lunes, 21 de julio de 2008

LA DIETA

La dieta
MANUEL VICENT 20/06/1993

Lo que más adelgaza es el odio, sobre todo si es intenso. También puede uno bajar de peso viviendo febrilmente un amor enloquecido. Quiero decir que para guardar la línea no hay nada como una gran pasión. Corra usted una aventura desenfrenada y olvídese de los hidratos de carbono. No importa que un amante se atiborre de albóndigas si a continuación las quema a los pies de Venus o se devora a sí mismo a causa de los celos. Cuando uno odia sin límite nota igualmente que el volumen de la tripa se le va disolviendo. Todos los rencorosos suelen estar flacos. Ahora que llega el verano, la gente quiere cambiar de yo mediante una dieta. Los cuerpos se hacen visibles, pero sólo algunos mortales poseen una carne digna de ser asada. Para preparar la ofrenda que se hace a los dioses todos los años bajo la canícula, las revistas y suplementos dominicales no cesan de bombardear nuestra grasa con tablas de calorías. Ya se sabe que a los dioses no les gusta el tocino. Prefieren la carne de las terneras a la plancha sobre la arena, de modo que todo el mundo se mata por llegar a la playa con el peso y la perfección de aquellas jóvenes reses que eran acarreadas hacia el ara del sacrificio en la antigüedad, y para eso se obliga al público a someterse a un régimen sin azúcar y sin nada, hasta que a uno se le pone cara de cabra vieja. Contra los lípidos y los glúcidos hay que levantar la bandera de la pasión. Llevar al paroxismo el rencor contra todo lo que te impide ser feliz ahora mismo o estar enamorado con la máxima furia contiene muchas proteínas, no engorda en absoluto y es más saludable que una ensalada. ¿Quieres adelgazar para ser digna del sol? Come de todo, incluidos los pasteles necesarios, pero lo que comas que sirva para alimentar sin freno una aventura digna de ser vivida. No tiene ningún sentido abrasarse el alma con lechugas para recuperar la belleza si uno después no está a la altura del placer cuando llega. La dieta más científica consiste en reventar de felicidad y luego pasar por la báscula.

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