domingo, 15 de junio de 2008

MANUAL

Manual
MANUEL VICENT 08/09/1996

Los progresistas de antaño, si es que queda alguno, creen que la derecha es tonta porque no lee. La derecha no sabe nada de lo último que se- lleva en arte, en cine o en literatura. No pierde el tiempo en vanguardias: sólo cuida sus intereses. Los ven con tirantes, la pretina del pantalón a la altura de las tetillas cargando el paquete genital del lado contrario, el jersey en los riñones, el pareo en la púdica cadera, muertos de ganas por oír zarzuela, riendo a carcajadas con Jardiel Poncela y los antiguos progresistas creen por eso que los de derechas son idiotas, pero esa gente, que no se deja ver nunca con un libro en las manos, tiene, no obstante, una centenaria experiencia de poder, una increíble sagacidad para hacer dinero y una marrullería política que va desde el garrote a la sutileza más alambicada. Los de izquierdas leen mucho, aunque eso no les impide ser unos pardillos. Lo que les ha pasado a los socialistas es un caso de manual. Llegan al poder, les arreglan la casa a los empresarios, hacen la reconversión, privatizan empresas públicas, domestican a los sindicatos, regulan el mercado laboral y mientras realizaban este trabajo sucio la derecha les dio a morder el quesito del dinero fácil y caen en la ratonera de la corrupción; luego les envuelven patrióticamente en la lucha contra. el terrorismo y cogidos por el síndrome de Estocolmo los socialistas se ponen al frente de una guerra sucia que venía de las entrañas del franquismo. Llegado el momento preciso, cuando ya tenía el camino de Maastricht desbrozado, la derecha ha echado del Gobierno a los socialistas bajo la acusación de robo y asesinato, algo que la derecha no ha dejado de practicar desde el principio de la historia. Ahora los socialistas están amordazados en la oposición y esto la derecha lo ha conseguido sin leer un libro, entre la estética de Miami y los hermanos Quintero. Con el cinturón en las tetillas ha dejado a esta sociedad desactivada, sin capacidad de protesta bajo la sonrisa mecánica de Aznar. Ahora sabemos por qué se ríe tanto este hombre.

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