Milenio
MANUEL VICENT 29/09/1996
Al parecer el papa Wojtyla está decidido a agonizar en público lentamente, de modo que sus gestos de dolor se conviertan en parte de la liturgia. Al mismo tiempo, Yeltsin se verá sometido a una arriesgada operación quirúrgica mientras el maletín con la clave atómica permanecerá bajo la mesa del quirófano que es otra ara tan sagrada como el altar. Nada expresa mejor el final del milenio que esta doble singladura mortal: dos jerifaltes planetarios terminarán su vida abrazados a sus propios instrumentos: uno al cáliz y otro a la bomba de neutrones. Cualquier ademán litúrgico que se realiza durante el culto divino hunde su raíz en la noche de los tiempos, cuando el mono primate, que aún carecía de palabras, sólo sabía expresarse a través de la mímica. La historia ha convertido estos gestos esotéricos en un manierismo. Hoy se han quedado vacíos los abrazos, bendiciones, genuflexiones, reverencias y demás ceremonias religiosas, pero he aquí que un pontífice con una vocación indiscutible de actor se dispone a representarse a sí mismo muriendo de verdad ante sus fieles para dotar de sentido a cada signo de la liturgia. Así el temblor del Parkinson puede alcanzar un valor real cuando Wojtyla bendiga a los enfermos, el dolor de la apendicitis que experimente al arrodillarse tal vez estará en sintonía. con la caída del género humano y el ceño papal cruzado por el temor a la inminente eternidad no será sólo alegórico, sino consecuente con la desolación que se canta en el salmo miserere. Mientras el Pontífice de Roma inmiscuye su cuerpo en una lenta agonía litúrgica, otra imagen verídica de este final de milenio se impone. El terrible bebedor Yeltsin va a somelerse a una carnicería ritual. Le van a abrir el corazón en el quirófano sobre la clave atómica que podría acabar con el planeta si el cirujano se dejara llevar por la moda de Quentin Tarantino y le pegara una patada al maletín nuclear que estará a sus pies junto a un gato que espera que le echen algún menudillo de este último Karamazov abierto, en canal.
MANUEL VICENT 29/09/1996
Al parecer el papa Wojtyla está decidido a agonizar en público lentamente, de modo que sus gestos de dolor se conviertan en parte de la liturgia. Al mismo tiempo, Yeltsin se verá sometido a una arriesgada operación quirúrgica mientras el maletín con la clave atómica permanecerá bajo la mesa del quirófano que es otra ara tan sagrada como el altar. Nada expresa mejor el final del milenio que esta doble singladura mortal: dos jerifaltes planetarios terminarán su vida abrazados a sus propios instrumentos: uno al cáliz y otro a la bomba de neutrones. Cualquier ademán litúrgico que se realiza durante el culto divino hunde su raíz en la noche de los tiempos, cuando el mono primate, que aún carecía de palabras, sólo sabía expresarse a través de la mímica. La historia ha convertido estos gestos esotéricos en un manierismo. Hoy se han quedado vacíos los abrazos, bendiciones, genuflexiones, reverencias y demás ceremonias religiosas, pero he aquí que un pontífice con una vocación indiscutible de actor se dispone a representarse a sí mismo muriendo de verdad ante sus fieles para dotar de sentido a cada signo de la liturgia. Así el temblor del Parkinson puede alcanzar un valor real cuando Wojtyla bendiga a los enfermos, el dolor de la apendicitis que experimente al arrodillarse tal vez estará en sintonía. con la caída del género humano y el ceño papal cruzado por el temor a la inminente eternidad no será sólo alegórico, sino consecuente con la desolación que se canta en el salmo miserere. Mientras el Pontífice de Roma inmiscuye su cuerpo en una lenta agonía litúrgica, otra imagen verídica de este final de milenio se impone. El terrible bebedor Yeltsin va a somelerse a una carnicería ritual. Le van a abrir el corazón en el quirófano sobre la clave atómica que podría acabar con el planeta si el cirujano se dejara llevar por la moda de Quentin Tarantino y le pegara una patada al maletín nuclear que estará a sus pies junto a un gato que espera que le echen algún menudillo de este último Karamazov abierto, en canal.
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