viernes, 28 de marzo de 2008

LA MIRADA

La mirada
MANUEL VICENT 19/11/2006

El ser humano comparte con los felinos y los monos la visión estereoscópica, que les permite ver la realidad en tres dimensiones y enfocar los objetos con gran precisión. La visión bipolar les sirve a los monos para calcular la distancia en el momento de saltar de rama en rama y a los predadores para dar un zarpazo medido a la presa, pero la posición frontal de los ojos tiene una desventaja: ni los monos ni los felinos ni los humanos pueden ver al enemigo cuando se acerca por la espalda. Esto no les sucede a los búfalos, antílopes y otros rumiantes de la sabana, que tienen un ojo en cada lado de la cabeza cuyo campo de visión, si echan las orejas hacia atrás, abarcan toda la circunferencia, una cualidad que les permite avistar el peligro en cualquier direccion mientras pastan. La mirada de los políticos puede incluirse también en esta lección de zoología. Las palabras no son nada frente al lenguaje de los ojos. El odio, el miedo o el desdén de los políticos se manifiesta mejor en el brillo de sus pupilas que en la fuerza de sus discursos y soflamas. No sé nada de política. Mi interés acerca de lo que se habla en el Congreso o en los mítines es practicamente nulo; en cambio acostumbro a fijarme en la forma en que un líder mira al adversario o avizora cualquier amenaza. Mariano Rajoy tiene la mirada dispersa. Raramente enfoca a la persona que tiene delante. Cuando lanza una dura invectiva contra Zapatero sus ojos parecen estar más pendientes de algún riesgo que puede sobrevenir por los lados. Dentro del bestiario político, Rajoy se comporta como un rumiante de la sabana. Lo imagino pastando su puro con las orejas muy hacia atrás consciente de que en la espalda está Aznar, un felino dispuesto a echarle la garra encima en cuanto lo vea cojear. Gracias al odio o desdén natural de sus ojos, Aznar ve siempre al adversario como un enemigo, una propiedad que ha trasmitido a los suyos. Dudo que Rajoy sea un verdadero líder porque aun en medio de los insultos siempre expresa una duda inconcreta y cierta bonhomía en la mirada. Por otra parte Rodríguez Zapatero conserva todavía los ojos limpios, aunque cada día más duros, que enfoca a unos cuatro metros en un punto bajo, proyectados por el ángulo luceferino de sus cejas. No mira a los lados ni piensa en que puedan atacarle por la espalda. Zapatero sabe que el adversario está enfrente, pero ignoro si su visión bipolar le sirve para calcular bien la distancia a la hora de lanzarse al vacío o dar el zarpazo. Cada político tiene la mirada que se merece.

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