El otro 98
MANUEL VICENT 16/11/1997
Los escritores de la Generación del 98 fueron muy llorones, si bien muchos de ellos lograron comer caliente todos los días gracias a su propio pesimismo histórico, que convirtió la decadencia de España en un género literario y encima, para alegrarse la vida, adoptaron a Larra y Ganivet, dos rompeguitarras, como sus precursores románticos. El daño que han hecho al periodismo este par de suicidas es irreparable durante todo el siglo XX: gran cantidad de plumíferos sin talento y no por eso menos audaces han confundido su dolor de estómago con los males de la patria, y de la facultad siguen saliendo hoy todavía sucesivas levas de cruzados dispuestos a derribar al Gobierno con un solo artículo o, en su defecto, a ponerte por sistema el dedo en el ojo o pegarte una puñalada por la espalda, de modo-que no hay periodista un poco chulo que no se sienta Larra ni escritor frustrado que no se crea Ganivet, aunque ninguno sea capaz de saltarse la tapa de los sesos con una pistola o de arrojarse por la borda de un barco a las frías aguas del Dwuina. Al contrario, sus imitadores hoy nos riñen mucho, nos adoctrinan, nos moralizan, nos fustigan usando sus artículos como látigos y después de dejarnos con el corazón en un puño se van a un restaurante de cinco tenedores y allí siguen hablando de los males de la patria, de la corrupción y de los últimos escándalos mientras entre risotadas se zampan un codillo. La corrupción alimenta no sólo a los corruptos, sino a quienes la han convertido en un género periodístico muy rentable a tanto el folio o la perorata. Y por si algo faltaba, ahora vamos a celebrar el centenario de la Generación del 98, de aquel coro de Jeremías. Protección Civil debería entrar en alerta roja, ya que se nos viene encima un río de tinta. Para evitar ser anegados por esta crecida de vituperios a la izquierda y de exaltaciones de la derecha sólo hay una solución: los literatos, periodistas o historiadores que escriban durante el 98 de la corrupción o del problema de España, que no cobren. Si escriben, que sea gratis.
MANUEL VICENT 16/11/1997
Los escritores de la Generación del 98 fueron muy llorones, si bien muchos de ellos lograron comer caliente todos los días gracias a su propio pesimismo histórico, que convirtió la decadencia de España en un género literario y encima, para alegrarse la vida, adoptaron a Larra y Ganivet, dos rompeguitarras, como sus precursores románticos. El daño que han hecho al periodismo este par de suicidas es irreparable durante todo el siglo XX: gran cantidad de plumíferos sin talento y no por eso menos audaces han confundido su dolor de estómago con los males de la patria, y de la facultad siguen saliendo hoy todavía sucesivas levas de cruzados dispuestos a derribar al Gobierno con un solo artículo o, en su defecto, a ponerte por sistema el dedo en el ojo o pegarte una puñalada por la espalda, de modo-que no hay periodista un poco chulo que no se sienta Larra ni escritor frustrado que no se crea Ganivet, aunque ninguno sea capaz de saltarse la tapa de los sesos con una pistola o de arrojarse por la borda de un barco a las frías aguas del Dwuina. Al contrario, sus imitadores hoy nos riñen mucho, nos adoctrinan, nos moralizan, nos fustigan usando sus artículos como látigos y después de dejarnos con el corazón en un puño se van a un restaurante de cinco tenedores y allí siguen hablando de los males de la patria, de la corrupción y de los últimos escándalos mientras entre risotadas se zampan un codillo. La corrupción alimenta no sólo a los corruptos, sino a quienes la han convertido en un género periodístico muy rentable a tanto el folio o la perorata. Y por si algo faltaba, ahora vamos a celebrar el centenario de la Generación del 98, de aquel coro de Jeremías. Protección Civil debería entrar en alerta roja, ya que se nos viene encima un río de tinta. Para evitar ser anegados por esta crecida de vituperios a la izquierda y de exaltaciones de la derecha sólo hay una solución: los literatos, periodistas o historiadores que escriban durante el 98 de la corrupción o del problema de España, que no cobren. Si escriben, que sea gratis.
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