viernes, 11 de julio de 2008

CALDO GORDO

Caldo gordo
MANUEL VICENT 08/05/1994

Puede que el placer que experimentan unos al ver a un gobernador del Banco de España metido en la cárcel sólo sea comparable al regocijo que sienten otros sabiendo prófugo de la justicia a un director de la Guardia Civil. Esta alegría es una reacción primaria que surge de las vísceras de los ciudadanos. En este momento, la vida pública española está a merced de los instintos. Es el tiempo de la venganza. Por un lado, el pueblo llano ha sentado plaza en la puerta de los juzgados y allí se explaya insultando a políticos y banqueros que son requeridos por los jueces. En la acera de los juzgados un jurado compuesto de peatones airados emite su veredicto. Aporrea los coches de estos peces gordos, lanza escupitajos sobre sus pescuezos mientras se abren paso entre un amasijo de cámaras y periodistas. He aquí la mecha de un barril de dinamita que se halla bajo el trasero de todos. Por otro lado, el Gobierno, que se siente culpable y malherido, tal vez en su huida hacia adelante está ahora dispuesto a meter en la cárcel a todo el mundo menos a sí mismo. Carabanchel puede convertirse en un lugar de moda. En horas de visita allí se lucirán los últimos modelos de Arman¡. Recomendar un poco de calma sin duda será interpretado como un intento de hurtar al público el gran desfile del carro de heno. Que nadie sufra por eso: habrá tantos chivos como puñales. En los próximos días serán criminalizados otros nombres sonoros, se producirán nuevos escándalos y esta sociedad deberá estar preparada para beberse la corrupción hasta sus últimas heces. Éste es el panorama: un partido socialista corrompido hasta el hueso, un presidente del Gobierno bajo sospecha, una oposición débil, sin pulso moral para desbancar a nadie y la gente a merced de su cólera. Regodearse irracionalmente con la quiebra del adversario político, instaurar aquí una taberna de burlas e insultos, fomentar el caldo gordo de la venganza en la calle es la mejor forma de arrastrar en este turbión a las instituciones democráticas. A partir de ahí todo es fascismo.

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