MANUEL VICENT 12/12/1993
He recibido de mi amiga Pepa, la librera de Denia, los volúmenes en catalán que le había pedido. Al abrir la caja de cartón que lucía el anagrama de una editorial muy selecta, he descubierto que los libros de Raimon Llull venían acompañados de un conjunto de hortalizas recientes. En el paquete había pimientos rojos, dos berenjenas, una calabaza, alcachofas, guisantes, tomates, dos kilos de habas, un racimo de uva moscatel. Para llegar a las obras de Llull he tenido que liberar primero este tesoro y al final sobre la mesa de la cocina,han coincidido en un mismo alijo el Libro de maravillas y estas hortalizas, los Proverbios y unos nabos todavía húmedos, el Libro de las bestias y algunos rábanos llenos de nieve. Todos eran productos de la misma tierra. Ahora se ha puesto de moda la dieta mediterránea: tomar alimentos naturales, visibles, sin salsas ni erudíciones, aceite de oliva, verduras, legumbres, pescado, fruta, la pasta perfumada con hierbas silvestres. Todo el mundo habla de esta forma de comer, pero pocos atienden a una vieja manera de vivir que es la dieta moral del Mediterráneo: dejar que pasen dulces las horas hablando con los amigos, saber que los mejores placeres se producen siempre un momento antes de traspasar los límites, aceptar el caos con naturalidad, descubrir la armonía de los números, adorar la superficie de las cosas, reconocer que la mujer sabe del amor mucho más que el hombre porque ella es la propietaria del vaso. Me he puesto a cocinar unas berenjenas y pimientos asados. Durante la cocción he contemplado los vitrales de la catedral de Chartres que ilustran el Libro de maravillas de Raimon Llull y en sus páginas he leído los diálogos que establecen entre sí algunos metales, algunos animales. El hierro habla con la plata, el león habla con la serpiente. Yo hablo con los pimientos y berenjenas que he desgarrado en el plato. Por el filo de la berbería cabalgaba el paje y preceptor Raimon Llull buscando el Santo Grial sin saber que el vaso lo llevaba en el regazo la doncella que le servía.
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