Huellas
MANUEL VICENT 06/10/1996
Las zancadas que da el presidente Aznar cuando camina no se corresponden con su estatura. Avanza abriendo el compás de las piernas de forma no proporcional a su cuerpo, sino a su voluntad, como si quisiera pisar más allá de su sombra. Después de medir la exagerada separación de las huellas de esos pies, un detective inexperto, sin duda, sacaría una conclusión equivocada. En. el informe haría consta que el hombre que ha pasado por allí mide aproximadamente 1,90 de altura. Las huellas de Aznar están en la playa de Oropesa, en el césped de La Moncloa, en las alfombras del Congreso, en el polvo de los mítines. Por donde quiera que ha pisado en seis meses de gobierno ha ido dejando una marca, pero no sólo con los zapatos. También ha fijado las propias huellas en decretos leyes, en declaraciones equivocadas y explosivas, en decisiones audaces rápidamente corregidas, en las resonantes contradicciones con sus ministros y en atemperadas risitas de conejo que no le han impedido atravesar a grandes zancadas los papeles del Cesid, la razón de Estado, el pudridero del GAL y las amenazas de los chantajistas. Si un investigador inteligente analizara las huellas de Aznar descubriría enseguida que el autor de esos pasos tan separados tiene, no obstante, una altura escasa. No se fijaría en el tamaño de los zapatos, puesto que hay hombres grandes con pies pequeños. Un detective bien dotado se limitaría a analizar la profundidad de las huellas. Al comprobar la levedad de la pisada sacaría rápidamente esta consecuencia: ese señor que pisa la arena de Oropesa, que aplasta la hierba. de La Moncloa, que pasa por las alfombras del Congreso, que atraviesa la política dando bandazos adelante y hacia atrás, tiene mucha menos estatura que la que simulan sus grandes trancos al caminar, cosa que se deduce del poco calado de sus huellas, que obedecen a las de un peso ligero. El presidente Aznar también parece uno de esos muñequitos que coronan la tarta nupcial. Tal Vez en ese merengue sus pies se hundan un poco más.
MANUEL VICENT 06/10/1996
Las zancadas que da el presidente Aznar cuando camina no se corresponden con su estatura. Avanza abriendo el compás de las piernas de forma no proporcional a su cuerpo, sino a su voluntad, como si quisiera pisar más allá de su sombra. Después de medir la exagerada separación de las huellas de esos pies, un detective inexperto, sin duda, sacaría una conclusión equivocada. En. el informe haría consta que el hombre que ha pasado por allí mide aproximadamente 1,90 de altura. Las huellas de Aznar están en la playa de Oropesa, en el césped de La Moncloa, en las alfombras del Congreso, en el polvo de los mítines. Por donde quiera que ha pisado en seis meses de gobierno ha ido dejando una marca, pero no sólo con los zapatos. También ha fijado las propias huellas en decretos leyes, en declaraciones equivocadas y explosivas, en decisiones audaces rápidamente corregidas, en las resonantes contradicciones con sus ministros y en atemperadas risitas de conejo que no le han impedido atravesar a grandes zancadas los papeles del Cesid, la razón de Estado, el pudridero del GAL y las amenazas de los chantajistas. Si un investigador inteligente analizara las huellas de Aznar descubriría enseguida que el autor de esos pasos tan separados tiene, no obstante, una altura escasa. No se fijaría en el tamaño de los zapatos, puesto que hay hombres grandes con pies pequeños. Un detective bien dotado se limitaría a analizar la profundidad de las huellas. Al comprobar la levedad de la pisada sacaría rápidamente esta consecuencia: ese señor que pisa la arena de Oropesa, que aplasta la hierba. de La Moncloa, que pasa por las alfombras del Congreso, que atraviesa la política dando bandazos adelante y hacia atrás, tiene mucha menos estatura que la que simulan sus grandes trancos al caminar, cosa que se deduce del poco calado de sus huellas, que obedecen a las de un peso ligero. El presidente Aznar también parece uno de esos muñequitos que coronan la tarta nupcial. Tal Vez en ese merengue sus pies se hundan un poco más.
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