MANUEL VICENT 09/11/1997
En el conflicto del País Vasco a los muertos de uno y otro bando se les lleva al mismo templo y allí son sometidos a un mismo responso. Se trata de un punto de coincidencia decisivo. No en todas las luchas la muerte iguala a los muertos. En la guerra de Irlanda del Norte unos cadáveres van a la capilla protestante y otros son honrados con funerales católicos; en la contienda entre judíos y paléstinos también los muertos son rezados en lugares distintos, la mezquita o la sinagoga, antes de llegar a la morada celestial donde sin duda les recibirá el dios de los fanáticos. En el conflicto del País Vasco los obispos son los dueños del único responso. Hasta ahora sólo han intervenido cuando no hay remedio. Sobre los féretros cubiertos con la ikurriña o con la bandera nacional, aunque la trágica cosecha sea distinta, al pie del altar los curas y, obispos vascos consuelan a los familiares de la víctima, expresan la violencia, proclaman las ansias de paz con palabras ya muy gastadas. Me pregunto si esas palabras, que suenan vacías después de la muerte, no se convertirían en auténticas y necesarias si se ejercieran como ministerio sacerdotal en una negociación o diálogo destinado a parar la armas. La vida es el único bien absoluto que hay en la tierra, de modo que el fin principal del diálogo consiste en que los etarras dejen de matar. Ése es el objetivo. Precisamente eso hay que negociar. Puesto que los obispos son los dueños del único funeral que abre el camino de la eternidad a las víctimas de uno y otro lado, nadie mejor que ellos para hacer de intermediarios o pontífices. entre la paz y la violencia cuando ésta aún impera. Sentar a los etarras a la mesa armados con metralletas sería para un obispo vasco la misa suprema, ya que la negociación se convertiría en el oficio religioso más auténtico. Y si después de esa ceremonia o diálogo los etarras aceptaran sustituir las balas por las palabras, éstas alcanzarían por fin todo su sentido cuando el obispo dijera: podéis ir en paz, nuestra misa ha terminado. Ahora que sigan hablando otros.
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