domingo, 20 de julio de 2008

CORRIENTES

Corrientes
MANUEL VICENT 18/12/1994

El bien y el mal son dos ríos muy caudalosos que cruzan la humanidad. SI pudiera medirse su nivel, me gustaría saber cuál de los dos ríos lleva más agua y también el lugar exacto de su desembocadura. Esas mismas. corrientes atraviesan el corazón humano: en su ribera abrevan a la vez un tigre y un ángel. Una persona honorable puede matar por la noche a alguien después de haber salvado otra vida por la mañana. El impulso irreflexivo que lleva a arrojarse al mar para rescatar a un náufrago parte de ese punto del cerebro que fuerza al mismo caballero a disparar contra el que ha tirado del bolso de su señora y mientras se afeitaba antes del desayuno lo ignoraba todo. En determinadas circunstancias, un san Francisco de Asís actual podría arrancarle la yugular de un mordisco a un automovilista que le ha birlado el sitio para aparcar; del mismo modo, Jack el Destripador alargaría el brazo de forma automática hacia un suicida a punto de caer por el precipicio siempre que en ese instante Jack no estuviera pensando en el vientre de una prostituta, más sugestivo para él. Es mucho más literario el mal, por supuesto, pero me pregunto cuál será el número de ángeles que se queda sin literatura cada día en esta sociedad. Por cada herido hay cuatro camilleros; por cada muerto, dos enterradores benévolos; por cada asesino, innumerables donantes de sangre. Se vive mucho la violencia, la desesperación, las epidemias y las guerras en las imágenes de sobremesa. Sólo tengo una duda. No sé si la verdad es un ente metafísico que atrae a las cámaras del telediario de un modo irresistible, aunque me gustaría saber si hay más alpinistas que rockeros, más pacifistas que guerreros, más componentes de orfeón que navajeros, más gente que devuelve la cartera que rateros, más dulces amantes que violadores. Dos ríos pasan por el corazón. El tigre y el ángel abrevan juntos. El ángel es invisible. El tigre es una estrella de actualidad. Pero en el fondo hay un baremo. Por cada uno que muere lloran cuatro movidos por la piedad. Ésa es la medida.

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