viernes, 4 de abril de 2008

DISTANCIA

Distancia
MANUEL VICENT 09/01/2000

Pese a que nuestra cultura judeo cristiana se ha alimentado de profetas voladores, de espíritus que están en todas partes, de carros de fuego, de resucitados cuyos cuerpos gloriosos pueden atravesar las paredes o de misterios de la Trinidad que descomponen la sustancia y naturaleza de las personas aunque sean divinas, mucha gente todavía no cree que sea posible enjaezar un ángel como a un caballo, darle con la espuela, convertirlo en un pensamiento y cabalgar con él en una fracción de segundo hasta un planeta perdido en la galaxia Andrómeda donde tal vez te espera sentado en un bar oyendo jazz aquel ser al que amaste y que murió hace mil años. La ciencia también tiene ateos. Pero cuando se entienda que para estar en Nueva York no es necesario ir a Nueva York se habrá resuelto el problema del viaje a las estrellas que están a millones de años luz. Hasta ahora esas distancias sólo las habían salvado los ángeles del Génesis que no eran sino partículas luminosas de la mente, como hoy se ha demostrado. Cuando estos ángeles del Génesis sean utilizados como cohetes espaciales, Cabo Cañaveral quedará convertido en un cementerio lleno de fantasmas de titanio, propios de un tiempo remoto en que los humanos caminaban en diligencia por un universo de cercanías igual que los primates avanzaron primero por la selva saltando de rama en rama. Decía el griego Parménides que es lo mismo el Ser que el Pensar: este principio se llama ahora realidad virtual. Al parecer la mente humana está evolucionando hacia el fondo espiritual de la física y a su vez la física pronto hará síntesis con la mística. Virtual se deriva de virtud, que no significa santidad sino poder o fortaleza. En el futuro la virtud de la mente será capaz de trasladar a cualquier galaxia ese garito de jazz donde tu amante te espera, puesto que el espacio puede contraerse en un solo punto como quedó demostrado cuando Aquiles perseguía a una tortuga y no la pudo alcanzar porque para llegar a ella el veloz guerrero tenía que salvar primero la mitad del camino, pero antes debía recorrer la mitad de esa mitad. El trayecto que le separaba de la tortuga siempre había que dividirlo previamente por dos hasta convertirlo en un punto infinito e inmóvil, que es el universo. Ese punto hace que estés en todas partes. Por allí pasa siempre la mente cuando cabalga sus propios caballos de fuego enjaezados como los ángeles del Génesis.

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