Mediocres
MANUEL VICENT 18/07/1993
Por fortuna, vivimos una época de mediocridad que no genera grandes políticos, cosa que es de agradecer, porque los tiempos heroicos son extremadamente incómodos. Nuestra generación ha entregado el alma a los contables y todas las pasiones que hoy nos conmueven se derivan de las estadísticas: para saber si somos felices, ahora se hacen encuestas. Vivimos una larga estación de políticos grises, de generales que van de paisano, con maletín y paraguas, al Ministerio de la Guerra, de filósofos escaparatistas, de tenderos suscritos a Penthouse. Sólo las grandes catástrofes engendran grandes líderes: se necesita una guerra mundial para que surja Churchill. En una época mediocre Churchill hubiera sido también un político mediocre, pero no menos taimado. Hoy sería un líder preocupado por el excedente de leche en el Mercado Común. Cualquier héroe de la política siempre lo es a nuestra costa. Si Clinton bombardeara Bagdad infinitamente, su popularidad llegaría igualmente al infinito, y si un día se le exigiera un poco más de gloria, sustituiría Bagdad por nuestra propia cabeza. Me gustan los políticos grises, sin hazañas, sometidos a la dureza de tener que dimitir cuando se les sorprende en un mínimo error, por ejemplo, a bordo de un Jaguar sospechoso o poco edificante. La política de hoy debería fraguarse a base de mantequilla, contabilidad y muchas dimisiones. Conseguir la obra de arte de que los hombres se maten lo menos posible, conducir a las naciones sanas y salvas hacia el fin de semana como si se tratara de una nueva frontera del Oeste, procuramos la pequeña y cotidiana felicidad de leer en los periódicos cada mañana la noticia de que aún estamos vivos: ¿acaso existe un esfuerzo mayor? Ésa es la proeza que se les pide ahora a los políticos mediocres. Y a cambio de ese honor sólo se les exige que sean destituidos de modo fulminante cuando se equivoquen. Vivimos tiempos débiles, de teólogos alpinistas, de verduleros que adoran el Canal +, pero el político que cometa un error debe irse al infierno. Esa es la hazaña de hoy.
MANUEL VICENT 18/07/1993
Por fortuna, vivimos una época de mediocridad que no genera grandes políticos, cosa que es de agradecer, porque los tiempos heroicos son extremadamente incómodos. Nuestra generación ha entregado el alma a los contables y todas las pasiones que hoy nos conmueven se derivan de las estadísticas: para saber si somos felices, ahora se hacen encuestas. Vivimos una larga estación de políticos grises, de generales que van de paisano, con maletín y paraguas, al Ministerio de la Guerra, de filósofos escaparatistas, de tenderos suscritos a Penthouse. Sólo las grandes catástrofes engendran grandes líderes: se necesita una guerra mundial para que surja Churchill. En una época mediocre Churchill hubiera sido también un político mediocre, pero no menos taimado. Hoy sería un líder preocupado por el excedente de leche en el Mercado Común. Cualquier héroe de la política siempre lo es a nuestra costa. Si Clinton bombardeara Bagdad infinitamente, su popularidad llegaría igualmente al infinito, y si un día se le exigiera un poco más de gloria, sustituiría Bagdad por nuestra propia cabeza. Me gustan los políticos grises, sin hazañas, sometidos a la dureza de tener que dimitir cuando se les sorprende en un mínimo error, por ejemplo, a bordo de un Jaguar sospechoso o poco edificante. La política de hoy debería fraguarse a base de mantequilla, contabilidad y muchas dimisiones. Conseguir la obra de arte de que los hombres se maten lo menos posible, conducir a las naciones sanas y salvas hacia el fin de semana como si se tratara de una nueva frontera del Oeste, procuramos la pequeña y cotidiana felicidad de leer en los periódicos cada mañana la noticia de que aún estamos vivos: ¿acaso existe un esfuerzo mayor? Ésa es la proeza que se les pide ahora a los políticos mediocres. Y a cambio de ese honor sólo se les exige que sean destituidos de modo fulminante cuando se equivoquen. Vivimos tiempos débiles, de teólogos alpinistas, de verduleros que adoran el Canal +, pero el político que cometa un error debe irse al infierno. Esa es la hazaña de hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario