado al virus del terrorismo y de hecho el escáner se ha convertido en un paso obligado de nuestras vidas, y en el aeropuerto aceptamos que nos palpen todo el cuerpo y hurguen en nuestro equipaje en el que un frasco de colonia puede ser tomado por un explosivo, así ahora la covid-19, que acaba de hacer acto de presencia en esa mota de polvo azul, nos ha hecho saber que toda la humanidad constituye un tejido muy tupido y, más allá de razas e ideologías, cada persona forma un nudo al que todos estamos atados y basta con un estornudo en cualquier rincón del planeta para que la especie humana esté en peligro.

lunes, 27 de abril de 2020

SOLO UNA CAÑA
26/04/2020
La historia, tal como la concebíamos hasta ahora, consistía en que había Estados y naciones con fronteras y banderas; líderes políticos amigos o enemigos; jefes religiosos representantes en la tierra de sus dioses respectivos; guerras de ocupación con gran variedad de latrocinios, hambrunas, matanzas y genocidios; intercambio comercial planetario de productos de toda índole; torneos deportivos, ritos ancestrales y mitos que daban por supuesto que el Homo sapiens era el rey de este planeta. Ha bastado con la aparición en escena de la covid-19, que apenas mide cien millonésimas de milímetro, para que los pilares de la historia en apariencia se hayan venido abajo. Este ente, que limita con la nada, ha convertido a todos los líderes políticos en muñecos confusos que dan garrotazos de ciego a una piñata; ha transformado la bomba de neutrones, los misiles nucleares en pura antigualla y los desfiles militares en el desafío infantil de la cucaña; ha hecho que el Papa de Roma se pasee como un fantasma inerme por un Vaticano desértico sin saber a qué ser omnipotente hay que atribuir este daño infernal; ha diluido en la inanidad Juegos Olímpicos, ligas de fútbol, ferias de arte, fiestas populares, corridas de toros, procesiones y romerías, y ha devuelto el orgullo del Homo sapiens a la perplejidad del mono científico. Vale, la historia se ha ido a la mierda. Esta pandemia es un avance de lo que podría ser pasado mañana el fin de la raza humana. ¿Qué tal si nos tomamos una caña? Hay que volver a comenzar por el principio. La luz del sol, el agua, la tierra, el aire, el fuego. Puede que estos elementos primordiales presocráticos hayan creado a la humanidad como una aventura química sin sentido. Pero ¿qué tal si esa caña de cerveza deja que la espuma bien fría nos moje el esternón en una terraza junto al mar bajo este sol de primavera?

domingo, 19 de abril de 2020

EL MALEFICIO
19/04/2020
Nacieron en plena guerra civil, engendrados bajo una lluvia de hierros; fueron amamantados con el odio y destetados con el miedo y el pan de serrín. Cuando llegó la paz, los niños de la guerra supieron muy pronto que unos habían ganado y otros habían perdido y que su destino iba a ser muy distinto en aquella España, una, grande y libre, partida en dos, la del hambre y la del beneficio, la de los descampados con chavales perdidos como perros sin collar y la de los chicos gorditos y bien peinados, quienes llegado el momento unos irían al instituto o al colegio de curas para hacerse dirigentes, amos y señores, otros a la fábrica o al arado para acabar siendo obreros, jornaleros y servidores. Crecieron aplastados por el mismo silencio, pero un día hubo una feliz conjunción de los astros y aquellos niños de la guerra, que ya eran jóvenes obreros y estudiantes, hijos de vencedores y de vencidos, sintieron la necesidad agónica de sacudirse del encima el yugo de la dictadura. Juntos pelearon bajo los gases lacrimógenos, sufrieron cárceles y torturas, pero no cesaron de unir sus fuerzas en la conquista de la libertad, a la que se sumaron jóvenes de derechas que también necesitaban la democracia para respirar. El resultado fue una explosión de dicha, de bienestar, de prosperidad y de acracia creativa que se produjo en este país durante dos décadas como nunca la hubo en nuestra historia, desde los romanos, gracias al espíritu de aquellos niños nacidos en una guerra civil y que ahora están muriendo en una pandemia. Desde la camilla que los lleva al hospital se preguntan por qué su esfuerzo ha sido inútil y en medio de la peste se ha instalado el virus del odio, como un maleficio histórico, que añade a la incertidumbre del Gobierno el rencor más abyecto de la oposición hasta envenenar al país de nuevo con el espíritu de Caín.

miércoles, 15 de abril de 2020

EL TEMPORAL
12/04/2020
Cuando el mar se ve azotado por un temporal, a la tripulación del barco siempre le queda el consuelo de saber que tarde o temprano obedecerá a su nombre y pasará, porque es temporal. En el Curso de Navegación a Vela de Glénans se dice que en medio de una gran borrasca es necesario que la tripulación le tema más al patrón que al mar, pero si el patrón tiene carácter y no pierde la calma podrá controlar el desánimo o la rebelión a bordo, de forma que cada uno esté a la altura de las circunstancias. Desde el puente gritará: “Hombre libre, siempre amarás el mar” y en ese grito se reconocerá el que ha echado las tripas, pero no ha perdido el humor; el que no advierte el peligro, pero acepta ponerse el arnés y el chaleco mientras explica que en las Orcadas y en el cabo de Hornos la cosa era todavía peor; estará quien no dice nada, pero se ata la melena con una cinta roja como un día cualquiera. En medio de la borrasca un tripulante bisoño primero se asustará porque cree que va a morir y después se asustará más aún al ver que no se muere. Según una leyenda malaya, el primer ser humano que navegó tuvo que luchar contra los Siete Tormentos del Mar: el hambre, la sed, la soledad, la autocompasión, la pena, el miedo y la esperanza. La leyenda cuenta que logró pasar los seis primeros, pero fracasó en el séptimo, por ello la esperanza está ensartada en el corazón de los navegantes. Un buen patrón sabe que un temporal se afronta derrotando cada ola. Salvada una, todo el esfuerzo se dirige a salvar la otra, hasta que al final el peligro se aleja y el combate termina. Los malajes han ido por la borda al agua. Entonces alguien preguntará: ¿todo bien, patrón? ¿Preparo un café? Con el mar ya en calma es el momento en que cada tripulante deberá juzgar si el patrón ha dado la talla y pensar si volvería a enrolarse en su barco para una nueva travesía.

LAUREL
05/04/2020
Las nubes de abril vienen y van, el cielo se abre y se cierra, de pronto en el nublado se produce una grieta como una herida por donde el sol se desangra y poco después vuelve la sombra a llenar toda la ventana. Así es también de cambiante el ánimo de cuantos, confinados en casa, esperamos que un día, no lejano, vuelva la luz a colgarse del balcón en señal de victoria. Si una tarde durante el encierro repasas el álbum de fotos, puede que esas imágenes que entonces te parecían anodinas te hagan saltar las lágrimas. ¿Eres tú ese niño de siete años que está en la cala pescando cangrejos, desnudo, con un sombrerito de paja? ¿Eres tú ese chaval que dispara con un rifle amañado en un barracón de feria? No has olvidado el nombre de esa niña que está a tu lado, con la que cruzaste las primeras palabras de amor. Ella te mira sonriendo mientras tratas de tumbar el patito que el feriante te premiará con un paquete de cigarrillos Bubi. En el álbum se suceden las fotos de amigos de la peña en una mesa llena de copas, las de aquellos días felices en la primera Ibiza con la pequeña barca de vela cangreja, las del viaje con la novia a Florencia. En efecto, esas imágenes vulgares hoy te parecen un milagro, como lo fueron en medio de una posguerra miserable las azules y soleadas olas del mar de tu infancia. En una foto estás en la almena de un castillo junto a un laurel que ha brotado en una grieta entre sus sillares corroídos cuya semilla fue transportada por el viento o los pájaros. Puede que ahora seas un viejo. Basta con mirarte al espejo. Cada una de esas grietas de tu rostro tiene su historia, un amor, una deserción, una victoria. Entre las nubes de abril se ha producido una herida de sol que ilumina aquel castillo en el que ahora estás encerrado por la pandemia. Si un día sales a la calle sano y salvo corónate con aquel laurel que guardas en tu memoria.

OTRO DESFILE
29/03/2020
En ninguna ciudad del planeta habrá este año desfiles de las Fuerzas Armadas. En la Plaza Roja de Moscú, en el Cañón de los Héroes de Nueva York, en los Campos Elíseos de París, en la plaza de Tiananmén de Pekín, en el paseo de la Castellana de Madrid no se realizará esta vez la ritual parada militar en la que el Ejército de cada país despliega la propia cola de pavo real exhibiendo un armamento último modelo, listo para matar de mil maneras. Entre el orgullo de un pasado supuestamente glorioso y el miedo de un futuro seguramente catastrófico, al son de tambores y cornetas desfilan formaciones de soldados marcando el paso; discurren carros de combate y misiles inhiestos sobre los armones como colas de alacrán; rayan el cielo aviones de combate dejando un rastro de humo con los colores de cada bandera nacional. Y el público aplaude. Pero este año no habrá desfiles de las Fuerzas Armadas, sencillamente porque esas armas tan sofisticadas, enormemente caras, han sido derrotadas y puestas en ridículo por un enemigo diminuto, que ha demostrado ser más fuerte que toda la industria del armamento entera. Este ente invisible ha hecho que el director de la OTAN huya despavorido ante un simple estornudo, que los generales del Pentágono se queden encerrados en casa alarmados por una tos seca. Pero esta batalla contra la Covid-19, sin duda, se ganará, y ese será el momento de montar un nuevo desfile de la victoria. En ese caso deberán desfilar los científicos, los médicos, las enfermeras, los celadores, los farmacéuticos, los transportistas de víveres, las cajeras de supermercado, los empleados de la limpieza y también una parte del Ejército, que ha salido desarmado en ayuda civil en una guerra tan dramática. A la sombra de las acacias el público llenará de vítores a esta tropa heroica, que ha cumplido con su deber sencillamente porque era su deber.

OTRO APLAUSO
22/03/2020
Esta primavera de 2020, que acaba de empezar, habrá que tomarla como una nueva arma de combate. Confinados en casa, con la angustia del encierro, cada uno puede purificar la mente y recuperar la moral imaginando el milagro que sucederá ahí fuera en plena naturaleza. La eclosión de las flores va a coincidir con la curva más alta de la pandemia. El polen trasportado por el viento, por los pájaros y los insectos se cruzará con el aciago coronavirus en el espacio. Frente a cualquier catástrofe a la que nos conduzca la peste, el polen y las semillas sembradas esta primavera al final ganarán la batalla como siempre. El trigal que ahora se ondula sobre las colinas será el pan de mañana; entre los surcos abrirán las verduras su corazón de nieve; toda clase de frutas llenará en verano los mercados callejeros y las cepas del viñedo que están despertando producirán en otoño ese vino, que será necesario para brindar por el mal recuerdo de la tragedia. Las golondrinas han vuelto a sus nidos de antaño, los pájaros chillan y se persiguen frenéticamente para copular en los tejados. Puede que al final nos salve de esta catástrofe humanitaria un poco de sol en la ventana y ese geranio que florece en el balcón desde donde cada noche se aplaude el honor de nuestros héroes sanitarios. Ahora, al despertar cada mañana, comienza esta pesadilla que nos obliga a vivir como una realidad angustiosa la ficción de aquellos relatos de pestes medievales, de ciudades sitiadas y de naufragios que leíamos en los largos veranos de la adolescencia, tumbados en la hamaca, sin imaginar que un día seríamos protagonistas valientes o cobardes en una aventura semejante. En el barco de la isla del tesoro al tripulante que sembraba el desánimo en medio de la tempestad se le arrojaba al agua. Si el optimismo es un arma de combate, también merece un aplauso la primavera.

DAR LA TALLA
15/03/2020
Un día esto también pasará y cuando esta peste sea un recuerdo se verá si los políticos de este Gobierno y los de la oposición dieron la talla. Será el momento de juzgarlos. En pleno temporal las reglas de la navegación imponen unir todas las fuerzas en torno al patrón del barco. Discutir su mando bajo el huracán es propio de tripulantes inexpertos o malajes. En la historia de nuestra democracia ha habido momentos de gran zozobra. Ante el golpe de Estado del 23-F, el atentado yihadista del 11-M, la crisis económica de 2008 y el desafío independentista catalán del 1-O, cada líder se enfrentó a un reto decisivo. Puede que Adolfo Suárez fuera un político aventurero, pero frente al golpista Tejero dio pruebas de gran coraje. Puede que José María Aznar mostrara dotes para unir a la derecha, pero en el atentado de Atocha se hizo un lio con el timón y demostró que no sabía pilotar el barco. Puede que José Luis Rodríguez Zapatero impulsara leyes progresistas, pero ni siquiera olió la gravedad de la crisis económica que le cayó encima. Puede que Rajoy salvara a España del rescate, pero en pleno temporal de la independencia catalana, se fumó un puro. A aquellas profundas borrascas se ha sumado esta grave emergencia sanitaria y económica de la pandemia del coronavirus. Pedro Sánchez ha salido vencedor en duras y sucias batallas dentro del partido. Se ha hecho con el Gobierno con el envite de la moción de censura. Eso no es nada frente al reto que le ha impuesto la pandemia para demostrar si tiene o no madera de líder. Pronto se verá si es capaz de pilotar el barco por este estrecho de Escila y Caribdis donde más dañinos que el coronavirus serán los escollos que le pongan sus adversarios políticos. Después de oír a los expertos, saber mandar, no dudar ante un dilema, transmitir confianza en medio de la adversidad, en eso consiste dar la talla.


MIEDO AL OTRO
08/03/2020
Las verdaderas pandemias mortales de este planeta son el hambre, la violencia, las guerras, la emigración masiva, la fosa del Mediterráneo y las enfermedades confinadas al Tercer Mundo, pero estos males endémicos no causan miedo ni pánico porque no se transmiten a través del aliento y la saliva de los otros. En la historia de este planeta ha habido sucesivas extinciones de especies a causa de meteoritos gigantes, de volcanes y terremotos devastadores, pero la humanidad sigue bailando sobre las deslizantes placas tectónicas porque acepta que son fuerzas telúricas fuera de su alcance. Las epidemias bíblicas como la lepra y la peste bubónica se atribuían a un castigo de Dios, y para aplacar su ira se montaban procesiones de disciplinantes y se quemaba en la hoguera a brujas y herejes. En el Apocalipsis se dice que al abrirse el Séptimo Sello se hará un silencio en el cielo y siete ángeles tocarán sus trompetas de plata para anunciar el fin del mundo. No se necesita un lujo semejante. Hoy se sabe que la vida es un episodio contingente, una aventura bioquímica sin sentido en la historia de este planeta, que anteayer no existía y pasado mañana, cuando desaparezca, en la Tierra se instalará un silencio de piedra pómez y no habrá sido necesario que ningún ángel tocara la trompeta, bastó con un virus en forma de muñeco diabólico que la humanidad se fue pasando de unos a otros hasta quedar por completo exterminada. El infierno son los otros, dijo Jean Paul Sartre. Se refería a la mirada de los demás que nos penetra y nos delata. En este caso, la mirada será un virus y el terror vendrá porque quien te mate será quien más te quiera, quien te bese, quien te abrace, quien te dé la mano, quien te ceda el asiento en el metro, quien te ayude a cruzar la calle. El miedo al otro, en eso consiste el infierno que se acaba de instalar como un avance entre nosotros.
ANIMALES
01/03/2020
En la mitología clásica algunos animales eran dioses y lo siguen siendo en la religión cristiana, donde se adora al Cordero Divino y al Espíritu Santo en forma de paloma. When the Saints go marching in… Esta primera estrofa de gospel, popularizada por Louis Armstrong, se canta en los funerales de Nueva Orleans y en los desfiles de carnaval acompañados por bandas de jazz y en ella se expresa el misterioso consorcio que existe entre los santos, la naturaleza y los animales a lo largo del calendario. El día 17 de enero, san Antón, los curas bendicen a las bestias de labor y a las mascotas vestidas por sus dueños con disfraces disparatados. El 3 de febrero, san Blas, patrón de los enfermos de garganta, predice la llegada de las cigüeñas. El 15 de marzo, san Raimundo, trae las golondrinas a los nidos de antaño. Santa Gertrudis, 17 de marzo, elevó los gatos a la categoría de héroes por combatir la invasión mundial por las ratas. San Marcos, evangelista, el 25 de abril, es representado por el león; san Juan, el 24 de junio, por un águila y el 16 de agosto, san Roque, abogado contra la peste, se hacía acompañar por su perro Melampo que le lamía las llagas. Toda clase de vírgenes amparan los frutos del verano y las cosechas de otoño. Y así los santos siguen ordenando la naturaleza hasta finales de año en el que san Martín, 11 de noviembre, anuncia la festiva matanza del cerdo, tan cristiana frente al sacrificio del cordero que es esencialmente judío y mahometano. Durante la Pascua los judíos vierten en este humilde animal todos sus pecados y luego se lo comen para ser perdonados. El cerdo chilla, protesta, se rebela cuando presiente que lo van a matar; en cambio el cordero se entrega al matarife sabiendo que ese es su destino. Pese a que quita los pecados del mundo yo no como cordero desde que los vi hacinados en un camión en dirección al matadero.

MÁS ALLÁ DE LA GLORIA

EXTRA. Viernes 28/02/2020

¿Qué es la gloria? ¿Que te aclamen miles de personas y después del concierto te asalten tus admiradores, te rompan la camisa y se lleven los botones de recuerdo? Tal vez la gloria consiste en que en cualquier restaurante de moda haya siempre una mesa para ti aunque te presentes sin avisar, o en que al pedir la cuenta en un bar el camarero te diga que la ha pagado aquel señor desconocido que está en la otra esquina de la barra. El filósofo Francesc Pujols dijo que los catalanes vivían alimentando este sueño: “Llegará un día en que los catalanes, adonde quiera que vayamos por el mundo, lo tendremos todo pagado”. En Joan Manuel Serrat este sueño se cumple a menudo y también suele aceptar con naturalidad que un matrimonio de cierta edad se acerque a felicitarle y la mujer le confiese que ha engendrado a sus hijos escuchando sus canciones en el dormitorio un sábado por la noche. ¿Cuántas Penélope no deben su nombre a la canción de Serrat? A estas alturas todavía se sorprende de que hasta ahora nadie le haya pedido daños y perjuicios.


Ayer Joan Manuel Serrat fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Zaragoza. Su familia materna tiene sus raíces en Belchite, pueblo aragonés que quedó reducido a escombros por el odio alternativo de los dos bandos de la Guerra Civil. Este reconocimiento académico viene a devolver al artista al origen de la mitad de sus antepasados, de modo que también puede suceder que la gloria se halle dentro de ese birrete de huevo hilado impuesto en la cabeza de Serrat por sus méritos, entre otros, el de su rebeldía moral, tenaz, comprometida, puesta a prueba en momentos muy difíciles, que ha hecho compatible con la alegría de vivir.

Más allá de la gloria Serrat y Sabina llenan el Sant Jordi de emoción y cachondeo. Serrat representa esa catalanidad transversal, que más allá de Wifredo el Velloso y otras historias, se alimenta de ese misterioso latido que da la tierra en la que uno ha nacido. En efecto, las raíces constituyen la identidad de una persona siempre que no sean como las de una calabaza sin más horizonte que el bancal donde se cría. Guardo un recuerdo inolvidable de una noche de verano en que su canción Paraules d'amor sonaba bajo las estrellas en la orilla del mar y yo la oía desde una barca de pescadores repleta de gente de distintas razas. Aquella voz de Joan Manuel Serrat daba a entender que había una patria universal a la que te llevaban aquellas palabras de amor pronunciadas en una lengua excelsa, deudora del latín. Puede que el Mediterráneo sea hoy un mar sucio, pero el que canta Serrat es ese mar cuyos miles de ahogados bajan al fondo del abismo donde hay dioses griegos y romanos también naufragados junto a ánforas que trasportaron aceite y vino entre varias culturas, es el mar que ha enseñado a sus habitantes la moral de los pequeños placeres, a moverse entre la locura y el buen sentido. En este caso ser catalán consiste en haber nacido en el Poble Sec de Barcelona y respirar el aire que llega de Grecia y de Italia frente a la política del botiguer de vetes i fils y del tortel del domingo después de misa de doce. Serrat es un catalán de Madrid, de Buenos Aires, de México, de Santiago de Chile, y también de cualquier taberna de Mahón con un vaso de vino en la mano.

Aquella noche de verano la canción de Serrat te llevaba a la patria universal de la adolescencia, donde estaba aquella niña cuyo nombre ya no recuerdas, que oyó tus primeras palabras de amor, sencillas y tiernas; ¿a quién no le ha pasado? Teníais 15 años; la querías, ella también te quería; no sabes qué habrá sido de ella, dónde estará, la perdiste y no la vas a volver a encontrar. Podía ser de cualquier lugar y aún la llevas unida a los primeros temblores de la carne.

Mientras Sabina ha permanecido en boxes de reparación de su motor de explosión después del percance del último concierto en que, deslumbrado por los focos, por no pisar un cable se cayó al foso, Serrat recibe el reconocimiento de doctor, pero en el aire quedará la imagen para la historia sacando a su compañero del escenario del Wizink Center en silla de ruedas a pedir disculpas. Un día Rafael Azcona les dijo: “Lo habéis conseguido todo, venga, dejadlo ya”. Cómo lo va dejar Sabina si sigue imbatido después de haber clausurado tantas madrugadas meando sobre el limón espumoso de tantos urinarios; si Joan Manuel Serrat ha sobrevivido al Mediterráneo y conserva intacta la melancolía de aquellos tranvías que transportaban hacia las playas los domingos a gente vencida y la devolvían a la ciudad solo derrotada por el sol, con los labios salados y la piel quemada, el bañador olvidado tras las cañas, con el olor a brea que despedían las redes de los pescadores tendidas en los muelles donde dormían los gatos. ¿Acaso por su libertad no merece Serrat, a dondequiera que vaya, que le inviten a una ración de gambas y que después lo hagan, si se tercia, Doctor Honoris Causa?

CUATRO REGLAS
23/02/2020
Por lo que pueda pasar, no te olvides de los cuatro puntos cardinales que aprendiste en la escuela, norte, sur, este y oeste, porque, tal como vienen los telediarios, algún día no lejano, los podrías necesitar. Bastará con que se produzca una tormenta solar más bestia de lo normal para que todas las ondas de orientación electro-magnética queden anuladas. En ese caso, perdidos en la tierra o en el mar, para orientarse habría que volver a mirar el sol y las estrellas, como hacían los antiguos hace miles de años. A fin de cuentas, lo sustancial en esta vida consiste en no meterse en más charcos de los necesarios, en no ir pisando mierdas por doquier y en corregir el camino de perdición por el que nos lleva alguna vez el azar de los zapatos. Y para eso no se necesita el GPS ni ninguna nueva aplicación del 5G. Por otra parte, tampoco conviene olvidar las cuatro reglas de las matemáticas, sumar, restar, dividir y multiplicar, porque si la economía del mercado global se viene abajo, como anuncian los profetas, habrá que volver al mercado de la esquina y allí ningún logaritmo, cálculo diferencial, mecánica cuántica nos servirá para discutir con el tendero el precio de la fruta, de la carne o del pescado. Bastará con saber los números de la balanza. Tampoco los políticos deberían desconocer las cuatro reglas esenciales del buen gobierno. De hecho, por 40 euros tienen a su alcance el conocimiento necesario. Para que su ignorancia no nos humille deberían leer El arte de la guerra, de Sun Tzu, El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo, El arte de la prudencia, de Baltasar Gracián, y añadir como aderezo a Karl Marx, Adam Smith y Karl Popper, si quieren sacar nota. Encontrar el norte de la vida sin GPS, contar con los dedos de las manos, saber el valor del dinero de bolsillo, y no votar a ningún político idiota, con eso basta para ir tirando si vienen mal dadas.

ESPEJOS
16/02/2020
En el futuro se dirá: el viejo periodismo murió cuando las noticias dejaron de leerse en un papel u oírse por la radio y comenzaron a ser suministradas con imágenes y se convirtieron en espectáculo, en espejos en los que el ciudadano anónimo se reflejaba. A partir de ese momento los periodistas pasaron de ser informadores a llamarse comunicadores, y la noticia era eso que decía en pantalla un tipo agradable, una chica atractiva, los dos con una voz bien modulada, capaces de emitir con una sonrisa ambigua y una dentadura perfecta un bombardeo, una crema, un asesinato, una marca de coche, el discurso del presidente y una sopa. Ser consiste en ser visto —dijo Berkeley—. Eso dicen también los viejos sentados en una solana con una garrota entre las piernas: ver para creer o vivir para ver, y es lo que hace ya gran parte de la humanidad que se mira en el espejo de las pantallas como figurantes de este espectáculo. La nueva era de la información comenzó el 22 de noviembre de 1963, a las 12.30, cuando el industrial textilero de ropa femenina Abraham Zapruder se encaramó en un pilar de la plaza Dealey, en Dallas, con una cámara Bell & Howell de ocho milímetros. Esa clase de tomavistas, hasta entonces, se alimentaba de bodas, barbacoas, juegos con el perro, escenas en el columpio del jardín. Pero esta vez captó el disparo mortal en la cabeza del presidente Kennedy. No fue azar. Fue la historia la que buscó a la cámara, y no al revés. Desde ese día todas las imágenes dejaron de ser inocentes. A partir del asesinato de Kennedy solo existirían los sucesos que crearan las cámaras como espectáculo. Los bombardeos serían transmitidos como conciertos de rock, las Torres Gemelas ardiendo crearían el eje del mal, nada sería verdad si no se transmitía en directo, y ningún político mal afeitado, sin la corbata adecuada y que sudara en un debate sería nunca presidente.

ATERRIZAR
09/02/2020
A las 14.30 del pasado lunes, 3 de febrero, terminó la sesión de apertura de las Cortes en cuyo acto solemne e institucional los partidos políticos no dejaron de enfrentarse a cara de perro, enredados en una pelea de patio de colegio sobre los aplausos al Rey. Mientras en los pasillos unos presumían de haberle aplaudido mucho, otros solo un poco y otros nada, a esa misma hora del aeropuerto de Barajas despegaba un Boeing 767 de Air Canadá con destino a Toronto. Apenas levantado el vuelo el piloto comunicó a la torre de control un problema técnico que impedía seguir el viaje. Una rueda había reventado durante el despegue y restos del neumático habían sido absorbidos por uno de los motores, que quedó bloqueado. Los pasajeros del Boeing oyeron una explosión y al comprobar que el avión no tomaba altura comenzaron a alarmarse. Pero el comandante de la nave, lejos de mentir como un político, les explicó con todo detalle cuál era el problema y la forma de solucionarlo porque lo había practicado más de cien veces en el simulador. Ante su explicación sencilla y racional los pasajeros se calmaron. Mientras en el Parlamento los políticos se peleaban como gallos de corral, en el aeropuerto los equipos de salvamento funcionaban a la perfección. Un caza F-18 había salido de la base de Torrejón para inspeccionar de cerca los daños. Los bomberos, las ambulancias, los hospitales, los controladores y la tripulación estaban preparados. Después de dar vueltas varias horas para quemar combustible el avión aterrizó sin más, lo que demuestra que existen en verdad dos Españas: la de los profesionales que saben lo que hacen y cumplen con su deber y la de ciertos políticos que gritan, insultan, imparten el viejo odio cainita y en el fondo no saben nada de nada. Si la crispación política se hubiera instalado en Barajas, el avión se habría estrellado.

POSTRIMERÍAS
02/02/2020
No es tan difícil imaginar cómo quedará este mundo cuando desaparezca la raza humana de la faz de la Tierra. Sin duda los simios celebrarán el acontecimiento rascándose las axilas entre grandes carcajadas y esta vez ninguna serpiente les ofrecerá manzanas, porque no habrá un mono que quiera ser dios, por la cuenta que le trae. Entre los animales seguirá la lucha cruel por la vida, pero gracias a que en ella ya no participarán los humanos la maldad dejará de existir. Desaparecida la ponzoña que ha generado la humanidad volverá la gloria vegetal a cubrir el planeta. El mar habrá purgado toda la basura, los ríos serán azules y las cascadas plateadas, en los montes y valles se producirá un gran sosiego preternatural semejante al que hubo en el viejo paraíso cuando las mariposas volaban sobre los helechos arborescentes. El fin del mundo, lejos de estar provocado por un gigantesco cataclismo, puede que comience un lunes por la mañana con un simple estornudo de un ser anónimo que ha cogido un catarro en un punto perdido de cualquier continente. Su desarrollo no será muy diferente de cuanto sucede hoy en esa ciudad china de Wuhan, que parece un avance o tráiler del espectáculo del fin de la raza humana, con las fronteras cerradas, las calles de las ciudades desiertas, sus habitantes confinados en sus casas con mascarillas sin hablar porque las palabras, sobre todo las de amor, transportarán el virus letal. ¿Y si este ensayo del fin del mundo fuera solo una falsa alarma debida a oscuras fuerzas del mal para vender vacunas? En ese caso, tal vez sería el miedo, una peste que carece de anticuerpos, el que acabara con la raza humana, hasta el punto que, bajo este régimen de terror, quien estornudara sería sulfatado, quien tosiera sería ahorcado y así hasta que el último bípedo, que se creía dios, a causa del propio miedo, desapareciera de la faz de la Tierra.

AQUELLA CASA
26/01/2020
La casa está en primera línea de playa, a pocos metros de la orilla. También esta vez ha resistido el terrible zarpazo de la borrasca Gloria, como lo ha hecho durante más de un siglo frente a la violencia de toda clase de tormentas y temporales. Si ha permanecido imbatible ha sido gracias a su sencillez y humildad, de la que deriva su increíble fortaleza. Mucho antes de que Mies van der Rohe dictaminara que en arquitectura menos es más, esta casa de antiguos pescadores ya había asumido esa verdad incontestable. Se llama Villa Alegría y en ella pasé recién nacido el primer verano de mi vida. No le sobraba nada, no le faltaba nada. Tenía lo necesario. Sigue siendo como entonces simple y austera, solo piel y hueso, tal como debe construirse también el espíritu. Se compone de una sola planta con un pasillo desde la puerta abierta a la arena hasta un pequeño patio trasero, con una habitación a cada lado. Las veces en que el mar se soliviantaba y comenzaba a invadir la playa, se le abría la puerta y se le dejaba pasar para recibirlo con la convicción de que es el amo absoluto del lugar cuyo derecho resulta insoslayable. Cuando decidía retirarse, se le despedía en el umbral hasta la próxima visita. Había dejado la casa lavada y desinfectada, con un aroma a alga y salitre que todavía invade mi memoria. Al ver con qué facilidad la reciente borrasca Gloria ha arrasado el litoral mediterráneo y se ha llevado por delante playas, paseos marítimos con sus farolas y palmeras, puertos deportivos, yates, puentes, salas de fiestas, restaurantes, bares de copas, construcciones, al parecer, tan débiles como lo son la prepotencia, el despilfarro y la codicia humana, vuelvo a pensar en aquella casa de pescadores, que ha desafiado también esta vez con éxito el formidable oleaje. La recuerdo humilde, tan limpia y natural como era entonces junto al mar la inocencia. 

OTRA TUMBA
19/01/20
Luis Buñuel, cerca ya de la muerte, manifestó que lo ideal sería poder levantarse de la tumba cada 10 años, comprar el periódico, ver un telediario, enterarse de los últimos chismes, tomarse un martini y volver al cementerio. Buñuel murió en 1983, cuanto los socialistas acababan de llegar por primera vez al Gobierno. Desde entonces en política no ha sucedido nada en este país que merezca el esfuerzo de salir de la tumba. En 1983 la derecha estaba soliviantada ante los rojos que iban a hundir la economía y a destruir España. Hoy el Buñuel resucitado no habría notado diferencia. El odio corrosivo de la derecha persistía. En algunos periódicos y telediarios se anunciaba de nuevo el apocalipsis, el golpe de Estado, la destrucción de la patria por parte de los socialistas. Puede que Buñuel, mientras se daba una vuelta por la ciudad, se hubiera llevado algunas sorpresas. Los urinarios públicos estaban limpios, en las panaderías te daban el pan con pinzas sin manosearlo, habían desaparecido los limpiabotas y en el bar ya nadie tiraba las cáscaras de mejillones al suelo. Pero nada sabía de los avances de la biología molecular ni de la inteligencia artificial. De hecho, si en el futuro el guardián de la eternidad le sigue concediendo a Buñuel un pase de pernocta cada 10 años fuera de la tumba, puede que un día se encuentre con que hasta los berberechos han tomado conciencia y exigen sus derechos. Y no será extraño que en otra salida le hagan saber que no tiene obligación de volver a la tumba porque la inmortalidad se vende en las farmacias. ¿Realmente merece la pena salir de la tumba? Por mi parte, lo haría para oír La muerte y la doncella de Schubert, leer algunos versos de Dante, contemplar La danza de Matisse, saber si siguen las risas de verano de unos niños en el jardín, celebrar un amanecer en el mar tomando un ron con amigos en un velero.
HARINA
12/01/2020
La democracia es como la harina, que alimenta hasta al más tonto y ella sigue siempre tan fina. La democracia es un sistema de gobierno que da cabida a políticos de cualquier pelaje e ideología. Los hay ladrones y honestos, competentes y patanes, moderados y trabucaires, torpes e inteligentes, duros y blandos. Así es la sociedad de donde emergen, mejor o peor, a través de las urnas con el mismo derecho a levantar su voz en el Parlamento. Allí, en el hemiciclo, a los juicios ponderados y réplicas ingeniosas se suman los insultos más bajos, los rebuznos más zafios, pero la democracia posee una resistencia extraordinaria y todo lo aguanta, lo engulle y lo digiere; es un sistema de gobierno que por su propia naturaleza siempre huele mal, porque la libertad permite a los medios de comunicación achicar continuamente basura a la superficie desde las cloacas de la sociedad y de la política. La primera obligación de un buen demócrata consiste en soportar este hedor como algo natural y tratar de no mancharse al atravesar este albañal cada día. Por otra parte, la libertad de expresión es una espléndida jaca salvaje que los medios cabalgan con furia y alegremente a galope tendido, lo que permite a cualquiera expresar una opinión estúpida, certera o detonante que se expande hasta más allá de la Andrómeda, de modo que el control del Gobierno ya no está en el Parlamento, sino en las tertulias de radio y de televisión, en las redes, en los tribunales, en ese enjambre de jueces y periodistas que invade el camarote del Gobierno, como el de los Hermanos Marx, llevando cada uno su par de huevos duros, todo a gritos, unos de risa, otros de odio. No obstante, el deber de un demócrata es aguantar la histeria colectiva como quien oye llover y pensar que la democracia es como la harina, que engorda, pero no mata, y pese a tanto idiota, ella sigue siendo siempre muy fina.

ESCALADA
05/01/2020
Más fuerte, más alto, más rápido. Este imperativo categórico olímpico adquiere su esplendor en la palestra donde los atletas están destinados a borrar el tiempo y el espacio. Todo para que después de haber sacrificado una vida por arañar un centímetro a la pértiga o una milésima de segundo al cronómetro, desde la cima de la gloria puedan anunciar refrescos, relojes, zapatillas, coches, perfumes, viajes y toda clase de cacharros. Levanta más peso, salta más alto, corre más rápido, lleva tu cuerpo al límite si quieres que tu alma sea digna de esa marca de camisa que te ofrece el atleta desde la valla publicitaria. La agonía del campeón por llegar a la meta es la misma a la que está condenado el ciudadano de tener que volver a casa siempre cargado de paquetes y no detenerse nunca hasta llenar de basura todo el planeta. Frente a esta voracidad incontenible está la visión de aquel monje ciego del monasterio Nido del Tigre, colgado de un acantilado en el reino de Bután, que un día me dijo: deberás saber que la Tierra es una bella madre que gira alrededor del sol solo para que en tu honor florezcan los almendros en invierno, maduren las cerezas en primavera, puedas oler los aromas de los frutos del verano y se llene tu vida de todos los colores de los árboles en otoño. Deberás saber que ni tiempo ni el espacio existen. La bella madre Tierra rota sobre sí misma cada día para que en tu honor se produzcan amaneceres y hermosas puestas de sol y puedas llenar de sueños la oscuridad de las noches. En el filo de un acantilado del Himalaya los ojos del monje ciego veían el fondo del universo. Solo los elegidos serán capaces este año 2020 de seguir su enseñanza. Celebrar cada amanecer, convertirse en un degustador de crepúsculos con un licor apropiado en la mano es todo un récord olímpico que solo se consigue en la cima al final de una larga escalada.