domingo, 20 de julio de 2008

VESTIDURAS

Vestiduras
MANUEL VICENT 30/10/1994

Todos los dioses de la mitología,, desde Zeus al último mono del Olimpo, si fueran humanos y vivieran en Suecia estarían en la cárcel. Sucedería lo mismo con los grandes personajes de la Biblia. Ninguno de esos facinerosos saldría absuelto del tribunal de Nuremberg. Por ejemplo, el rey David mandó a primera línea de guerra a un amigo íntimo sólo para quitarle la mujer y, a pesar de eso, ha dado nombre a un hotel de cinco estrellas en Jerusalén. La historia va cristalizando en mitos y éstos nos alimentan. Pero ahora que se ha agotado la carne de los héroes de peluquería se ha puesto de moda volverle los forros a figuras insignes ya muertas y así resulta que_Mao Tsetung era un abuelo libidinoso que nunca se lavé los dientes y Kennedy no era sino un fauno de ascensor. Descubrir que los mitos históricos fueron siempre lo contrarío de lo que parecen es una subversión infantil. Por mi parte estoy dispuesto a admitir que Francisco de Asís se dedicaba a cazar lobos con cepo; que Jack el Destripador regentaba el dispensario donde se inventaron las tiritas y que Torquemada fue el creador de los derechos humanos y del carbón vegetal para barbacoas. Bien sabido es que las sagradas vestiduras están repletas de seres desnudos capaces de cualquier cosa con tal de estar a la altura de su uniforme. Malo es andar fisgando en las vísceras de los grandes benefactores de la humanidad para demostrar que fueron unos bellacos, pero hay un ejercicio más cruel todavía: descubrir que un personaje cuya fama se debió a su maldad era en. el fondo una buena persona. Nerón debe su gloria a los mártires cristianos. Los Borgia sin veneno tampoco tendrían hoy ninguna oportunidad de anunciar marcas de perfume. Todos los grandes cadáveres de la historia tienen sus huesos. Exhumar arsenico en su las cenizas y analizarlas en el laboratorio de criminología es convertir la historia en otra peluquería. La moral es una fruta del tiempo. Consiste en ser en cada momento fiel reflejo de las vestiduras. Los grandes hombres sólo deben ser juzgados por eso.

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