MANUEL VICENT 10/10/1993
No hay río más caudaloso que el sexo. Sobre esta leve película que es la corteza terrestre se ha establecido un bullicio insondable de insectos, aves y mamíferos. Todos se reproducen a sí mismos desde el fondo de sus entrañas, y no preguntes a qué se debe, pero ese trabajo ciego une a todos los animales hasta formar con seme jante fluido un solo río que no desemboca en ninguna parte. A este mundo hemos venido a transmitir los genes: ése es el único oficio de vivir. Algunos mosquitos masculinos nacen sin estómago. No lo necesitan. Nacen, copulan y mueren sin darles tiempo a comer. No sucede lo mismo con el resto de las criaturas, sobre todo con algunos mamíferos superiores, que son los que más han prosperado. Entre cópula y cópula, éstos van al cine, juegan a la lotería, fabrican objetos, buscan frenéticamente con qué alimentarse, dictan leyes, duermen. En medio de esta actividad cuyo sonido es superficial, se puede escuchar un estruendo sordo, persistente, lleno de gritos de placer: es el río inferior que atraviesa todos los vientres arrastrando a los seres vivos hacia ninguna parte conocida. Frente a esta corriente turbulenta del sexo, un gran mono de superlujo vestido con capa bordada, coronado con cuernos de oro, llevando en la mano una garrota también de oro, se yergue a veces para mostrar el esplendor de la verdad. Ésta no atañe a los mosquitos. Sólo se refiere a cierta clase de animales para quienes está reservada la condenación. En mitad del clamor planetario de infinitos óvulos y espermatozoides que trabajan a pleno rendimiento, el Papa dicta una orden contradictoria: hay que abandonar la concupiscencia, hay que cumplir la ley natural. Esta salmodia va dirigida a los humanos, no a los insectos, aves ni al resto de los mamíferos. El esplendor de la verdad brilla sólo para una división de monos evo lucionados. Pero si el sexo de todos los animales forma el único río de la naturaleza que nace del placer, ¿por qué el placer no pue de ser una fuente de perfección, el único camino de la salvación?
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