lunes, 21 de julio de 2008

LOS ZORROS

Los zorros
MANUEL VICENT 06/06/1993

El alma de la corrupción es el dinero, el cual está en manos de la derecha económica desde los tiempos de Nabucodonosor, pero siempre se necesitan dos para bailar el tango. En cual quier baile por parejas hay uno que marca el ritmo y otro que se deja llevar. Para ambas cosas se necesita arte. Desde que en Babilonia se inventó el barro cocido, los zorros del dinero no han cesado de poner precio al favor de los políticos. El cohecho estuvo presente en las Pirámides, en el Partenón, en la Basílica de San Pedro y en la construcción de todos los palacios reales hasta llegar a la pequeña dádiva con que el aparejador le tapa la boca al municipal cuando usted está haciendo sin licencia una reforma en la cocina. Hubo la misma corrupción durante el franquismo, aunque sólo atemperada por la miseria. Bajo la dictadura, las bombas de elevar basura a la superficie estaban paralizadas por orden gubernativa. Y entonces llegaron los socialistas al poder con un siglo de honradez a la espalda, pero el tango no tenía por qué parar. ¿Me concede este baile, señorita? Lo siento, caballero, no sé bailar. No se preocupe, yo le enseñaré. Relájese usted, señorita, y déjese llevar. Baila usted muy bien. No, no, son sus brazos que me llevan, señor empresario. Los mismos zorros de siempre, que desde el imperio de Babilonia no han cambiado de pelaje, siguieron bailando el mismo tango. Ahora les tocaba hacerlo con esos chicos que se lo habían montado de éticos, los cuales no pudieron resistir la tentación. Algunos socialistas aprendieron muy pronto, incluso seconvirtieron en expertos tanguistas, y de cidieron establecer por sí mismo una academia de baile. Está bien. Mañana podría comenzar la catarsis general contra la corrupción. En ese caso es absolutamente indispensable que los jueces llamen también a los corruptores agazapados, banqueros, constructores, directivos de multinacionales, para que todos juntos bailen en público una zarabanda maldita junto con los políticos que ellos prostituyeron. Todo menos que los zorros se queden a salvo riendo en la oscuridad.

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