sábado, 19 de julio de 2008

EL VACÍO

El vacío
MANUEL VICENT 02/07/2000

Felices tiempos aquellos en que no sabías quien eras, de qué paraíso venías ni en qué infierno ibas a caer, un sueño de carne mortal. Aquella maravillosa incertidumbre pronto será la fuente de un nuevo romanticismo. Se acabaron los héroes y asesinos que iban por la vida solos con su gloria o su culpa. Desde que el genoma humano se ha revelado miro a las personas y no veo en ellas sino un saco de hélices cuyos gestos amables o airados responden a una necesidad genética de la que no son responsables. Mejor será que aceptemos cuanto antes que también el amor y el odio sólo son tempestades bioquímicas que se desarrollan dentro de ese saco de hélices como inexorables meteoros sin destino. ¿Por qué tendré que dar cuenta yo de mis actos en el Juicio Final y no la mosca del vinagre? A partir de ahora si vas de místico buscarás la unión con Dios en las alturas pero podrás encontrarla más rápida en el fondo de las cucarachas. Si vas de inquisidor tendrás que saber que ese sujeto sentado en el banquillo sólo es una cadena de aminoácidos, 23 pares de cromosomas no más, una fábrica de proteínas ajena a todo delito. Si vas de filósofo ya habrás recibido el último informe del laboratorio en el que se hace constar que la realidad no existe. El águila es incapaz de ver desde el aire los árboles y los ríos en el fondo del valle porque sus ojos sólo están programados para descubrir pequeños seres vivos que se mueven, conejos, ardillas, ratones, de los que depende su existencia; en cambio para el cuervo lo único visible es lo estático, de modo que un burro no existe hasta que no está muerto. Si eres perro un amo sólo será la sustancia de tu olfato y en esto no te distinguirás de algunos periodistas y de otros humillados. Y por mucho que te guste Noemí Campbell, si eres una partícula radioactiva podrás atravesar su cuerpo pero no conseguirás tocarle ni una célula porque esa modelo es un vacío, lo mismo que ese asesino que está sentado en el banquillo de los acusados. Por dentro sus protones y neutrones guardan entre ellos una distancia sideral como de la tierra a la luna y nadie nos ha dicho todavía qué hay en ese espacio. Desde el manifiesto del genoma la irresponsabilidad de las hélices hará que todo esté permitido, ya que el gusano elegante ha ocupado en los laboratorios el puesto de Dios, pero mientras el código penal se adapta al código genético el último refugio romántico siempre será ese vacío de la carne.

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