viernes, 4 de abril de 2008

ESPECTÁCULO

Espectáculo
MANUEL VICENT 16/01/2000

Lo malo que tiene el ser pobre es que te pasas toda la vida escuchando. Esta máxima que el escritor Josep Pla oyó de boca de algún payés en cualquier bar del Ampurdán es en realidad un principio general que ha regido lo mismo en el ágora griega que en el púlpito de las iglesias o en el casino de los pueblos y que ahora ha terminado por desarrollarse planetariamente con la fusión de American On Line con Time Warner. En el fondo sigue funcionando el mismo mecanismo de poder: en el ágora hablaba Sócrates y los demás callaban; en el púlpito el cura predica y los fieles atienden; en el casino de pueblo la última palabra la tiene todavía el dueño de la fábrica de embutidos y los empleados ponen el oído y asienten. A esta vida los pobres sólo han venido a escuchar. Ahora en el mundo la opinión pública ya es una papilla uniforme suministrada desde la cima de la pirámide formada por las grandes empresas de comunicación y el ciudadano siente que en lo alto del cráneo le ha nacido un tercer ojo y una tercera oreja formando una parabólica por donde se le inocula la misma información, los mismos espectáculos y mismos deseos de consumir los mismos productos sin fin bajo un mismo impulso electrónico conectado con las terminales nerviosas del cuerpo. Tu eres ya un ser libre automático. ¿Te apetece ir todavía al teatro o a la iglesia? Para llegar a esos locales cerrados, un poco fétidos, donde sólo te ofrecen una pobre ficción de esta o de la otra vida tendrás que atravesar primero el caos vital de la calle y de salida deberás abrirte paso entre un rebaño real de miles de búfalos dorados que beben inventando el Apocalipsis del viernes sobre el asfalto. Previamente en la televisión habrás dejado hirviendo en directo la olla podrida de la humanidad: el infarto de un testigo de cargo en pleno juicio,el bombardeo de Chechenia, un niño balsero rescatado de los tiburones en aguas de Miami, al genocida Pinochet exonerado de los tribunales por diabetes, todo servido como sopa o espectáculo único por un mismo empresario, porque Josep Pla no dijo que los pobres también habían venido a este mundo a mirar. El gran cómico José Luis Coll en su actual función escenifica el caso de un borracho que se va poniendo sereno a medida que bebe. La máxima información se ha convertido en la máxima explotación hasta la lucidez: sólo seré rico cuando no mire ni escuche. He aquí la revolución.

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