La ducha
MANUEL VICENT 13/06/1993
El mejor acto electoral de la de recha lo realizó Aznar la noche de su derrota cuando felicitó al ganador con un impecable estilo democrático mientras algunos de los suyos en un momento de crispación estuvieron a punto de re belarse contra las urnas. Aunque no lo parezca, éste es un país moderado que agradece las formas. Aquí toda la violencia se guarda para matarse de verdad en una guerra civil, pero si se trata sólo de un espectáculo de ficción y no de aniquilarse de veras con absoluto realismo, entonces esta so ciedad prefiere el sosiego a las cuchillas, ya que tiene el subconsciente todavía muy herido. A nadie le gusta que le vendan sus propias desgracias, por eso en democracia fracasan siempre los agresivos que usan la lengua como hacha y nada más. La política tiene que ser sensata para que la vida privada de los ciudadanos pueda estar llena de pasiones. Durante la campaña estos airados jóvenes de la derecha fueron cargando el espacio de electricidad negativa y dentro de ese nublado sólo brillaban el sarcasmo, los nervios, los insultos. Demasiado fácil. Con eso no consiguieron sino alertar a los in decisos o desencantados de la izquierda que ese día se pusieron en pie como lo hacen los anticuerpos cuando reaccionan con tra la vacuna. En cambio ha bastado un gesto genuinamente de mocrático de Aznar aceptando la derrota para que todo el mundo se haya volcado a felicitarle por haber conseguido esa gran victoria sobre sus propias huestes. Ahora se ha puesto de moda aplaudir a Aznar por haber cumplido una norma de estricta cortesía. Una de las cosas que este país necesita con mayor urgencia es una derecha racional, creativa, moderna y europea que pueda un día alternarse en el poder sin resabio alguno del pasado. Éste debería ser un gran objetivo nacional. ¿Cuántas veces tendrá que pasar por la ducha democrática todavía hasta quitarse la última roña del franquismo que lleva pegada en las rodillas? Con un par de veces será suficiente. Una para ablandarla. Otra para quedar reluciente.
MANUEL VICENT 13/06/1993
El mejor acto electoral de la de recha lo realizó Aznar la noche de su derrota cuando felicitó al ganador con un impecable estilo democrático mientras algunos de los suyos en un momento de crispación estuvieron a punto de re belarse contra las urnas. Aunque no lo parezca, éste es un país moderado que agradece las formas. Aquí toda la violencia se guarda para matarse de verdad en una guerra civil, pero si se trata sólo de un espectáculo de ficción y no de aniquilarse de veras con absoluto realismo, entonces esta so ciedad prefiere el sosiego a las cuchillas, ya que tiene el subconsciente todavía muy herido. A nadie le gusta que le vendan sus propias desgracias, por eso en democracia fracasan siempre los agresivos que usan la lengua como hacha y nada más. La política tiene que ser sensata para que la vida privada de los ciudadanos pueda estar llena de pasiones. Durante la campaña estos airados jóvenes de la derecha fueron cargando el espacio de electricidad negativa y dentro de ese nublado sólo brillaban el sarcasmo, los nervios, los insultos. Demasiado fácil. Con eso no consiguieron sino alertar a los in decisos o desencantados de la izquierda que ese día se pusieron en pie como lo hacen los anticuerpos cuando reaccionan con tra la vacuna. En cambio ha bastado un gesto genuinamente de mocrático de Aznar aceptando la derrota para que todo el mundo se haya volcado a felicitarle por haber conseguido esa gran victoria sobre sus propias huestes. Ahora se ha puesto de moda aplaudir a Aznar por haber cumplido una norma de estricta cortesía. Una de las cosas que este país necesita con mayor urgencia es una derecha racional, creativa, moderna y europea que pueda un día alternarse en el poder sin resabio alguno del pasado. Éste debería ser un gran objetivo nacional. ¿Cuántas veces tendrá que pasar por la ducha democrática todavía hasta quitarse la última roña del franquismo que lleva pegada en las rodillas? Con un par de veces será suficiente. Una para ablandarla. Otra para quedar reluciente.
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