El mendigo
MANUEL VICENT 04/02/1996
MANUEL VICENT 04/02/1996
Al centro comercial se accede por una amplia galería llena de lujosos escaparates y allí hay un mendigo tocando la flauta. Una señora con visón y bolso de Prada pasa por delante. El mendigo interrumpe la melodía y le tiende la mano para pedirle una limosna. La , señora dice: lo siento, llevo prisa, y apresurando instintivamente el paso entra en el establecimiento. El mendigo no pide limosna a cambio de nada. Con la flauta toca, del Himno a la alegría, la única pieza que sabe. La señora compra algunas cosas en el centro comercial, toma el aperitivo en la cafetería y luego decide salir a la calle. Un guarda jurado de enormes bíceps le abre la puerta de cristal que da a la amplia galería, donde la flauta del mendigo aún está sonando. Allí mismo se le acerca a la señora por detrás un tipo patilludo con bambas y anorak, la derriba con una llave de yudo, le arrebata el bolso y huye a toda velocidad a lo largo del corredor, sin que nadie de cuantos circulan a su lado haga nada por detenerlo. Todo el mundo queda paralizado. También el guarda jurado, que ha contemplado el atraco a través del cristal, permanece impasible. A él le pagan para proteger únicamente a los clientes dentro del establecimiento. Sólo el mendigo reacciona mientras la señora está gritando en el suelo. Interrumpe el Himno a la alegría, suelta la flauta y sale detrás del atracador. Al parecer, el mendigo tiene bajo los harapos un cuerpo de atleta, porque no sólo lo alcanza sino que además se faja con él, lo inmoviliza y recupera el bolso que contenía, entre otras cosas, 42.000 pesetas y un Dupont de ora. El mendigo se lo entrega a la señora y a continua ción comienza a tocar la flauta de nuevo. La señora trata de recompensarle por su heroísmo, pero el mendigo se niega a aceptar nada que no sea una limosna ordinaria. Cree que se la merece por el simple hecho de tocar el Himno a la alegría. La señora re busca en el bolso. una moneda de 100 pesetas, la echa en el estuche que hay en el suelo y el mendigo inclina la cabeza y se lo agradece. La señora se pierde en la calle.
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