lunes, 21 de julio de 2008

ECOLOGÍA

Ecología
MANUEL VICENT 21/03/1993

Durante una excursión de primavera por la sierra de Aitana arranqué un tomillo y ascendí aspirando su perfume; después con él me restregué las manos para extraer lo que restaba de su alma antes de desecharlo. Creí que había realizado con eso un acto de amor a la naturaleza, pero acababa de cometer un crimen.. Una niña de diez años que me acompañaba lo recogió de tierra para besarlo con gran sentimiento: " ¿Qué te había hecho el tomillo?, me dijo. "Lo has matado". Han pasado algunos años. Ignoro qué ha sido de aquella criatura tan sensible y qué habrán visto desde entonces sus ojos tan limpios. No he sabido nada de ella, Puedo pensar que hoy será una militante ecologista. Amará a los animales, tal vez se habrá encadenado frente a una central nuclear, habrá transportado en brazos a un enfermo de sida y creerá que la clorofila es el primero de los derechos humanos. Será una vegetariana de las que comulgan con mucha unción en saladas, filetes de espinacas y zumos de zanahorias, creando entre las. verduras y su propia carne una mística. Era pura como el aire de aquella montaña, y al llegar a la cumbre su mirada se hizo sólida y sustituyó a la nieve que no había. No he dejado de pensar en los ojos de esa niña desde aquel momento. Todo se corrompe. A lo largo de la adolescencia existe un instante crucial en que la mirada de los inocentes adquiere un punto de malicia, recelo o humillación que expresa algo turbio e impúdico. Es el producto de la primera contaminación de la vida, del primer peldaño que han bajado. Los ojos limpios de aquella niña que hace una década ascendía por la sierra de Aitana constituían la primera materia de la ecología. ¿Habrá existido algún bellaco que los haya ensuciado? ¿Quién habrá vertido en ellos la misma basura que se arroja en los terraplenes? Tal vez la corrupción de todos los ideales le habrá puesto una sombra en la mirada. Tal vez hoy será una joven dispuesta a luchar aún contra la injusticia, pero yo la recuerdo, sin conocerla, como una niña que lloró porque yo había asesinado a un tomillo.

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