viernes, 25 de enero de 2019

EL AGUJERO
08/04/2018

Se llama agujero negro a una estructura masiva del universo, que engulle planetas, estrellas, galaxias, y deja como único rastro de su existencia un murmullo remoto en forma de radiación semejante al lamento que emiten los torturados antes de morir. Es exactamente lo que sucede ahora con el Gobierno. Debido a la falta de impulso político del presidente Rajoy, el poder ejecutivo, al perder masa y por tanto fuerza de atracción, ha dejado de ser el centro gravitatorio del sistema y se ha precipitado en el agujero negro del poder judicial, que frente al desafío del soberanismo catalán ha tomado las riendas del Estado para evitar su desintegración. Hoy son los jueces y fiscales los que realmente dirigen la política a través del Código Penal ante la parálisis del Gobierno, hasta el punto de que el Tribunal Constitucional debería instalarse de una vez en La Moncloa. Pero los jueces son como los balones de rugby. Nunca sabes a ciencia cierta de qué lado van a botar. El poder judicial es un oscuro laberinto lleno de sutiles entresijos que sirven unas veces para escabullirse, pero otras actúa como un inexorable martillo pilón sin reparar en las consecuencias políticas más allá de la justicia. Así ha botado el Tribunal alemán de Schleswig-Holstein en el caso de Puigdemont. La precipitación del Estado en ese agujero negro solo hará que el poder judicial por propia inercia gane más masa crítica cada día hasta que finalmente ocupe por entero el vacío que deje la política. Primero fueron los titiriteros; luego, los raperos; después, los tuiteros; siguieron los viñetistas de humor ácido; más tarde, los independentistas catalanes y los republicanos activistas, y al final serán triturados en el agujero negro los que levanten la voz y no se dobleguen. Y todo este maldito embrollo por la estúpida galbana del Gobierno de no hacer política como es su deber.

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