miércoles, 2 de abril de 2008

SER O NO SER

Ser o no ser
MANUEL VICENT 28/01/2001

Sólo los desesperados muy lúcidos se permiten esta clase de fuga que es la más parecida a la cobardía: ante cualquier ignominia cierran los ojos y en la oscuridad levantan una fortaleza. En realidad, ésta es una de las dos salidas que Shakespeare propone en el célebre monólogo de Hamlet. Ser o no ser: afrontar con gran ánimo los golpes de la fortuna o dormir, tal vez soñar, y con este sueño dar fin a las miserias de la vida. Creerán muchos que es más noble combatir las injusticias, levantar la voz contra la opresión, devolver los agravios o vengar las afrentas. Así sería, tal vez, en los tiempos en que se sabía qué era el mal, quién era el enemigo y dónde estaba la gloria. Entonces los espadachines podían pelear por el honor saltando sobre las mesas de las tabernas. Pero hoy se vive bajo una tiranía difusa y la maldad es inaprensible porque se confunde en el aire con el resto de la basura humana. La lees en los periódicos, la oyes por la radio, aparece en la pantalla del televisor, la contagian como una peste esos tipos mediocres y condecorados que se abrazan en cualquier fiesta y sin darte cuenta, sólo por haber descuidado las defensas, descubres que ya eres incapaz de rebelarte, que te has impregnado de la mugre general y a eso atribuyes el desprecio que también sientes de ti mismo. No creo que haya existido una época en que los cretinos hayan sido tan apabullantes, ni los tontos hayan mandado más, ni la idiotez haya tratado de meterse como la humedad por todas las ventanas de las casas y los poros del cuerpo. Se habla mucho de la carne contaminada de los animales, pero aún es peor epidemia la degradación moral de las personas, que está en todas y en ninguna parte. Ser o no ser. Hay que rendir homenaje a los desesperados más lúcidos que resuelven esta duda de Hamlet huyendo de la basura a través de los sueños. Innumerables ciudadanos han elegido esta forma de salvación sin necesidad de ser poetas ni seres privilegiados. Ante cualquier ignominia se aferran en la oscuridad a un instante puro de su vida y lo convierten en una cima inexpugnable. Se trata de esos cobardes imbatibles que robustecen su vida soñando ríos incontaminados, aromas de pan antiguo, risas de viejos amigos que se mezclan en el jardín con los ladridos del perro y páginas bellísimas leídas en soledad. Así resisten cuando un imbécil intenta devolverlos a la realidad con una bajeza. Esos desertores nunca serán derrotados.

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