El lobo
MANUEL VICENT 18/04/1993
No tengo miedo al lobo propiamente dicho, sino a que el lobo sea un idiota. Algunos intentan frenar la caída del socialismo amenazando con que la derecha se va a abatir sobre nosotros, pero la gente de la calle parece haber dictado sentencia: prefiere que venga el lobo. Por mi parte sólo deseo, si llega el caso, que nos gobierne un lobo que no sea memo. Si votas a los socialistas te llamarán corrupto, si votas al Partido Popular te llamarán reaccionario. También puede uno irse al infierno. Aunque allí no hay palmeras, el infierno es el único Sur verdadero. A lo largo de un decenio, bajo las formas de una socialdemocracia, este país jugó a ser moderno, tuvo algunos momentos de euforia económica, se dejó violar a placer por Europa, pasó de la severidad castellana al diseño minimalista y se recortó el pelo por encima de las orejas. Después vino la crisis con el cuchillo y éste coincidió con el hastío de los rostros, con el hedor de la corrupción, con las fórmulas gastadas. Que se vayan los socialistas de una vez: éste es un grito ciego. Parece ser que lo estético ahora es el cambio, y yo conozco a famosos guerreros de la izquierda que ya han arrojado el macuto y el mosquetón a la trinchera contraria. Muy bien, que se vayan los socialistas, pero no vale todo para conseguir eso. Cada cual debe disparar contra la corrupción o el cansancio desde su propia barricada. No pasa nada. Me gustan mucho los lobos. Si llegan estos jóvenes de la derecha, no serán más feroces que Solchaga, cuyos colmillos son exactos a los de la escuela de Chicago. Tendrán que aplicar la misma política según el manual de Bruselas con dos vueltas de tuerca más para complacer a los empresarios, y, no obstante, seguirán confundiendo al escritor Chateaubriand con una carne asada para dos personas. Si votas a los socialistas te llamarán corrupto, si votas a una derecha llena de resabios franquistas y un día fuiste alguien que soñó con un país moderno sentirás que te quema la mano. Puedes irte al infierno, que es el Sur verdadero, aunque allí no hay palmeras.
MANUEL VICENT 18/04/1993
No tengo miedo al lobo propiamente dicho, sino a que el lobo sea un idiota. Algunos intentan frenar la caída del socialismo amenazando con que la derecha se va a abatir sobre nosotros, pero la gente de la calle parece haber dictado sentencia: prefiere que venga el lobo. Por mi parte sólo deseo, si llega el caso, que nos gobierne un lobo que no sea memo. Si votas a los socialistas te llamarán corrupto, si votas al Partido Popular te llamarán reaccionario. También puede uno irse al infierno. Aunque allí no hay palmeras, el infierno es el único Sur verdadero. A lo largo de un decenio, bajo las formas de una socialdemocracia, este país jugó a ser moderno, tuvo algunos momentos de euforia económica, se dejó violar a placer por Europa, pasó de la severidad castellana al diseño minimalista y se recortó el pelo por encima de las orejas. Después vino la crisis con el cuchillo y éste coincidió con el hastío de los rostros, con el hedor de la corrupción, con las fórmulas gastadas. Que se vayan los socialistas de una vez: éste es un grito ciego. Parece ser que lo estético ahora es el cambio, y yo conozco a famosos guerreros de la izquierda que ya han arrojado el macuto y el mosquetón a la trinchera contraria. Muy bien, que se vayan los socialistas, pero no vale todo para conseguir eso. Cada cual debe disparar contra la corrupción o el cansancio desde su propia barricada. No pasa nada. Me gustan mucho los lobos. Si llegan estos jóvenes de la derecha, no serán más feroces que Solchaga, cuyos colmillos son exactos a los de la escuela de Chicago. Tendrán que aplicar la misma política según el manual de Bruselas con dos vueltas de tuerca más para complacer a los empresarios, y, no obstante, seguirán confundiendo al escritor Chateaubriand con una carne asada para dos personas. Si votas a los socialistas te llamarán corrupto, si votas a una derecha llena de resabios franquistas y un día fuiste alguien que soñó con un país moderno sentirás que te quema la mano. Puedes irte al infierno, que es el Sur verdadero, aunque allí no hay palmeras.
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