lunes, 21 de julio de 2008

DIARIO

Diario
MANUEL VICENT 08/08/1993

Raúl, Tito y la francesa vinieron a Denia. Mi mujer y yo les llevamos a navegar.A mediodía soplaba un garbino amable y la mar se mostraba rizada, muy femenina. Estaba prohibido ha blar de política y también hacer la más mínima referencia a la crisis económica. A bordo sólo se podía mencionar a Zeus, el de los huevos de mármol, o cualquier cosa que nos recordara el placer. Un viento constante daba en las velas, que proyectaban a popa una sombra transgredida por una luz de. azafrán, y aunque Raúl, que es de tierra adentro, tiraba de las escotas del foque como si se tratara de las riendas de una mula castellana, el barco obedecía al rumbo mientras Tito recordaba lances y amores de artistas. Hicimos una capa para acuartelamos en alta mar y nos bañamos entre azules primordiales teniendo cada uno bajo los genitales 70 brazas de agua purísima, poblada de atunes. Al atracar ya se había establecido un lebeche violento con rachas de fuego y coronados por ellas comimos arroz y ensaladas en una te rraza sobre el mar con un gato a los pies y un jilguero en una jaula colgada de una pared encalada. Después sobrevino una de esas siestas que te dejan las comisuras inundadas de baba, al amparo de las chicharras enfebrecidas por un viento que de pronto cambió a siroco. Ha sido un día africano pero lleno de sensaciones. Al final la tarde se fue haciendo dulce cuando la naturaleza ya estaba y entonces hicimos un poco de filosofía de piscina, con el agua a la altura del ombligo. Seguía estando prohibido hablar de política y de otras adversidades. Bajo el algarrobo había leche merengada y sandía. De noche devolvimos a nuestros amigos a Polop de la Marina, donde una banda municipal daba un concierto en la plaza. Sonó el pasodoble Paquito el Chocolatero a la luz de la luna y también hubo solos de bombardino y clarinete que la gente escuchaba en camiseta de imperio, tomando alcoyanos, un refresco de horchata y granizado de limón. Llegamos a la conclusión de que el fin del mundo podía esperar un poco.

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