martes, 17 de junio de 2008

DUNAS

Dunas
MANUEL VICENT 09/07/1995

Un hombre tumbado en la playa junto a su amante soñaba con la arena del desierto. Corría la brisa dentro y fuera del sueño. Las dunas son muy femeninas. Basta un golpe de viento para que la arena se levante como un velo y discurra a ras del suelo hasta encontrar un brezo o una roca que le sirva de vástago. En torno a ese eje se va formando de nuevo el suave volumen de un seno, la morbidez de unos muslos, la curva de un vientre. De esta forma se modela el cuerpo desnudo de una amante. Las dunas son ligeras, volubles. Alguna duerme contigo una noche y al día siguiente, cuando despiertas, ella ya no está a tu lado. La brisa del amanecer se la ha llevado y en ese momento puede que haya formado volumen junto a otro hombre tumbado que también sueña. Aquel tipo en la playa soñaba con la arena del desierto y la confundía con la carne dorada de su novia. Bajo el sol, con los ojos cerrados a veces extendía la mano y la acariciaba. Por el tacto sabía que aún era ella, puesto que tenía la misma suavidad que la arena. Iba deslizando la yema de los dedos por el perfil de su rostro, por el valle de sus senos y en la oscuridad de los párpados cada una de las curvas de aquel cuerpo le recordaba un placer, un latido de la memoria. En ese momento se levantó un golpe de viento, pero él siguió durmiendo en la playa hasta que le despertó un niño que gritaba junto al oleaje. El hombre incorporó el torso sobre el antebrazo ligeramente. Enseguida volvió a tumbarse. Deslumbrado por el sol había descubierto que a su lado dormía una mujer a la que no conocía de nada. Con los ojos cerrados comenzó a acariciarla de nuevo por ver si la recordaba. Deslizó la yema de los dedos por el perfil de aquel rostro y al bajar por el cuello hasta los senos comprobó que la brisa aún estaba formando el cuerpo de aquella mujer que la brisa había traído a su lado, la misma brisa que le había arrebatado a otra amante. Mientras la seguía acariciando pensó que todo era el mismo amor, la misma carne, la misma duna que el viento traía y se llevaba.

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