miércoles, 2 de abril de 2008

INSOMNIO

Insomnio
MANUEL VICENT 11/11/2001

Llega un momento en que un bombardeo resulta mortalmente aburrido. Una bomba, dos bombas, tres bombas... cien bombas, uno comienza a contar bombas como quien cuenta ovejas , hasta que al final se queda dormido. Contra el insomnio ayuda también enumerar en la oscuridad tiros en la nuca, todos similares, reiterativos, con sus correspondientes actos de repulsa, siempre uniformes. Su cadencia te va cerrando los párpados hasta meterte en el sueño, que incluso puede ser feliz. Cualquier noticia está sometida a las leyes del mercado. Cualquier tragedia se convierte en una mercancía informativa que obedece a las reglas del consumo, ya se trate de una guerra o de un atentado terrorista. Como en el lanzamiento del coche del año o de un producto de belleza una guerra se inicia mediante una gran promoción. El máximo interés del consumidor se concentra en la expectativa de una próxima hecatombe; el primer bombardeo eleva la curva un poco más , luego la demanda se estabiliza y al cabo de un tiempo empieza a bajar hasta caer en el punto muerto. Al principio el espectador busca saciar su emoción con cadáveres y se decepciona si no se producen en una cantidad que esté al nivel de su piedad o de su morbo. Como la tragedia sucede lejos y siempre atañe a otros, el consumidor se siente reconfortado y puede que la compasión le lleve a enviar un donativo a la cuenta abierta en un banco, pero después de unas semanas las terribles imágenes que deglute a diario se diluyen en la sopa de fideos a la hora del almuerzo, quedan incorporadas a su fisiología y finalmente las expele de su cuerpo. Sometida a tratamiento informativo una tragedia es una mercancía que lleva siempre implícita una fecha de caducidad. Después de haber contemplado mil veces las Torres Gemelas ardiendo, las bombas cayendo, tantos muertos en la acera con un tiro en la nuca, esas imágenes que fueron sobrecogedoras o fascinantes un día, se vuelven mortalmente aburridas. El cliente apaga el televisor, deja de oír la radio, cierra el periódico y se queda a solas consigo mismo. Entonces siente que le duele una muela. En ese momento comienza su vida propia: la angustia del despido, un amor que termina, el accidente de coche, el teléfono que no suena. La ansiedad no le deja dormir. Para relajarse en medio del insomnio comienza a contar bombas y tiros en la nuca, como quien cuenta ovejas. Una bomba, dos bombas, un tiro, dos tiros en la nuca, y como ninguno es para él, de esta forma entra en el más dulce de los sueños.

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