Doble vida
MANUEL VICENT 14/05/2000
La electrónica incorporada a la intimidad de nuestra carne pronto nos convertirá en seres descodificados, traslúcidos y absolutamente desarmados hasta el punto de que ya no podamos ocultar nunca nada. Dijo Ortega: nadie que no lleve una doble vida puede ser interesante. Dentro de poco lo sabremos todo de todos, de modo que no habrá necesidad de fingir, y de este fenómeno tal vez nacerá una cultura nueva en la cual será erradicada para siempre la culpa. A cambio todos seremos ciudadanos sin el más mínimo interés. Hasta ahora la cara oculta del prójimo aún despertaba cierta pasión. La altura de muchos personajes era proporcional a la zona de sombra que proyectaban e incluso algunos habían hecho de la doble vida una obra de arte. Se empezaba a mentir de niño para defenderse de la autoridad del padre o del maestro; después se convertía la mentira en un juego de la razón, y llegados a la adolescencia tal vez este juego se incorporaba a la imaginación, que podía hacerse creativa hasta formar un castillo donde el ser humano se guarecía para seguir soñando. En raras ocasiones la capacidad de fingir creaba a un contador de historias cuyos personajes vivían fingidamente en los libros; pero la doble vida real en la mayoría de la gente sólo era un espacio preservado donde se desarrollaba la verdadera identidad. En esa zona oscura la existencia tenía el riesgo de ser vivida. Hasta ahora amagar el pensamiento, solapar los amores, realizar aventuras secretas o negocios sucios era peligroso, aunque relativamente fácil. Nadie es interesante si no tiene algo que ocultar. Este principio está a punto de ser aniquilado. Cada día que pasa, la electrónica ilumina con más claridad el pozo negro de nuestra vida. Estamos ya siendo grabados, escuchados y juzgados por células informativas infinitamente sensibles que nos siguen día y noche para recoger nuestras huellas. Cuando se descifre por completo el genoma humano se acabará con la enfermedad, tal vez con la muerte, a cambio de rebajar nuestro orgullo al nivel de la mosca del vinagre. Cuando las cámaras lleguen a entrar por cada poro de nuestro cuerpo nos veremos liberados de la necesidad de fingir, y si no hay sombras en nuestras vidas, tampoco habrá volúmenes. Todos seremos planos, aparentes e igual de miserables, pero viviremos ya sin culpa alguna puesto que todo sucederá a la vista de todos, y sin mentiras tampoco habrá almas.
MANUEL VICENT 14/05/2000
La electrónica incorporada a la intimidad de nuestra carne pronto nos convertirá en seres descodificados, traslúcidos y absolutamente desarmados hasta el punto de que ya no podamos ocultar nunca nada. Dijo Ortega: nadie que no lleve una doble vida puede ser interesante. Dentro de poco lo sabremos todo de todos, de modo que no habrá necesidad de fingir, y de este fenómeno tal vez nacerá una cultura nueva en la cual será erradicada para siempre la culpa. A cambio todos seremos ciudadanos sin el más mínimo interés. Hasta ahora la cara oculta del prójimo aún despertaba cierta pasión. La altura de muchos personajes era proporcional a la zona de sombra que proyectaban e incluso algunos habían hecho de la doble vida una obra de arte. Se empezaba a mentir de niño para defenderse de la autoridad del padre o del maestro; después se convertía la mentira en un juego de la razón, y llegados a la adolescencia tal vez este juego se incorporaba a la imaginación, que podía hacerse creativa hasta formar un castillo donde el ser humano se guarecía para seguir soñando. En raras ocasiones la capacidad de fingir creaba a un contador de historias cuyos personajes vivían fingidamente en los libros; pero la doble vida real en la mayoría de la gente sólo era un espacio preservado donde se desarrollaba la verdadera identidad. En esa zona oscura la existencia tenía el riesgo de ser vivida. Hasta ahora amagar el pensamiento, solapar los amores, realizar aventuras secretas o negocios sucios era peligroso, aunque relativamente fácil. Nadie es interesante si no tiene algo que ocultar. Este principio está a punto de ser aniquilado. Cada día que pasa, la electrónica ilumina con más claridad el pozo negro de nuestra vida. Estamos ya siendo grabados, escuchados y juzgados por células informativas infinitamente sensibles que nos siguen día y noche para recoger nuestras huellas. Cuando se descifre por completo el genoma humano se acabará con la enfermedad, tal vez con la muerte, a cambio de rebajar nuestro orgullo al nivel de la mosca del vinagre. Cuando las cámaras lleguen a entrar por cada poro de nuestro cuerpo nos veremos liberados de la necesidad de fingir, y si no hay sombras en nuestras vidas, tampoco habrá volúmenes. Todos seremos planos, aparentes e igual de miserables, pero viviremos ya sin culpa alguna puesto que todo sucederá a la vista de todos, y sin mentiras tampoco habrá almas.
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