domingo, 19 de octubre de 2008

FÁBULA

Fábula
MANUEL VICENT 19/10/2008

Era un pueblo tranquilo, feliz y muy próspero. Los niños jugaban en la calle y sus gritos eran un paisaje sonoro similar a un fondo de golondrinas. Los vecinos nunca se alteraban cuando veían correr a un niño y tampoco si lo hacía un chaval o algún joven deportista; en cambio, un día se sorprendieron al ver que un hombre muy mayor cruzó la plaza a la máxima velocidad que le permitían sus años. Nadie supo por qué lo hizo. Es un loco, dijeron algunos, pero esa misma mañana en aquel pueblo próspero y tranquilo empezó a cundir la alarma cuando se vio correr al médico forense con un maletín en la mano. Y eso fue sólo el principio, porque al médico forense le siguió el cura dando grandes zancadas por otra acera con el viático. Al oír por la ventana un bullicio creciente el director de la Caja de Ahorros abandonó el despacho, salió a la calle y preguntó a la gente qué desgracia había sucedido. Nadie sabía nada. A continuación llegaron al pueblo varias ambulancias y algunos coches de bomberos con todas las sirenas sonando. No se había oído ninguna explosión, nadie veía fuego por ninguna parte, todos los habitantes de aquel pueblo parecían estar sanos y salvos, pero probablemente había sido algo muy grave. La confusión fue en aumento cuando los vecinos comprobaron que el médico corría en una dirección y el cura lo hacía en la contraria, los bomberos iban hacia el este y las ambulancias se dirigían hacia el oeste. Nadie supo a qué atenerse hasta que el médico, el cura, los bomberos y las ambulancias, perdidos por las calles, confluyeron finalmente ante la Caja de Ahorros y al ver tal despliegue el director instintivamente cerró las puertas y este acto irreflexivo desató el nerviosismo en la gente. Alguien gritó que estaba en peligro su dinero y al oír este terrible augurio el público, lleno de pánico, derribó las puertas, asaltó el banco, destripó la caja fuerte y destruyó a zarpazos todo el dinero por miedo a perderlo. Al terminar el asalto, la gente se sorprendió al comprobar que la calle se hallaba muy tranquila. Se oía el martillo del herrero y la flauta del afilador. El médico estaba en la consulta, el cura en la iglesia, las ambulancias y los bomberos en las cocheras. En la calle sólo corría un niño huyendo.

domingo, 12 de octubre de 2008

FUSIÓN

Fusión
MANUEL VICENT 12/10/2008

De la Gran Depresión de los años treinta se salió con el New Deal, el nuevo compromiso económico, propuesto por el presidente Roosevelt para animar la producción por medio de grandes inversiones públicas, según la teoría de Keynes. Para levantarse hoy de esta nueva caída del capitalismo, tan grave como la que siguió al crack de la Bolsa del 29, no bastará un nuevo pacto económico con alucinantes y agónicas inyecciones de dinero a los bancos: será necesario que brote de este marasmo una nueva conciencia social. Los primeros indicios de esta actitud moral ante el futuro se están dando ya en las principales universidades norteamericanas. De ellas habían salido la mayoría de los ejecutivos golfos que ha arruinado con su codicia el sistema financiero, pero de un tiempo a esta parte un estudiante de Harvard, de Princeton o de Chicago, por muy elitista que se crea, no ya puede obtener un gran expediente académico si no ha demostrado un interés práctico por la sociedad y se ha comprometido en alguna labor social desinteresada. Realizar actos positivos por los demás comienza a considerarse elegante, una asignatura fundamental. En la génesis de la nueva conciencia Barack Obama aporta un valor simbólico. El hecho de que sea mulato, una síntesis entre dos razas hasta ahora antagónicas, indica que la fusión va a ser un índice significativo en la historia del siglo XXI. La aleación ha funcionado de forma espléndida en los metales y en las artes. Con ella los metales logran su mayor fortaleza y lo mismo sucede con la creatividad moderna, que alcanza su grado más alto cuando funde raíces y tendencias dispares en un solo espíritu. Si esta conquista ha dado un resultado excelente en la estética y en la metalurgia, parece que va a marcar también ahora el destino político de la historia. No hay nada maravilloso en este planeta que no sea producto de una fusión: la música que oímos, la danza y la pintura que contemplamos, la literatura que leemos, la materia de todos los objetos que usamos. Un presidente mulato al frente del Imperio de Occidente es una consecuencia lógica de esta deriva de la humanidad, pero más allá del dinero y su codicia, esta fusión no servirá de nada si no va acompañada de una nueva conciencia moral.

lunes, 6 de octubre de 2008

SEDUCCIÓN

Seducción
MANUEL VICENT 05/10/2008

"Estoy sintiendo tu perfume embriagador", cantaba un falso Sinatra en El Padrino, mientras un compinche le cortaba la cabeza a un caballo de carreras y la introducía entre las sábanas de su dueño que se estaba portando mal con la familia. Ese mismo perfume exhalaba, tal vez, la humeante infusión que en la alcoba más íntima del Vaticano le fue ofrecida al papa Luciani para ahuyentarlo a toda prisa de este perro mundo. Poco después, el banquero Roberto Calvi se balanceaba con la soga al cuello en un puente de Londres y el falso Sinatra cantaba esa misma melodía, que suena ahora en todas las bodas y bautizos, pero nunca en ciertos funerales. Quisiera saber por qué ese perfume embriagador, que llega directamente de aquel Chicago de la Ley Seca, mantiene todavía intacta su seducción, hasta el punto que cuatro fiambres humanos colgados de un gancho de carnicería en un matadero entre terneras desolladas están llenos de glamour si esa acción la realizan unos mafiosos italianos y nos parece repugnante cuando la ejecutan unos colombianos o mexicanos con todo su bigotón. La fascinación se debe, sin duda, a que los crímenes de la Mafia participan aún de la estética que les inocularon los Borgia en el Renacimiento y que el cine ha convertido en mitología. ¿Qué es más seductor, morir baleado con media cara enjabonada en una barbería de Brooklyn y que a continuación llegue Scorsese con las cámaras, o que el cadáver hecho un colador se pudra al sol bajo una nube de moscas en la terrosa frontera de Tijuana, aunque después los hermanos Cohen tomen cartas en el asunto y se gasten medio presupuesto de la película en zumo de tomate? La delincuencia de nuestra época está llena de violentos patanes. La fascinación del crimen organizado ya no existe. Pese a que algunos se disfrazan a la manera siciliana con una camisa oscura, la corbata rosa y la hombrera cuadrada, a nuestros criminales no hay novela policíaca ni cine negro que los pueda salvar de la caspa. Una sociedad se define también por la calidad de sus asesinos y hoy el más sanguinario no aguanta la crónica de sucesos de un par de telediarios. Tiempos aquellos en que el tambor del revólver de los mafiosos servía de batería a la orquesta de Tommy Dorsey en la que cantaba el auténtico Sinatra.

martes, 30 de septiembre de 2008

CRACK IS CRACK

'Crack is crack'
MANUEL VICENT 28/09/2008

La época de la Gran Depresión, que siguió al crack del 29, conserva algunas imágenes evanescentes. Cuando en Norteamérica la codicia estaba a punto de romper el saco, el Gran Gatsby aun se creía inmortal sentado en un descapotable con el traje color manteca. Los invitados a sus fiestas de Long Island eran los que se habían hecho millonarios en un solo día especulando en la Bolsa. Llevaban sombreros el ala blanda y los pantalones con muchos pliegues; sus chicas lucían el talle en mitad de las caderas y collares hasta la cintura. Entraban y salían de la mansión de Gatsby, se bebían su whisky, se bañaban en su piscina, bailan el foxtrot en sus salones y el anfitrión ni siquiera los conocía. Aquellas libélulas de oro creían haber conquistado el derecho a ser felices fluctuando en medio del dinero enloquecido. Maullaba en los garitos la gata Billie, las metralletas de los gángsteres hacían el contrapunto al clarinete de Benny Goodman, pero ¿quién iba a sospechar que el swing estaba presagiando tanta miseria? De pronto reventó la gloria. Algunos invitados a las fiestas de Long Island alquilaron suites en Waldorf Astoria para arrojarse al vacío y junto a su cadáver aplastado en el asfalto del Park Avenue los del carro de la leche ni siquiera volvían la cara. Las colas de los cines para ver al Gordo y el Flaco daban la vuelta a la manzana y eran idénticas en tamaño a las que formaban los parados con un cazo en la mano ante las perolas del Ejército de Salvación. Deme diez centavos, hermano. Glenn Miller grabó su primer disco en 1932 y Dorothy Parker le había escrito la letra: "Quién iba a saber que el amor era esto". ¿Dice usted amor? Para salir de aquel marasmo hubo necesidad de hacer una guerra mundial con 50 millones de muertos. El propio Glenn Miller fue uno de ellos. La Gran Depresión del 29 aún suena a jazz y Scott Fitzgerald nos transmitió su última seducción. Si las réplicas del actual cataclismo financiero acaban por reventar, como entonces, las calderas de la banca y se va todo al infierno, imagina qué clase de seducción tendrá nuestra época mañana si no es la misma codicia de siempre poblada esta vez de catetos del ladrillo y brokers bailando juntos alrededor de las hormigoneras.

domingo, 21 de septiembre de 2008

EL ÁRBITRO

El árbitro
MANUEL VICENT 21/09/2008

El teléfono móvil es un instrumento decisivo para los que han venido a este mundo a mandar, pero es un invento muy cruel si uno ha venido a este mundo a obedecer. La diferencia entre ricos y pobres, según Josep Pla, consiste en que los pobres se pasan la vida escuchando. Este principio se manifiesta hoy de forma muy plástica con la actitud física que adopta una persona ante ese aparato. Hay dos formas de hablar a través del móvil: con la cabeza levantada o con la cabeza inclinada. Es un acto reflejo. El primer caso indica que uno manda y el segundo que uno obedece. A partir de ahora fíjese en este detalle. Cuando suena la musiquilla del móvil la mujer comienza a escarbar muy nerviosa en el fondo del bolso y el hombre se palpa con sobresalto el pantalón y la chaqueta. El grado de descontrol que despierta ese sonido ya es una definición. Algunos se ponen instintivamente en pie. El jefe puede dar órdenes por el móvil a un subalterno a cualquier hora del día, sin que nadie ni nada le detenga. Lo hace hablando con el mentón hacía arriba y la mirada al frente para imponer su criterio. El subalterno deberá estar listo para atender su llamada en medio de un atasco, en la cama durante la siesta o mientras toma una copa en el bar con los amigos. Sin darse cuenta recibe la voz del otro lado con el tronco ligeramente doblado y la vista en el suelo, señal de que acepta lo que se le dice. La aparente rebeldía de llevar el móvil apagado sólo se la pueden permitir los que han venido a este mundo a mandar, no los que han venido a obedecer. Para una cantidad ingente de ciudadanos, que hasta hace poco se creían libres, la musiquilla del móvil les recuerda que siguen estando atados a su esposa o a su marido, a sus padres o a sus hijos, a sus jefes, a sus acreedores y a toda clase de pelmazos, y dependerá en qué lado estés para saber si ese instrumento ha venido a atarte o a liberarte. Pero este no es el caso. Aquí se trata de explicar que la actitud física que se adopta ante el móvil es una expresión de éxito o de fracaso en la vida. Cuando alguien habla de amor o de negocios por el móvil con la frente hacia lo alto, está ganando; si lo hace con el espinazo un poco abatido, es que ya ha perdido. El propio aparato es siempre el árbitro.

lunes, 15 de septiembre de 2008

ROSTROS

Rostros
MANUEL VICENT 14/09/2008

Hay rostros adultos que permiten adivinar al niño, al adolescente y al joven que llevan dentro todavía. El observador los puede imaginar uno debajo del otro, como sucede con las muñecas rusas. Con el tiempo este efecto desaparece. El niño, el adolescente y el joven, que duermen superpuestos en nuestro interior, finalmente se extinguen y durante un periodo más o menos prolongado el rostro adopta una personalidad estática sin que afloren en él las imágenes del pasado. Un día, el efecto de la muñeca rusa vuelve a funcionar, aunque en sentido contrario. En el rostro del adulto comienza a vislumbrarse el viejo que ya lleva en su interior, de modo que es posible imaginarlo con 60, 70, 80 años e incluso dentro de un féretro con las manos atadas con un rosario de cuentas. Este sortilegio no sólo es aplicable a la edad. También atañe a la moral y a la ideología. En el interior de algunas personas instaladas en las altas finanzas se puede divisar todavía el lejano perfil del crío mimado, del chaval repeinado y empollón, del licenciado por Harvard con una borla en la oreja, pero llega un momento en que este vestigio se pierde. De pronto cambia la fase y en la cara de este ser inofensivo se instala la silueta inconfundible del tiburón con tres filas de dientes en el paladar y así permanece por un tiempo hasta que esta figura atroz va tomando lentamente el diseño de un honorable caballero, de un anciano patriarca, de un benefactor de la patria. Por el lado contrario, baja empuñando el mástil de la bandera española, a modo de estaca, un reaccionario desdentado, que en su día fue un rojo muy puro, dispuesto a cambiar el mundo y que hoy arrastra los cadáveres del niño rebelde, del adolescente soñador y del joven inconformista. Nuestra muñeca rusa puede desarrollar también los momentos más bellos del pasado y todos los retos del futuro. La niña de oro, que al madurar obligaba a los hombres a volver la cabeza será una abuela feliz rodeada de nietos; el niño desnudo que pescaba cangrejos en la cala se convertirá en un joven atlético y en un viejo soleado mañana. Dentro está todo, el cobarde que un día mató un león con las manos, el perdedor nato que hizo saltar la banca y el aventurero que nunca salió de casa.

domingo, 7 de septiembre de 2008

ESCLAVOS

Esclavos
MANUEL VICENT 07/09/2008

Para levantar las pirámides fue suficiente un gran geómetra, pero se necesitaron infinitos latigazos. En el año 447 antes de Cristo en la acrópolis de Atenas un paseante se acercó a un picapedrero y le preguntó: "¿Quién eres?". El hombre le contestó: "Soy un esclavo griego que está levantando el Partenón". Toda la filosofía que se elaboró en Grecia no habría sido posible si Sócrates y Platón, después de pasar el día en el ágora parloteando dentro de una sábana, al volver a casa no hubieran encontrado la comida en la mesa. Los romanos veneraban a los dioses lares como protectores de la familia cuyo fuego sagrado ardía de forma perenne en el hogar. Se ha tardado veinte siglos en saber que los dioses lares eran los criados. Cuando éstos desaparecieron la familia quedó desestructurada. Hoy se ha recompuesto en torno al frigorífico. Nunca ha habido imperios sin esclavos. Todos los coliseos, acueductos, calzadas, murallas, castillos y catedrales se elevaron sobre musculaturas humanas sometidas a un ideal. Debajo de una gran epopeya siempre hay una gran ignominia. El imperio español iba directo hacia Dios, pero antes hubo que cazar negros a lazo, llevarlos a América y someterlos a trabajos forzados. Inglaterra era la dueña del mundo mientras en sus minas de carbón en el siglo XIX todavía trabajaban niños 16 horas diarias, lo que permitía a la aristocracia británica fundar todos los deportes y tomar el té rizando el meñique. En Estados Unidos fue abolida la esclavitud por Lincoln en 1862, pero son millones aún las hormigas sin papeles que duermen en sótanos clandestinos de la ciudad sometidas a la servidumbre de alargar la mano y agachar la cabeza. Generalmente se considera que el imperio de Norteamérica, que muerde más de lo que puede tragar, se halla en la fase final de su curva histórica. La civilización que más esclavos tenga será la que asuma el protagonismo del siglo XXI. El espectáculo de la apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín fue la demostración ante el mundo de que China está preparada para recoger el testigo. Son 1.300 millones de habitantes, de los cuales la mitad son abejas obreras del Estado. Si la esclavitud, bajo diversas formas, ha hecho la historia, vaya usted tomando nota.