jueves, 19 de junio de 2008

LA CAÍDA

La caída
MANUEL VICENT 16/01/1994

Dijo Caifás a los judíos: es necesario que un hombre muera para que el pueblo se salve. El pueblo en este caso podría ser el sistema bancario, y la víctima destinada al patíbulo, sin duda, es Mario Conde, Lo que está sucediendo aquí lo saben muy bien los pastores. Cuando la manada de lobos ataca, hay que ofrecer a su voracidad al menos una oveja como carnaza para lograr que sobreviva el rebaño. Con este rito se cumple el mito de la salvación, que es la base del cristianismo y de su código penal. Tal vez el descalabro moral de nuestra economía se inició aquel día en que un par de gaznápiros con gabardina, los primos Albertos, se presentaron en sociedad en lo alto de un basurero del extrarradio de Madrid. En la fotografía aparecían los dos muy satisfechos, sonriendo con cara de mastuerzo, encaramados en un montón de mierda que al parecer era de su propiedad. Aquella fotografía se ha convertido en el símbolo de nuestra cultura financiera: la curva de ganancias ha coincidido con el perfil de aquel vertedero. En medio del torbellino de la especulación, de pronto emergió la figura de un nuevo modelo para aprendices de tiburón. Mario Conde rompió con la imagen del banquero clásico: lejos de preservarse de la actualidad como hacen los cardenales más poderosos, exhibió con impudor milanés los frutos de su riqueza, y sin duda su poder alcanzó una altura donde la luz ya es demasiado intensa. Con ella los dioses deslumbran a los que quieren perder. No trato de juzgar ahora la responsabilidad de Mario Conde en el hundimiento de su banco. Sólo intento extraer una lección de estética: ya no está de moda ser un rico evidente, todo aquel falso esplendor del basurero deberá ser purgado. Es necesario que alguien muera, dijo Caifás. No tardaremos en saber si este rito que es el fundamento de nuestra moral se va a cumplir en la persona de Mario Conde hasta más allá de las heces de su cuenta bancaria. El sacrificio del héroe caído no ha hecho más que comenzar. ¿Acaso no se escucha ya el griterío de los cuervos?

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